32

122 20 3
                                    

Querido Alex:
Antes de romper esto dame una oportunidad para explicarme, por favor. Ante todo pido perdón sinceramente desde el fondo de mi corazón por los años que han transcurrido. Por no estar a tu lado, por no apoyarte y darte la ayuda que merecías. Estoy llena de remordimientos y decepcionada conmigo misma por la manera en que me he comportado y el tipo de vida que he elegido. Soy consciente de que no puedo hacer nada para cambiar los años en que he actuado tan estúpidamente y os he tratado tan mal a los dos, ni tampoco para mejorarlos.
Pero te ruego que me des una oportunidad para construir un futuro mejor, para corregir lo que está mal. Entiendo que estés muy enfadado, que te sientas traicionado y herido, y que me odies, pero no deberías pensar sólo en ti mismo. Vuelvo la vista atrás y me pregunto qué puedo mostrar de mi vida. No he hecho muchas cosas de las que me sienta orgullosa. No puedo explicar una trayectoria de éxitos, no he ganado un millón. Sólo hay una cosa en mi vida de la que estoy orgullosa: mi hijo.
Tengo un hijo pequeño que ya ni siquiera es «pequeño». No estoy orgullosa de cómo lo he tratado. Hace unas semanas, el día en que cumplí treinta y dos años, al despertarme por la mañana fue como si de repente me cayera encima toda la sensatez que he estado echando de menos durante estos treinta y dos años. Me di cuenta de que tenía un hijo, un hijo adolescente de quien no sabía nada y que no sabe nada de mí. Me encantaría tener ocasión de conocerlo. Me han dicho que se llama Philip. Es un nombre muy bonito. Me pregunto qué aspecto tendrá. ¿Se parece a mí?
Ya sé que no he demostrado merecer esto, pero si tú y Philip estáis dispuestos a hacerme un hueco en vuestras vidas, te demostraré que no será una pérdida de tiempo. Philip conocerá a su madre y yo veré a mi hijo, ¿cómo cabe considerar que eso no merezca la pena? Por favor, ayúdame a hacer realidad mi sueño.
Ponte en contacto conmigo, Alex. Dame la oportunidad de enmendar mis errores del pasado y de contribuir a crear un nuevo futuro para Philip y para mí.
Con mis mejores deseos, Eliza

~•~

Alex: No no no no no no no no no no...

Lafayette: Ya lo sé, cariño, te entiendo. Pero al menos echa un vistazo a las demás
opciones.

Alex: ¿Opciones? ¿QUÉ PUÑETERAS OPCIONES? No tengo ninguna. ¡NINGUNA!
Tengo que marcharme. Quedarme aquí no es una opción.

Lafayette: Cálmate, Alex. Estás alterado.

Alex: ¡Pues claro que estoy alterado! ¿Cómo demonios voy a rehacer mi vida cuando
todos los que me rodean se dedican a jodérmela? ¿Cuándo me tocará a mí vivir mi vida en lugar de hacerlo por los demás? Ya estoy harto, Laff. Hasta la coronilla. No puedo más. Me marcho y punto. ¿Quién es esa mujer? ¿Dónde puñetas ha estado durante los últimos trece años? ¿Dónde se escondió durante los años más importantes de la vida de Philip, o de la mía, ya puestos? ¿Quién se pasó las noches en vela dándole leche, paseando por los pasillos y cantando puñeteras nanas para aplacar sus constantes chillidos? ¿Quién le cambió los pañales sucios, le limpió los mocos de la nariz y acabó harto de lavarle la ropa a diario? ¿Quién asistió a reuniones de padres y alumnos, lo acompañó y recogió del colegio, hizo la cena, puso la mesa, pagó el alquiler, fue a trabajar, la ayudó a hacer los deberes, le dio consejos, le enjugó las lágrimas, le explicó los pájaros y las abejas, le explicó por qué su mamá no estaba en casa como las mamás de los demás niños? ¿Quién se pasó la noche despierto y preocupado cuando estuvo enfermo, poniéndole el termómetro y comprando medicinas, yendo al médico y al hospital en plena noche? ¿Quién dejó de ir a la universidad, pidió días libres en el trabajo y se quedó en casa el fin de semana para cuidar de él? Yo y sólo yo. ¿Dónde estaba esa cabrona entonces?
Y tiene el morro de irrumpir tan campante en nuestras vidas al cabo de trece años cuando todo el trabajo duro ya ha terminado, encogiendo un poco los hombros con un patético «lo siento», justo después de que mi marido me haya puesto los cuernos, mi matrimonio se haya ido al carajo y por fin haya decidido mudarme a Carolina, que es donde tendría que haber estado todo este tiempo si esa taimada gilipollas no hubiese arruinado mis planes, trastornando por completo mi vida y abandonando el país con la cola entre las piernas.
Que se joda.
Ahora se trata de mí, Alexander Hamilton, y de nadie más.

Best FriendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora