𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘂𝗻𝗼

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Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, invierno de 1995

EL BAILE DE NAVIDAD

Eran los últimos días de otoño, el invierno pronto se abriría paso trayendo consigo un ambiente gélido: el baile de navidad estaba aproximándose

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Eran los últimos días de otoño, el invierno pronto se abriría paso trayendo consigo un ambiente gélido: el baile de navidad estaba aproximándose. Mientras tanto, un esplendoroso atardecer golpeaba los grandes ventanales de la habitación y los últimos rayos del sol bañaban su perfecta figura femenina. Fred no dejaba de mirarla mientras anotaba algunas cosas en el pergamino, poco faltaba para que la hora de clases terminara.

Hasta el momento, Snape era el único profesor que había logrado disipar las emociones del baile con larguísimos ensayos, tan extensos que muchos intentaban no dormirse sobre la mesa. Sin embargo, a la muchacha que continuaba observando con fascinación no parecía afectarle; ella escribía en el pergamino tranquilamente.

El baile de navidad estaba en boca de todo el colegio y los preparativos comenzarían en una semana; muchos estudiantes intentaban probar suerte invitando a las mejores chicas como sus acompañantes, casi todas habían aceptado, pero Theresa no. Según los rumores, había rechazado hasta al mismísimo Viktor Krum manifestando que no asistiría. Dicho rumor fue regado como pólvora por la institución, desde entonces pocos se le había acercado.

— Oye, Fred. ¿Ya escogiste a una chica para el baile?

— Todavía no, George. Las bonitas están escapando.

— Angelina sigue en pie.

Días antes pretendió llevar a Angelina, pues era una muchacha sumamente hermosa y tenía tiempo llamándole la atención, pero... ¿no era aburrido intentar irse por lo básico? Fred quería a alguien más, para ser exactos, quería a Theresa.

— Señorita Nott, ¿ya acabó con el ensayo?

— Sí, profesor. —se lo tendió.

— Puede retirarse.

Theresa abandonó la habitación segundos después, abrazando un libro de pociones escarlata y emprendiendo un camino desconocido.

— Es tu momento para preguntarle a Angelina Johnson, Fred.

— No, tengo otra persona en mente, George.

— Uh, ¿acaso vas a ir por el premio gordo? —George sonrió en grande—. Suerte intentando invitar a Nott.

— Ya verás que lo lograré.

Tres horas después, antes del toque de queda y después de la cena, Fred se encaminó a la biblioteca llevando consigo un pergamino y plumas. Como esperó, allí se hallaba su chica soñada: detrás de una montaña de libros, Theresa Nott redactaba palabras en el pergamino.

— Buenas noches, hermosa dama. —se sentó ante ella—. Seguro puedes orientarme con los apuntes de pociones y no ser mala persona conmigo, ¿cierto? ¡Sé que puedes hacerlo! 

— Podría, pero no quiero. Ahora Márchate. —rodó los ojos.

— Mira, es únicamente una cuartilla y te prometo que no te molestaré más.

— Solo una jodida cuartilla, Weasley.

El pergamino únicamente dictaba seis palabras que le hicieron enrojecer y pegar un brinco en la silla: «¿quieres ir al baile conmigo?» Sí, Theresa sí quería acompañarlo, pero existía un grandísimo inconveniente que no le permitía hacerlo. Los Weasley eran traidores a la sangre. Las consecuencias de asistir al baile con Fred podrían resultar devastadoras para ambos, y reamente no deseaba causarle daño.

— Solo es un baile, nuestro primer y último baile. Anímate, hermosa dama.

— ¿Solo un baile? –repitió.

— Sabes el origen de mi familia, conozco el origen de la tuya... ¿qué podría salir mal? No es como si Nott pudiera aparecerse y lanzarnos una maldición imperdonable.

Fred llevaba razón, él no podía aparecerse ahí y atacarlos. Y gracias a ese recordatorio, terminó aceptando ser su pareja para el baile navideño. Ambos contaban los días para el grandioso evento.

Se prepararon con esmero, fijándose de cada detalle en sus vestimentas. Fred y George salieron del dormitorio rumbo a las escaleras donde aguardarían por sus respectivas parejas: Theresa y Angelina. La segunda pareja fue la primera en marcharse al Gran Comedor, dejando al pelirrojo moviéndose de un lado a otro con una sensación de nerviosismo en el pecho y entonces, cuando subió la mirada por simple inercia, la vio.

Quedó atónito con lo que sus ojos visualizaron: Theresa bajó las escaleras portando un vestido dorado que se ajustaba a su cintura y su cabello, que siempre había tenido un color castaño y olor a jazmines, ahora relucía en un escarlata sutil que le otorgaba sensualidad. Jamás había existido mujer más hermosa que ella. Fred se inclinó ante su acompañante mientras dibujaba una sonrisa y le extendió la mano, ella la aceptó con un pequeño asentimiento.

— Es solo un baile. —le recordó Weasley—. Nuestro primer y último baile.

— Sí, un baile. No me gusta bailar, pero ya estamos aquí.

Durante la danza entera no dejaron de mirarse fijamente, sintiendo que eran el centro de atención entre todas aquellas personas que bailaban a su alrededor, pero tampoco les importaba. Esa noche Fred aprendió muchísimas cosas de su acompañante: la primera, no disfrutaba las aglomeraciones; la segunda, le encantaban los chistes; la tercera, poseía una sonrisa encantadora; y la cuarta, que estaba perdidamente enamorado de ella. Bueno, ese dato no trataba exactamente de Theresa.

¿Quién lo diría? Fred Weasley gustaba de Theresa Nott.

Sangre pura | Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora