Todo comenzó cuando a Liam Dunbar se le pasó por la cabeza que era buena idea unir fuerzas con nada más y nada menos que Theo Raeken; sí, el mismo Theo Raeken que traicionó y dañó a la manada en múltiples ocasiones, aquel que no dudó ni un segundo en hacerse con sus artimañas y habilidades de manipulación en pro de su propio beneficio, sin importar las consecuencias.
Bien podría excusarse al sostener que tiempos desesperados requieren medidas desesperadas, que el fin justifica los medios, o alguna otra frase similar; mas tarde o temprano se daría cuenta de que la realidad era tan distinta que no tenía ni puta idea de lo que estaba ocurriendo, y solo sería consciente de ello cuando le azotara de golpe y lanzara lejos su cabeza.
Porque de nada le serviría en el momento en que perdiese por completo los estribos.
Theo Raeken no era de fiar; se lo habían dicho ya. Pero Liam fue tan iluso como para pensar que podría mantenerlo bajo control.
Y es que tenerlo de su lado, a su lado, durante la cacería salvaje resultaba precariamente considerable; mantenerlo cerca después de ello, no obstante, era una jodida cosa muy diferente.
Cuando quiso darse cuenta, se había metido bajo su piel.
A pesar de ello, Liam Dunbar no admitiría, ni en un millón de años, que algo como eso había ocurrido. Aún cuando se empecinara en defender la integridad de la quimera frente a la manada, ni siquiera por el hecho de estar más pendiente de esta que de su propio bienestar. De un modo u otro, era su responsabilidad, ¿cierto?
Él le había traído, él le había mantenido a su lado, y lo que es más importante: él se había rehusado a devolverlo adonde todos pensaban que debía regresar.
Porque podría ser «conveniente», dijo una vez; porque de verdad parecía estar «cambiando», llegó a aseverar, bajo la evidente incredulidad de los presentes.
Pero Malia sabía que estaba siendo un reverendo imbécil, Lydia pensaba en las probabilidades de que algo saliera mal, Stiles no se quedaba atrás, y Scott temía que tuviesen razón.
Ni siquiera parecían llevarse bien; al contrario, quien los viese de cerca asumiría que se odiaban con el fervor de mil soles. Theo Raeken tenía la habilidad de hacerle perder la paciencia con tan solo una mirada y esa sonrisa que varias veces había sido quebrada a base de golpes; se trataba de un pequeño juego para él, uno que disfrutaba a la perfección. Lo que nadie sabía, era que así como le sacaba de quicio, lograba traer de vuelta sus pies sobre la tierra.
Con demasiada facilidad, quizá.
En el fondo, a Liam le gustaba ese hecho; tal vez.
Mason le había dicho, en más de una ocasión, que abriera los ojos de una buena vez: Theo Raeken seguía siendo el hijo de puta de siempre, nada era diferente entonces; las personas como él, difícilmente cambian para bien.
Liam, en ese momento, decidió dar como terminado el juego, dejando a un muy molesto Mason y a un confundido Corey en medio de la partida.
Se le estaba saliendo de las manos y no quería admitirlo. En realidad, no quería admitir absolutamente nada; las señales se encontraban allí, frente a sus ojos, y el lobo insistía en ser tan idiota como para pasarlas desapercibidas.
¿Por qué?
Theo continuaba mostrándose como Theo: Misterioso, manipulador, insensible, cruel y despiadado; el mismo capaz de vender su propia alma al demonio y dejar a Liam a merced de los cazadores cuando ya no le fuese útil. Seguía guardándole secretos, perdiéndose de su vista en cuestión de un parpadeo, y volviendo a él como si nada hubiese pasado.
Le exasperaba.
También le preocupaba en demasía, al punto de producirle ansiedad y privarle del sueño durante aquellas noches en las que sus mensajes no eran respondidos y sus llamadas no eran contestadas.
Como si le estuviese evitando.
—Han pasado tres días, Liam.
Mason era su mejor amigo, nada iba a cambiar eso nunca; más que eso, era su hermano. Pero eso no significaba que a veces no le detestara, como en ese momento. Específicamente por el tono de su voz, con ese maldito timbre cansino que denotaba un innegable «te lo dije». Liam no necesitaba eso en ese preciso instante, porque allí sobre el sofá, se hallaba hecho un mar de nervios.
De un instante a otro, se levantó de golpe; brusco, hasta violento. Sus manos empuñadas a la altura de sus muslos evidenciaban la tensión en sus músculos. La piel enrojeciéndose alrededor de su cuello demostraban cuán alterado se encontraba. Y sus ojos... Oh, sus ojos, estaban a punto de tornarse de aquel color ambarino que solo significaba una cosa.
En definitiva, no necesitaba que le echaran en cara lo obvio.
Theo se había ido.
Sin dejar ningún indicio, sin dar ninguna explicación.
Acto seguido, Mason se levantó, con meticulosa lentitud; sus ojos fijos en el joven lobo, sus manos alzadas a la altura de su propio pecho.
—Liam...
Nada.
—Liam... Tranquilízate.
Musitó Mason una vez más, con voz suave y calmada, en un vano intento por transmitirle a su mejor amigo el sosiego que requería en ese momento. Sin embargo, aquello estaba lejos de funcionar.
El muchacho de tez clara dejó escapar un gruñido, en respuesta, mientras cerraba sus ojos. Tenía tensa la mandíbula, y podían verse un par de venas marcándose sobre la piel de sus brazos.
Lo siguiente que supo Mason fue que su mejor amigo había abandonado la sala de estar y, posteriormente, la casa, dando un portazo. Agradeció para sus adentros que no hubiese nadie más allí, o tendría que contestar preguntas imposibles de responder.
Continuará...
•••
Por fin me animo a escribir un fanfic sobre mi couple favorita de Teen Wolf y ha salido esto; al principio planeaba que fuese un oneshot, pero descarté la idea mientras pensaba en lo que sería el segundo capítulo. Espero que esta historia sea de su agrado, me gustaría mucho leer sus opiniones en los comentarios.
Nos vemos en el próximo capítulo.
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Destinos entrelazados
FanfictionDe cuando Theo se encuentra a nada de marcharse de su vida, y Liam tiene una idea mucho mejor.