Capítulo XIII

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Guardé un par de camisas y pantalones en aquella valija, también algo de ropa interior y medias.
No sabía exactamente que era lo que debía llevar, y es que no tenía idea de donde iría. ¿A un campo de prisioneros tal vez? ¿Existirían aún?

Abrí el armario de par en par y busqué con la mirada que otra cosa podía llevar; y lo primero que vieron mis ojos fue aquella caja, no dudé en ningún momento en tomarla y guardarla debajo de toda mi ropa. Luego me coloqué mi boina, me cerré el abrigo y me dirigí hacia la habitación del pequeño Craig.

Entreabrí un poco la puerta y cuando asomé mi rostro pude observar como dormía plácidamente.

—Adiós cariño —le susurré a distancia, y es que no quería despertarlo.

No quería que el niño me viera salir de la casa con una valija en mano. Y es que tampoco sabría decirle el porqué de mi partida, a donde es que iría porque realmente no lo sabía. Era todo un jodido enigma.

Bajé las escaleras con prisa, la señora Margaret me esperaba en los pies de la misma, se la notaba muy preocupada.

—¿Señor Paul, qué está sucediendo? ¿A dónde se marcha? ¿No va a la escuelita, verdad? —preguntó cuando clavó su mirada en la valija que sostenía en mi mano izquierda.

—Por favor, no me haga preguntas —le pedí. —No quiero meterla en problemas, no quiero. Sólo prométame que cuidará muy bien a Craig en mi ausencia, por favor —le supliqué.

—No se preocupe, señor Paul. Yo me quedaré aquí con Craig hasta que usted regrese —me aseguró.

—Gracias, gracias de corazón —le agradecí. —Dígale al niño que tuve que ir a visitar a un amigo mío que enfermó. Yo prometo que volveré pronto, lo prometo.

—¿Pero si el señor Baker llama? ¿Qué le diré? —preguntó. —Estoy segura que llamará para hablar con usted.

Oh, Austin...

—Pues... —titubeé.

Dejé la valija en el suelo y me acerqué hacia el teléfono para así arrancar el cable del mismo.《Lo siento, Austin. Debo hacerlo por el bien de todosme dije a mi mismo.

—Listo, así él no llamará —dije para luego volver a tomar mi valija.

—¿Estará bien, señor Paul? —preguntó con preocupación.

—Estaré bien, no se preocupe por mí. Regresaré muy pronto.

Fue entonces que el timbre se hizo escuchar. Supe que era para mí ya que se habían cumplido los diez minutos pactados.

—Cuide mucho a Craig, ¿si? —le volví a pedir.

—Lo cuidaré muy bien, señor Paul. Y por favor, cuídese mucho.

—Lo haré. Adiós —le di un abrazo a la señora Margaret y me dirigí con prisa hacia la puerta; cuando la abrí me encontré con la figura de un joven soldado, lo reconocía de vista ya que lo había visto en el cuartel en algunas ocasiones.

—Buenas tardes, señor —me saludó cordialmente.

—Buenas tardes.

—¿Ya está listo? Tengo órdenes de trasladarlo.

—Si, ya estoy listo —mentí para finalmente, sin mirar hacia atrás, cerrar la puerta detrás mío. Prefería obedecer las ordenes del general para evitar catástrofes.

—Acompáñeme al jeep, por favor.

Seguí al soldado por detrás, ambos nos subimos al vehículo color verde militar y él encendió el motor que hizo vibrar un poco la carrocería. Finalmente se dispuso a conducir.

Soldier: La guerra es nuestra ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora