Ep. 3: ¿Estoy muerto?

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—¿Por qué estás aquí afuera? —preguntó para romper el hielo, ya que se había formado un pequeño silencio entre ellos.

—Lo mismo pregunto. Acabo de escuchar a Skitty amenazándote sobre que no debes salir, y verte correr hacía acá me hace pensar en las razones. —añadió con cierto tono de sarcasmo y sensatez.

—Pues, sí. Eh, yo creo que sabes que es mi niñera, y... —dejó de hablar, ya que notaba su incoherente tartamudeo.

   Ella soltó una carcajada un poco cortada, ya que no quería que el chico frente a ella pensara que lo estuviese ofendiendo. —Lo siento, ¿qué haces aquí fuera? Sé sincero.

   Brook enmudeció literalmente ante aquella pregunta.
¿Qué hacía allá? No podía decir que siguiéndola porque soñaría extraño y lo tacharía instantáneamente como acosador.

   Lo pensó. —Quería ver a Calixto para darle un poco de pastel, nada más.

—¿Calixto? ¿Quién es? —cuestionó la chica, algo confundida por el extraño nombre mencionado.

—Es... mi perro. —sonrió algo nervioso.

—¿Tu perro? Ah, ¿entonces me dices que tu perro come pastel? —alzó una ceja esperando respuesta. Él asintió con la cabeza. —¿Y por eso Skitty Parks te amenazó? Porque querías darle pastel… a tu perro.

   Él volvió a asentir. —Es que hay muchas personas en la fiesta y, pues, como algunos no les gusta, ella no quería que desperdiciara un poco donde el cachorro podría comerlo.

—Ah, ya entiendo. —asintió no muy convencida. —¿Y dónde está el pastel?

   ~¿Por qué no te callas de una buena vez?

   Aquella voz femenina extraña regresó e hizo que un pequeño escalofrío recorriera su cuerpo.

~Dile que se estropeó.

   Decidió hacerle caso omiso a el misterio de la voz y prestarle más atención al consejo que le había dado.

—Se cayó. —mintió, y su expresión cambió a duda, ya que en su mente sonaba más convincente.

—Qué mal. —simuló estar apenada.

   Él asintió otra vez, como lo había estado haciendo desde su encuentro con la chica.

~Di algo, no te quedes callado. Aprovecha ahora.

   Brooklyn no entendía muy bien el propósito de aquella voz, primero no quería que saliese y hasta entonces lo aconsejaba para llevarse bien con la chica. Pero otra vez, decidió ignorar eso y seguir paso a paso cada uno de sus consejos.

—Tatiana, yo... —fueron las únicas palabras que logró pronunciar antes de que la susodicha frente a él lo ignorara completamente.

Su mirada permanecía elevada, y sus expresiones estaban decaídas, como si estuviese embobada mirando fijamente algo. Brook aprovechó la situación para ver las facciones de la chica. Su cabello rubio y lacio, siempre en una coleta alta y larga. Su nariz puntiaguda y sus pómulos alzados, sus ojos verdes y claros, que se reflejaban azulados gracias a la luz de las estrellas en medio de la espesa noche.

Brooklyn's MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora