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Cassandra llegó aquel día a su escuela cómo de costumbre, pues no había nada más en su rutina de lunes a viernes que aquella monotonía.

Levantarse, desayunar, ir a la secundaria, almorzar allá, llegar a casa, hacer tarea, cenar, irse a dormir.

Y así era su vida de lunes a viernes, o se supone que así debía ser.

Era la hora del almuerzo y ella solía almorzar en la azotea, pero ella no traía consigo su lonchera, ni su mochila, ni absolutamente nada con ella además de un pequeño collar con un ópalo celeste, miró el collar con tristeza y se acercó al barandal de la azotea, la cual estaba a siete pisos de altura, y aquella parte daba con un hermoso jardín de rosas plantado por los mismos estudiantes de la preparatoria de Corona.

Miró con melancolía aquellas hermosas pero a la vez caprichosas y dolorosas flores.

Se quitó los zapatos y se subió arriba del barandal, quedando a nada del vacío.

Se sentó, viendo al cielo, y quiso pensar en sus últimas palabras, hasta que escuchó unos pequeños sollozos junto a ella.

Volteó con calma y vio a una chica de cabello corto bastante parecida a ella, pero su cabello no estaba suelto como el suyo, lo tenía en dos pequeñas trenzas que a duras penas rozaban sus hombros.

— Hey, no lo hagas. —Murmuró Cassandra sin pensarlo, siendo ignorada por la chica, de todos modos no era muy su asunto que digamos.

Sus lágrimas caían sin cesar, y sus sollozos eran cómo pequeñas agujas en el corazón de Cassandra.

— ¿Porqué lo vas a hacer...? —Preguntó, mirando al cielo, y la respuesta fue una historia bastante cliché.

— M-Me gusta una chica, su nombre es Rapunzel, y es hermosa, siento que ella es el sol de mi vida... P-Pero ella tiene novio, jamás me verá cómo algo más que una amiga... —Sollozó la chica de trenzas.

Aquello enfureció a Cassandra, quién se levantó y se regresó a poner sus zapatos.

— ¡¿ESTÁS HABLANDO ENSERIO?! —Espetó Cassandra con rabia, tomando a la chica de su uniforme escolar, la cual sólo la miró con miedo.

— ¡¿Estás bromeando?!, ¡¿Harás esa estupidez solo por no tener lo que quieres?!, ¡Tienes suerte de que nadie te haya arrebatado lo que te hacía feliz! —Le gritó Cassandra a aquella frágil chica, la cuál sólo oía en silencio a la castaña.

— Creo que hablar del tema me hizo sentir mejor... —Dijo ya calmada la chica, quién, tal y cómo apareció, se fue.

Cassandra suspiró al oír la campana, el almuerzo había acabado y ella había perdido su oportunidad.

Se acomodó sus zapatos  y su camisa la cual se había salido de su falda, y luego sólo se marchó, dándole un último vistazo de reojo a las rosas de aquel jardín.

— Hoy no. —Susurró cerrando la puerta de la azotea, y yendo a cumplir con su asistencia perfecta.


[continuará, se supone.]

; My R - Cassandra's fanfic - Tangled the series ;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora