Capítulo III

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Bajé de mi bicicleta y la dejé atada a un poste de luz que se encontraba en la esquina. Tomé todos los libros que descansaban en el canasto—ya que no quería que me los robaran por nada del mundo—,y caminé con paso firme y seguro hacia las puertas de aquel lugar el cual me llenaba de nostalgia.

Fue entonces cuando quedé frente a un guardia que se encontraban allí parado. El soldado era muy joven, no lo había visto antes por lo que deduje que se enlistó muy recientemente; era algo normal que los muchachos jóvenes se quisieran enlistar en el ejército luego de todo lo ocurrido.
De hecho muchos de ellos lo habían perdido todo, como su hogar o su familia, querían vengarse pero no sabía exactamente como es que querían hacerlo. Y es que yo estaba seguro de que todo finalmente había terminado, era un asunto cerrado. Veía como algo imposible que Alemania volviese a ser aquella potencia, primero porque Hitler murió, y segundo porque ahora ellos eran los más perjudicados con los asuntos de la "economía de post-guerra".

—Buenos días —dije ganándome la mirada del muchacho.

—¿Qué desea, señor? —me preguntó inmediatamente.

—Busco al soldado Austin Baker. Me gustaría hablar con él —dije.

El sujeto se me quedó mirando pero no me respondió nada, y eso para mí fue como un claro rechazo de su parte.

—Por favor, necesito hablar con él. Soy su amigo —le aseguré.

Nada. El joven apartó la mirada de mí y se quedó inmóvil como si se tratara de una estatua viviente.
Era obvio que me estaba ignorando como para que me marchara de ahí, y eso logró generarme un gran malestar. ¿Ignorarme a mí? ¿Qué se cree este mocoso? ¡Yo dí mi maldita vida por él!

Inmediatamente metí la mano en el bolsillo de mi chaqueta y saqué de allí aquella insignia; no sabía con exactitud porqué la llevaba conmigo a todos lados, no le encontraba ninguna utilidad...al menos hasta ahora.

—Soy el ex cabo primero McCartney —dije firme y con autoridad. —¿Sabe algo, muchachito? Mientras que usted estaba en el colegio, yo he servido a mi patria por todos los años de guerra; debería ser más agradecido conmigo—le dije. —Y si no quiere quedar como un soldado irrespetuoso le recomiendo que me dejen ingresar al cuartel...ahora —pronuncié la última palabra con lentitud y firmeza como para generar en el sujeto algo de miedo, y creo que funcionó porque pude percatarme de su mirada  sumisa y llena de vergüenza.

—L-Lo s-siento, señor. Lo siento. Adelante, puede ingresar  —dijo el muchacho para luego abrirme una de las puertas. Yo solo le hice un gesto de cabeza en respuesta y me adentré inmediatamente al lugar por si el muchacho cambiaba de opinión.

Miré a mi alrededor. Aquel sitio no había cambiado en lo absoluto.
Los barracones aún seguían allí, al igual que la enfermería, los galpones, la cocina, las chozas y...aquel despacho; en el cual me había metido incontables veces sin ningún permiso alguno, aún así él me lo dejaba pasar.
Aún así nunca me castigó por desobeder su autoridad ni una sola vez.

¿Pero de qué sirvió todo eso? Si al final de la historia él no se atrevió, no se animó, u tal vez...en realidad, él nunca quiso intentarlo conmigo. Todo fue una ilusión, una maldita ilusión.

—¿Paul? —aquella voz me hizo girar el rostro hacia un lado.

Austin caminó hacia mí con una sonrisa sincera en el rostro.

—Hola, Aus —lo saludé cuando lo tuve frente a mí. —Vine a verte, espero no ser una molestia —dije cuando me percaté que en sus manos sostenía varias carpetas.

—No, para nada. Tú no eres ninguna molestia para mí —dijo sin dejar de sonreírme. —¿Cómo te fue en el exámen? —preguntó interesado.

—Bien, muy bien de hecho. Ahora solo me queda rendir el exámen final —dije para luego apretar los libros contra mi pecho. —Por lo general la carrera dura más años pero necesitan de muchos maestros, ahora más que nunca.

Soldier: La guerra es nuestra ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora