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Hace tres semanas que no se nada de Avocato.

Cada vez que voy al piso en el que vivimos no me permite ni verle, se encierra en su habitación y no sale hasta que yo ya no estoy. Su voz se me hace extraña, ya no escucho ni sus gritos para preguntarme dónde está el jabón. Esta mañana logré pillarlo desprevenido, descubrí que espera media hora después de escuchar el ultimo sonido para salir, así que espere en la puerta más o menos ese tiempo. Empecé a escuchar movimiento en el interior, sus pasos eran decaídos, sonoros. Casi como si arrastrara los pies. Escuche la cafetera, luego la tostadora. Mi compañero de habitación iba a desayunar, aquello me extraño por la hora que era. Teníamos clase en una hora.
Logré juntar el valor necesario para abrir la puerta y pillarlo infraganti, me daba la espalda. Lo primero que se giró hacia mi de él fue una de sus orejas, dando paso lentamente a su cabeza, torso y piernas hasta quedar mirándome. Su rostro era casi inexpresivo, con algo de tristeza.

— Buenos días.

Dije mirándole a los ojos, buscaba su mirada. Mis manos empezaron a sudar así que las escondí tras mi espalda, intentando ocultar que siempre me había dado algo de miedo.

+ ¿Para quien lo son?

Respondió el, algo frío y cortante, volviendo a darme la espalda para prestar atención a lo que hacía. Su cola estaba casi rígida, sin moverse apenas.

— Para mi lo son. Me has dicho algo.

Me acerqué un poco, manteniendo las distancias. Jugaba con mis manos. Su voz, me retenía alejado de él.

+ Supongo. ¿Cuanto llevo encerrado?

Su voz era seria, fría. Como cuando lo conocí. Como cuando conocí quien seria mi mejor amigo durante estos años. Parecía que todo aquel tiempo que pase con el se había borrado de su cabeza, como si nada hubiese pasado, como si siguiera siendo el maniático sin sentimientos que conocí.
Negué con la cabeza

— No lo se... creo que cerca de un mes.

Avocato no reaccionó, sus tostadas saltaron y el las agarró al vuelo. Su agilidad me seguía pareciendo increíble. Supuse que le dio un sorbo a su café, ya que le vi levantar el brazo.

+ Debería haber esperado más. Tal vez no me habrías esperado de ser así.

Su tono de voz serio y frío tembló. Me acerqué un poco más, olía su jabón. Era suave, casi dulce. Como flores.

— No digas eso... ¿porque dejaste de hablarme?

No me respondió de inmediato. Parecía buscar las palabras, hasta que se dio la vuelta con el plato de las tostadas en una mano y el café en la otra.

+ Tranquilo. No volveré a hacerlo.

Respondió empezando a moverse hacia su habitación, lo seguí mirándolo.

— Por favor Avocato. Cuéntame.

+ No.

— Avocato...

+ ¡Que no!

Gritó tras un par de intentos con rabia, giró la cabeza al llegar a la puerta de su habitación, mirándome con una mirada asesina, pero con los ojos cristalinos. Me paré en seco, observando sus ojos segundos antes de que cerrara de un portazo la puerta. Agarre el pomo y lo giré, aunque no pude abrir la puerta.

— Abre.

Ordene con la voz más firme que mi ser permitía. No hubo respuesta.

— Por favor.

Aporree la puerta con fuerza, intentando abrirla girando el pomo con rabia. Era la primera vez que lo veía llorar. La primera en todo el tiempo que lo conocía.
Permanecí tras la puerta segundos, minutos, horas. Esperaba que la abriera, no me importó saltarme las clases, quería ver que estaba bien. No deseaba que se encontrara mal por mi culpa.


¿Por mi culpa?

¿Que había hecho yo?

Solo. Salía con Quinn.

Bueno... ya ni eso. Era demasiado controladora... como predijo Avocato.

Me dijo que no era buena esa relación.

Me dijo...


Me despertó una brisa de aire, me había quedado dormido. Estaba en el suelo, frente a la puerta de Avocato. La diferencia, a parte de que mi ropa ahora estaba arrugada, era que la puerta estaba abierta un filillo por el cual salía luz. Me puse en pie tras reaccionar, acomodándome la ropa, tomando el pomo de la puerta. La empuje lentamente, hasta que pudiera asomar la cabeza para buscarlo con la mirada.

+ Que quieres.

Tacho nada más oír la puerta, estaba sentado en su escritorio, con la ventana abierta y mirando por esta. Su cama estaba bien hecha, y su estantería llena de libros ordenada. Aunque había un par de papeles por el suelo no les preste demasiada atención.

— Quiero saber lo que te pasa... quiero...

+ No te vengas arriba.

Bufo al escuchar como cogía carrerilla para empezar a hablar. Su cola se agitaba con suavidad sobre la mesa.

— ¿Porque me has dejado pasar?

+ No lo he hecho.

Mintió rotundamente, me acerqué a el despacio, sin pisar lo que había en el suelo desperdigado.

— ¿Cuanto llevas sin dormir?

Pregunté, cada vez más preocupado por el.

+ Cuatro días. Tal vez más.

— Dios. Se te va a ir la pinza.

Respondí estando a su lado, miraba su rostro. Estaba mal. Sus ojos aún estaban cristalinos y tenía ojeras, sus músculos estaban en tensión y sus mejillas seguían húmedas. Le tome la mano para captar su atención, pero no reaccionó. Seguía mirando por la ventana.

+ Suéltame. Vete.

— ¿Para que te pongas peor?

+ No lo voy a hacer. Soy mayor.

— Avocato. Yo...

No sabía cómo decirle que todo estaría bien, que no pasaría absolutamente nada si le hacía caso. Pero el parecía haber perdido toda esperanza en mi. En eso se escuchó el timbre, le busque la mirada unos segundos más antes de soltar su manos y salir de la habitación.

+ Cierra la puerta.

No obedecí y la dejé entornada, el bufo aunque yo ya estaba en el salón/cocina. Tome el pomo de la puerta, respire retomando la compostura.

— ¿Quien es?

Abrí la puerta de la entrada al no escuchar la respuesta. La fingida sonrisa que hacían mis labios se borró de inmediato al ver quien había al otro lado observándome con enojo.

Us. Garycato (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora