CAPÍTULO UNO

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La bolsa de tela de color negro cae sobre la mesa del salón, provocando un estruendo que alerta a los dos amigos de Balder. Ambos se encuentran sentados uno frente al otro en sillas de madera. La escasa luz que atraviesa los resquicios de las persianas, obliga a Caín y a Eros a acercarse a la bolsa para ver mejor lo que hay en su interior, a pesar de que la mayoría de cosas han quedado esparcidas sobre el mueble.
– ¿De dónde has sacado todo esto? –pregunta Caín, pasando su mano por su cabeza recién afeitada con cuchilla y clavando sus ojos verdes sobre los marrones de su amigo Balder, que a diferencia de él, lleva una cresta fina. Balder mantiene su cuerpo robusto derecho e imponente.
Eros coge con delicadeza una de las armas y la apoya sobre sus rodillas. Coloca el septum de su nariz y una sonrisa pícara se dibuja sobre su rostro.
– ¿Qué pasa? –le pregunta Caín.
– Nunca había tenido un AK-47 entre mis manos, como es obvio. Es acojonante –responde el chico de la doble cresta, dirigiendo una mirada emocionada hacia Balder.
– Pues vas a tener que acostumbrarte a él si quieres sobrevivir ahí fuera, como es obvio –responde su amigo, aún de pie, de forma cortante.
Balder desaparece en la oscuridad y deja a sus compañeros expectantes, no saben con qué más podría sorprenderles.
Caín y Eros barajan varias posibilidades en su cabeza, y tras pocos segundos, Balder vuelve a aparecer haciendo fuerza con sus manos para arrastrar hacia ellos el cuerpo de un chico amordazado e inconsciente vestido con ropa militar.
– ¿Y éste quién es? –Caín trata de romper la tensión.
Eros regaña a Caín con la mirada, ya que éste no puede evitar hacer tantas preguntas que, según piensa Eros, sólo generan más tensión.
– Necesitábamos armas, fui en busca de comida y entré en su casa. Por suerte tenía un arsenal. No quería matarle, nos puede servir. Él tiene más experiencia con estas armas que nosotros, desde luego.
A Caín no le parece buena idea, él cree que podrían habérselas apañado sólos y que meter a un desconocido en el grupo sólo traería problemas.
– Mañana volveré a hacer una ronda por este edificio, si traía las armas no tenía manos para la comida, y estamos escasos. Además debemos conocer un poco dónde nos hemos metido, probablemente haya más gente que se haya quedado en sus casas.

Cae la noche y ya ningún rayo de sol puede iluminar el salón. Es hora de encender las velas y de comer un poco para reunir fuerzas. Además, los chicos deciden turnarse para dormir y vigilar al nuevo. El primer turno será para Caín.
Balder y Eros caen rendidos a los cinco minutos de acomodarse en el suelo, ya que no tienen otro sitio donde dormir. Mientras tanto, a Caín le cuesta mantener los ojos abiertos, siente cómo sus párpados tienen cada vez más peso.
Sin darse cuenta, se ve sumido en un sueño basado en sus recuerdos, aquel día en el que el ser humano se vio amenazado por sí mismo, el día en el que toda energía llegó a su fin.

El sonido de una pistola cargándose devuelve a Caín a la realidad. Delante de sus ojos puede observar el cañón, y tras él, se encuentra el chico de nombre desconocido. Éste le hace un gesto con sus manos para que mantenga el silencio, ya que si no, le disparará.
El chico camina hacia atrás en dirección a la salida, apuntando hacia Caín. Pero, cuando está apunto de posar su mano sobre el pomo de la puerta, Balder aparece por detrás apuntándole con el AK-47.
– Ni se te ocurra dar un paso más.
Caín había estado sumido en tanta tensión que no se había percatado de la ausencia de Balder en el salón cuando el chico le había amenazado.
– No tengo ni puta idea de cómo has conseguido desatarte, pero como vuelvas a intentar escapar te vuelo los sesos. ¿Y tú qué cojones estabas haciendo? –le pregunta a Caín.
– Déjale ir Balder, no nos ha hecho nada.
– Bueno, si quieres irte con él, adelante.
– En ningún momento he dicho eso.
– Entonces aceptarás que se quede.
– No le conoces, ¿prefieres dejarle ir o que nos traicione una vez se haya ganado nuestra confianza?
– En primer lugar, estáis hablando de mí sin conocerme de nada. Y en segundo lugar, si queréis quedaros las armas quedaoslas, pero dejadme ir con mi familia, por favor –decide hablar.
Balder no recuerda haber visto a nadie más en la casa de aquel chico, sin embargo rectifica y decide dejarle marchar. Al fin y al cabo la única forma en la que podrían llevarlo con ellos sería confiando en él y dejándole entrar en el grupo, cosa que no les conviene ya que no pueden fiarse de nadie en esa situación.
Eros había escuchado toda la conversación, pero le parecía más relevante quedarse descansando, le importaba más bien poco el tema de aquel chico. Estaba de parte de Caín, aunque en realidad no le quería dar muchas vueltas.
Balder puede sentir el pulso acelerado del chico.
– ¿Cómo te llamas? –le pregunta. Sin embargo, no obtiene respuesta.
Balder extiende su mano para que el chico deje la pistola sobre ella, y una vez lo hace, le cachea. Cuando ve que todo está en orden, le deja marchar.
Los dos chicos vuelven con Eros, esta vez con el objetivo de descansar.
– ¿Sabes lo que es realmente importante para mí ahora mismo, Balder? –le pregunta, ésta vez con tristeza en sus ojos.
– Lo sé, Caín. Debemos encontrar a tu hermano. Pero antes debemos estar aquí un par de días para reponer fuerzas, hemos pasado demasiado en muy poco tiempo. Vino de golpe.
– ¿Crees que seguirá vivo? –intenta contener sus lágrimas.
– Para lo poco que le conocía, sé de sobra que tu hermano es muy inteligente. Es imposible que le haya pasado nada. Antes habríamos muerto nosotros.
Caín entra en razón, sabe que su hermano es inteligente. Pero, aunque haya pasado años a su lado, se da cuenta de que él tampoco le conoce bien. Siempre ha sido muy serio y solitario. Muy suyo.
– Dejaos de momentos emotivos y a dormir, que ya sabemos que a todos nos viene todo esto muy grande –finaliza Eros la conversación.

Tras varias horas sumido en un sueño profundo, Balder abre sus ojos. Le cuesta demasiado enfocar lo que tiene a su al rededor, no está en el mismo salón.
Cuando consigue desvelarse, el miedo empieza a recorrer cada parte de su cuerpo. Ésta vez él está maniatado y amordazado, y a su lado de la misma manera, están Eros y Caín. Cada uno está sentado en una silla, en fila, frente a otros tres chicos.
Uno de ellos se acerca a Balder, es el chico que habían secuestrado.
– Mi nombre es Cronos.
Balder recibe un golpe en la cabeza con una pistola, y vuelve a quedar inconsciente.

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