Mis primeras semanas en el internado no fueron nada fáciles. No conseguí hacer ni un solo amigo. De vez en cuando una chica llamada Nia se sentaba a comer a mi lado. Pero por lo demás el resto hacía como si no existiera. Nia era una chica alta y morena, estaba siempre alegre y sonriente. Cada vez que Nia se acercaba a mi la irá de Jesús aumentaba y me puteaba siempre que podía.
Los Skypes con mis amigos era lo mejor del día, ellos me ponían al día con todo lo que estaba pasando en mi antiguo colegio y yo les contaba lo que hacía en el internado. Normalmente, al terminar las clases me pasaba la tarde estudiando en mi cuarto o releyendome algún libro de Harry Potter.
— Hoy en filosofía el profesor ha sacado debate y como siempre Tomás ha hecho de las suyas — me contaron David y Joanna entre risas. Sonreí, me solían gustar esas clases, a Tomás le gustaban los debates y solía picarse cuando le rebatían sus argumentos, yo le sacaba de sus casillas muy a menudo, me gustaba vacilarle y acababa las clases muy cabreado hasta que se dio cuenta de mis intenciones y me seguía el rollo. Esa clase era la única que me gustaba, hablar, debatir y reírnos.
— Te echamos mucho de menos, Nick — me dijo Joanna al ver que la sonrisa se me había desvanecido y estaba pensativo mirando al suelo.
— Yo también a vosotros — respondí y justo alguien tocó la puerta — Tengo que dejaros, hablamos mañana.
No he sido capaz de decirles lo mal que lo estoy pasando aquí, solo les hablo de Nía de vez en cuando, de las clases y de Hugo, mi enigmático compañero de habitación, el cual a veces habla conmigo y me trata bien y otras veces se une al corrillo de risas. Me confunde muchísimo porque a veces parece que quiere llevarse bien conmigo, ser mi amigo y otras veces parece que me odia.
Al colgar la llamada de Skype escuché que alguien llamaba a la puerta. Al abrir me encontré con Hugo y Eva enrollandose en el pasillo.
—Se me ha olvidado la llave en la habitación — me dice cuando me ve apoyado en el marco de la puerta . — Anda, vete y dejanos la habitación un rato, ¿quieres?
Cabreado con el tono de desprecio con el que me ha hablado le digo — Las chicas no pueden venir a esta zona de la residencia.
Acto seguido Eva me coge de la camiseta y me tira al suelo — Te ha dicho que te pires, vete a darte una vuelta y déjanos.
Al instante cierra la puerta de la habitación con un portazo y me quedo quieto en el suelo del pasillo sin saber que hacer ni a donde ir.
ESTÁS LEYENDO
Las marcas del destino
RomanceEste es un fanfic de una historia de amor sobre Nick y Hugo.