𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘁𝗿𝗲𝘀

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La Madriguera, Navidad de 1995

UNA NAVIDAD DIFERENTE

Molly no podía quitarle la mirada de encima a la jovencita recién llegada

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Molly no podía quitarle la mirada de encima a la jovencita recién llegada. Todos parloteaban tonterías mientras degustaban la cena y aguardaban ansiosos por los obsequios que pronto abrirían bajo el árbol navideño, ignorando cordialmente la presencia de un nuevo rostro, y mientras todo eso ocurría como en una perfecta película, una pareja murmuraba su propia conversación al otro extremo de la mesa.

— Bueno, cariño. ¿Cómo conociste a mi hijo?

La dulce voz de la señora Weasley provocó que todos se mantuvieran callados y giraran la cabeza hacia el nuevo rostro que se alzaba entre la multitud; era una escena graciosa ver una cabellera castaña entre tantas carmesí. Theresa dejó los cubiertos sobre la mesa y se inclinó tenuemente, haciendo uso de su elegantísima educación.

— Mamá, no hagas preguntas raras. —imploró Fred.

— ¡Ay, tengo que conocer a mi invitada, Fred!

— Perdone mi impertinencia, señora Weasley. —la señorita inclinó la cabeza en señal de disculpa; Fred tuvo que contener una potente carcajada mientras la miraba—. Mi nombre es Theresa Nott, soy estudiante de la Casa Slytherin y conocí a sus hijos aproximadamente en 1989, cuando iniciamos nuestros estudios en el colegio. Nos hicimos cercanos hace pocos meses.

— ¡Qué linda eres, cariño! —Molly sonrió gratamente—. Por favor, siéntete como en casa. Y come todo lo que quieras, preparé un pie de manzana que les encantará.

— Agradezco su hospitalidad, señora Weasley.

Recibió una dulce sonrisa como respuesta.

Por cuestiones de espacio, compartiría habitación junto con Hermione y Ginny, pero eso no le fastidió en lo absoluto; es decir, ambas eran chicas bastante entusiastas. Agradeció que no le hicieran preguntas extrañas sobre su familia o por qué no se quitaba el suéter escarlata en ningún momento. Y entonces, mientras las muchachas platicaban sobre partidos de Quidditch o algo parecido, un pequeño golpeteo en la puerta las interrumpió.

— Ginny, ¿puedo pasar?

Era Fred.

— Sí, pero apúrate.

Theresa sintió sus mejillas enrojecer cuando el muchacho entró y le indicó con la mirada que lo siguiera. Ella, sin mediar explicaciones a ambas jovencitas que observaban todo atónitas y curiosas, se aproximó cerrando la puerta tras sí. Fred se le quedó viendo con una leve sonrisita.

— ¿Estás bien?

— Sí, disculpa tantos inconvenientes. —le devolvió la sonrisa—. Tienes un hogar muy bonito, Weasley, además de una familia realmente agradable: eres bastante afortunado. Gracias por invitarme a pasar navidad contigo sabiendo lo que soy.

— Tienes razón, soy bastante afortunado. —Fred cogió sus manos y, a pesar de que sus orejas se pusieron rojas y las mejillas de Theresa también se coloraron, las besó dulcemente—. Por mi hermano, por mi familia, por mis amigos... y por ti. No tienes idea de lo afortunado que soy.

— Fred, ¿qué estás diciendo?

Tenerlo tan cerca estaba alterando sus hormonas y sentir sus manos acariciar las suyas tan solo provocaba que sus mejillas enrojecieran. Fred se le quedó mirando unos instantes, perdiéndose en los almendrados ojos de aquella chica que tanto le fascinaba, y ella lo imitó dulcemente. Ni siquiera Harry y Ron que avanzaban por los pasillos echándoles un vistazo lograron interrumpir su conexión.

Entonces Fred besó sus labios con dulzura y sostuvo su cintura para atraerlo a su cuerpo. Theresa había quedado contra la pared, con las piernas fallándole e intentando no sobrepasarse debido a su posición. Quiso distanciarse de sus belfos por temor a que alguien los viese en esa escena, pero él no lo permitió, sino que le acercó muchísimo más. Ella se deshizo en sus brazos.

— Fred... —susurró. Él no se detuvo—. Alguien podría vernos.

— ¡Los estamos escuchando, par de calenturientos! —exclamó Ginny.

Abrió los ojos y se separó con las mejillas sonrojadas. Sin embargo, Weasley decidió acariciarle el rostro mientras reía entre dientes, le colocó una mano en la cintura y volvió a unir sus labios. Por como la situación continuase así Nott no iba a tener autocontrol para detenerse.

— Estoy enamorado de ti, Theresa.

Ella esbozó una dulce sonrisa.

— Y yo de ti, Fred.

Sangre pura | Fred WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora