Capítulo XLI

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Apenas puse un pie fuera de los calabozos me choqué de frente con la figura de Austin, justo cuando el sonido del disparo se escuchó haciéndome pegar un pequeño brinco en el lugar.

—Austin... Gracias a Dios que estás bien.

Quise abrazarlo, pero Austin dio un paso hacia atrás impidiéndomelo. Rechazándome.

—¿Qué rayos piensas que haces? —escupió furioso.

—Austin, yo... —titubeé.

—¿Lo sabías todo desde el principio, verdad? —preguntó —. Sabías bien que el general estaba con vida, y aún así hiciste el tonto conmigo.

—No, no. Te juro que no fue así —negué —. Yo no lo sabía. No sabía nada de eso. Yo pensé que él había muerto, mi dolor fue verdadero —dije —. Dios es testigo de lo terrible que me sentí en ese tiempo que sufrí por el general; yo de verdad creí que lo habían asesinado cruelmente, y quise buscar justicia por él. Tú lo sabes muy bien, Austin. Sabías que quería justicia e incluso por eso mismo me metí en problemas y... Bueno, fue así que me enteré de la verdad.

—¿Has desconfiado de mí, verdad? —preguntó —. Por eso no me lo contaste. Porque desconfiaste de mí.

Me quedé en completo silencio mirando aquellos ojos grises; podía ver claramente el dolor impregnado en ellos. Y a mí me dolía saber que yo era el culpable de eso.

—Podía esperar algo así de Montgomery. Incluso del propio general Lennon, porque es bastante obvio que el odio entre ambos es fuerte. Y lo entiendo, te juro que entiendo que él haya pensado cualquier cosa de mí —dijo —. ¿Pero tú, Paul? ¿Tú? Nunca imaginé algo así de ti —negó sumamente dolido.

Agaché la mirada para escaparme de la suya. Me sentía terrible.

—Sé que no me amas como yo lo hago, Paul. ¿Y sabes qué? Lo entiendo, y lo acepto. Por más que me duela, soy consciente de que tu corazón estará por siempre con el general.

Mi mirada fue trepando lenta y tímidamente hacia sus ojos grises de nuevo. Mi cara ardía por la pena que ahora sentía en el corazón.
Lo menos que quería era herir a Austin, pero lamentablemente eso es exactamente lo que hice con mis actos impulsivos. Lo había herido.

—Pero no puedo aceptar lo que hiciste. No puedo aceptar tu desconfianza hacia mí —dijo determinante.

—Lo siento —musité —. Sé que estuve mal, pero por favor entiéndeme. En ese momento yo ya no sabía que pensar. ¡Todas las pruebas estaban en tu contra! Tuve que ponerme del lado de mi esposo, Austin. Tuve que hacerlo.

El morocho negó levemente en modo de reproche.

—Yo me pondría contra el mundo entero por ti, Paul —aseguró —. Pero por lo visto tú no —soltó con un hilo de voz.

Noté como sus ojos grises se volvieron vidriosos y algo rojizos por el llanto que quería aproximarse.

—Austin... —susurré sin saber realmente que decir. El 'lo siento' quedaba muy pequeño ahora.

—Que no correspondas a mi amor es algo que mi corazón puede soportar. ¿Pero sabes lo que realmente me duele? ¿Sabes la causa que lastima mi corazón? —preguntó mientras las lágrimas abandonaban sus ojos —. Saber que he perdido a mi mejor amigo. Eso me duele, Paul. Eso es algo que no puedo soportar.

—No me has perdido, Austin. No digas eso, no es así... —dije al borde de las lágrimas. Austin secó las suyas.

—Tienes razón. Yo no te he perdido —negó —. Pero tú a mí, sí. Me has perdido, Paul. Me has perdido para siempre —sentenció.

Soldier: La guerra es nuestra ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora