CAPÍTULO DOS

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– Vas a empezar diciéndome de dónde venís –le ordena Cronos, quintándole la cinta de la boca.
Balder aprieta los dientes. Sabía desde el principio que no debería haber dejado que el chico se fuese. Huele la traición a kilómetros.
Hace una mueca con la boca, arruga la nariz, y escupe a la cara de Cronos, que está a pocos centímetros de él, intentando intimidarle.
Cronos trata de limpiarse la cara con la mano y la sacude con expresión de asco. En un abrir y cerrar de ojos, la pistola del chico está apoyada en la frente de Balder.
Caín intenta hablar, a pesar de que está amordazado. Se mueve bruscamente en la silla para llamar la atención de Cronos, que dirige la mirada hacia él y se acerca con sigilo para quitarle la cinta.
– Hablaré yo –dice Caín–. Pero hacemos un trato.
– Nosotros no hacemos tratos –da un paso adelante e interviene uno de los compañeros de Cronos. Éste tiene la cabeza rapada, pero lleva una gorra de color gris. Tiene los ojos azules y lleva dos pequeños aros en las orejas. Además, sujeta un Uzi.
Cronos le hace un gesto con la mano para que no avance. Quiere escuchar la propuesta de Caín.
– Os daré información –Caín puede sentir la mirada de desaprobación de Balder –, a cambio de vuestra información.
Cronos, que estaba agachado cerca de Caín, se endereza y hace un gesto a sus compañeros con los dedos para que avancen y se posicionen a su vera.
– Soy Arón –anuncia el chico de la gorra.
– Yo soy Heimdall –anuncia su compañero, que lleva la cabeza afeitada con cuchilla al igual que Caín, sólo que es un poco más bajo que él, tiene los ojos de color marrón y lleva bastantes tatuajes al descubierto.
– Yo soy Caín, él es Balder y ese... –dirige la mirada hacia Eros, que sigue inconsciente– ese es Eros.
– ¿De dónde venís y hacia dónde os dirigís? –pregunta Cronos.
– Vosotros primero –recuerda Balder.
Cronos le mira con desaprobación, sin embargo, cede.
– Como es obvio yo vivo aquí, aunque ellos son amigos míos desde hace varios años. Éramos de los que hacen planes para sucesos como éste, solo que claro está, nunca nos hubiésemos imaginado que ocurriría de verdad. Así que en cuanto pasó, Heimdall y Arón pusieron rumbo a mi casa. Ha dado la casualidad de que llegaron justo después de que me dejaseis libre. Pensamos poner rumbo al norte, con suerte, el resto de nuestros compañeros habrán seguido el plan.
– Pues a nosotros nos pilló de fiesta en mi casa. Estábamos tranquilos y de repente todos los aparatos electrónicos dejaron de funcionar. A las pocas horas la gente empezó a volverse loca, todo el mundo entró en las tiendas y en las casas a robar –Caín redacta la situación como la vivió, y recuerda que tan sólo habían pasado 48 horas desde aquello– ...y matar. ¿Vosotros sabéis el origen de todo esto?
Cronos niega con la cabeza.
– Es nuestro objetivo, descubrir el por qué.
– Pues yendo al norte a llevar a cabo un supuesto plan hecho por chavales en su tiempo libre cuando todo estaba de puta madre, dudo que podáis conseguir información –interviene Balder.
– Estos chavales te tienen maniatado y amenazado con armas –Cronos sonríe y vuelve a ponerle cinta en la boca a Balder, cansado de sus comentarios irrelevantes.
– Os acompañaremos –decide Caín, sin tener en cuenta las opiniones de sus amigos.
Balder, al que le parece mal plan, se mueve en su silla para intentar desatarse. Intenta decirle a Caín que está loco, que podrían morir por el camino y que no les conocen lo suficiente, pero no puede.
– Allí podría estar Abel –le dice, recordando que lo más importante para él en ese momento, es su hermano.
– O estáis con nosotros, o en contra de nosotros. Y no tenéis mucho tiempo para decidir, mañana mismo pondremos rumbo.
Balder se rinde. Sabe que no podrá convencer a Caín de hacer lo contrario.
Eros abre los ojos.
– Vamos con ellos, al norte –le cuenta Caín.
– Bueno, no tengo nada que perder –a Eros la situación le parece de lo más irónica. Aún no ha sido capaz de asimilar todo lo que está ocurriendo, se ve envuelto en una película en la que jamás se había imaginado. Y menos aún había pensado que sobreviviría más de 24 horas.
Sólo habían pasado un par de horas desde que Caín, Balder y Eros se fueron a dormir, así que aún quedaba bastante noche. Sin embargo, el nuevo grupo saldría pronto, al amanecer.

Cuando el sol asomaba por el horizonte, el grupo salía en la furgoneta de Cronos rumbo a un destino dudoso. El copiloto era Arón, y la furgoneta tenía un espacio bastante amplio detrás, donde viajaban Caín, Eros y Balder, vigilados por Heimdall. Ya no estaban maniatados ni amordazados, pero no tenían ningún arma con la que protegerse.
Balder mira por la ventana, resulta muy impactante ver tantos cadáveres esparcidos por el suelo y pensar que es obra del propio humano.
– ¿Qué edad tenéis? –pregunta Heimdall con una sonrisa. Transmite positividad con su mirada, a pesar de la tensión que invade la situación. Parece un buen chico, a diferencia de los otros dos.
– Yo tengo veinte –responde Caín, tras varios segundos en los que ninguno de los tres se decidía a responder.
– Dieciocho –le sigue Eros.
– Veintiuno –dice Balder–. ¿Y tú?
– Veinticuatro –sonríe de nuevo–. Cronos también busca a su hermana, piensa que puede estar en el norte –le cuenta a Caín para complacerle.
– ¿Qué se supone que hay en el norte? –pregunta Balder.
– Montañas, y creemos que puede haber un refugio con capacidad para muchísimas personas –interviene Cronos, sin quitar la mirada de la carretera.
Tras varios segundos de silencio, Balder, que está sentado al lado de Caín, se acerca a su oído.
– ¿Cómo estás tan seguro de que no están relacionados con la catástrofe? Parecen saber demasiado –le susurra.

De repente, un edificio tras ellos estalla, lo que dirige la mirada de todos los chicos hacia la explosión. Con suerte, está lo suficientemente lejos como para que todos los escombros no alcancen la furgoneta.
Cuando Cronos devuelve la vista a la carretera, ve a una chica bajita que, con paso lento debido a que parece tener una herida en la pierna, cruza por la carretera sin percatarse de que la furgoneta está a apunto de chocar con ella.
Cronos pega un volantazo con la esperanza de no llevarse a la chica por delante.

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