Fue maravilloso y desconcertante verla luchar contra uno de los suyos, pero causó regocijo cuando levantó aquella esplendorosa varita y asesinó al hombre que le había arrebatado la vida, por lo menos metafóricamente. Molly Weasley gritó hasta desgar...
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Theresa, descendiente de la Casa Nott y reconocida mortífago alrededor del mundo, se alzó entre sus compañeros lanzando maldiciones imperdonables mientras sus cabellos, tan oscuros como carbón, revoloteaban en el aire. Fred la deslumbró entre los enemigos como una antorcha, porque ella deambulaba entre los corredores con una túnica escarlata ceñida al cuerpo, y sus labios estaban pintados con un rojo sangre que le hacía estremecer. Se miraron fijamente cuando fue necesario.
Percy, sin prestar debida atención al momento, levantó la varita e intentó arremeter contra ella, pero se detuvo gracias a las palabras de Fred. Hubo silencio entre ambos hermanos mientras cientos de dudas invadían al mayor de estos. A su alrededor saltaban hechizos desconocidos y mortífagos dispuestos a deshacerse de la mujer que los había traicionado, pero no cundió el pánico.
— Está aquí para ayudarnos. –le dijo Fred.
— ¿Eh? ¿Qué? Pero si ella es el enemigo...
— No para mí.
No, definitivamente nunca sería cercana a una enemiga.
