𝑪apitulo 2

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El sonido constante que salía de mi celular no me permitía seguir conciliando el sueño

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El sonido constante que salía de mi celular no me permitía seguir conciliando el sueño. Alguien había puesto una alarma en mi teléfono y estaba bastante segura de que esa persona no fui yo.

Yo me despierto cuando mi cuerpo dice basta.

No sé por qué le sigo prestando mi teléfono a Sebastián. Está lleno de juegos y aplicaciones inútiles, aunque su argumento es que me pueden llegar a servir en un futuro. ¿En qué momento de mi vida un juego de cortar zanahorias me servirá? Fácil, nunca.

Ignoré el ruido del teléfono todo lo que pude. Estaba colocado en el otro extremo de mi habitación, lo que significaba que tenía que levantarme de la cama para apagarlo, cosa que no estaba dispuesta a hacer. Unos cinco minutos después, justo cuando estaba a punto de conciliar el sueño de nuevo, el estruendo de mi puerta al ser azotada me hizo saltar de la cama, despertándome por completo.

—Levántate, floja —Sebastián entró y me tomó por los hombros, moviéndome de un lado a otro.

—¡Suéltame, imbécil! —puse mis manos en su cara y lo empujé hacia atrás, haciendo que cayera de espaldas.

—Eso no fue bonito —dijo mientras soltaba un quejido.

Lo miré con furia desde mi cama—. Tu forma de despertar tampoco lo fue. ¿Qué quieres? —le pregunté, molesta.

Vi cómo se enderezaba, quedando sentado en el suelo con las piernas cruzadas. Inclinó su cabeza hacia la izquierda mientras me miraba incrédulo.

—Te recuerdo, muchachita, que tenemos que ir a la escuela y además alimentar la severa obsesión que tienen los Cullen con nosotros —dijo burlón.

Solté un quejido mientras me dejaba caer de espaldas en la cama—. Ni me lo recuerdes. Pensé que esto sería más divertido, pero esos idiotas solo nos miran sin hacer nada. Mínimo una pelea, un secuestro... pero nada —dije exasperada.

—Es que todos son tan raros, y ni hablar del que tiene a la humana. Hay días en que te mira como si te quisiera matar, y otros días en que parece que mataría por ti —mueve sus hombros como si le diera un escalofrío—. Su mirada me perturba un poco —se levantó de un salto—. Bueno, tienes veinte minutos para cambiarte. Si no terminas, te llevaré así como estás —dijo, saliendo sin antes darme una última mirada—. Hablo en serio.

—¿Por qué no fui un perro? —dije con tristeza—. Solo dormiría.

Resignada, me levanté y me dirigí al baño. A pesar de todo, una parte de mí estaba intrigada por la dinámica que se estaba formando entre nosotros y los Cullen. Había algo en sus miradas, algo en la manera en que nos observaban, que prometía más de lo que parecía a simple vista. 


🟣🟣🟣

Cuarenta minutos después, nos encontrábamos frente a la escuela nuevamente. Ya habían pasado más de dos semanas desde que llegamos, y nuestros roces con los Cullen seguían siendo mínimos. Solo intercambiábamos sonrisas burlonas, mientras ellos nos observaban con desdén. La humana que solía estar con ellos nos miraba con un poco de miedo. ¿Lo disfrutábamos? Por supuesto que sí.

Lust  | Edward CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora