Capítulo IV: Problemas

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Quizá esa era una de las cosas que se habían vuelto costumbre entre ambos. Era como si se tratara de una clase de fuerza magnética capaz de hacer que, en situaciones similares a aquella, el puño de uno terminara impactando contra la nariz del otro; nunca había significado un problema, esta vez no sería la excepción, así que aquel acto simplemente fluyó de forma natural, guiado por las emociones que se hallaban en el pecho del joven beta. Theo le producía exasperación, pura y palpable; un hecho irrefutable para cualquiera que posara su atención en ese par tan singular.

En otras circunstancias, Theo le hubiese devuelto el golpe con una satisfacción que difícilmente podría disimular, pues su sonrisa de medio lado se lo impediría; se había vuelto uno de sus pasatiempos ver cómo el lobo perdía los estribos. Mas en esta ocasión, por el contrario, apenas pudo atinar a llevar sus dedos hasta su nariz, comprobando en cuestión de segundos que, en efecto, gotas rojizas caían por sus fosas nasales. Sus ojos claros se desviaron desde la palma de su mano hasta el rostro de Liam, y fue gracias a ello que no pasó desapercibido su próximo movimiento; por poco, en realidad.

Tan pronto como hubo captado sus intenciones, por reflejo logró anticiparse a sus actos y, en consecuencia, prevenir que fuese otra parte de su rostro la que terminara siendo víctima de los arranques de ira del joven beta. Detuvo el impacto de su puño, rodeándole la muñeca con los dedos de su mano derecha, ejerciendo la presión suficiente para mantenerlo inmóvil. A causa de ello, los ojos claros de Liam se tornaron amarillos, al mismo tiempo en que su mandíbula se mostraba tensa y sus colmillos se dejaban ver; la quimera, por su parte, permanecía en aparente calma.

Pero aquello no era suficiente para contener la fuerza del lobo; con tan solo mirar el semblante de Theo, Liam sentía que su enojo crecía aún más. Fue por esa razón que, sin pensárselo dos veces, se apresuró a hacer uso de su mano libre y, en un movimiento rápido, imitó sus propias acciones, con la clara intención de propinarle un nuevo puñetazo; la quimera no lo vio venir —por desgracia—, y en esta ocasión fue su mentón el que acabó lastimado, motivo suficiente para hacerle soltar un quejido conforme, a su vez, liberaba la muñeca del beta.

—Debes hacer algo con ese problema de ira.

Murmuró entonces, con aire casual.

En respuesta, Liam se limitó a largar un gruñido, con ambas manos hechas un par de puños; a pesar de ello, al cabo de unos segundos, sus iris volvieron a adquirir su color natural. Ni una sola palabra abandonó su boca después de haber emitido aquel sonido, al menos no de inmediato; había una mueca de disconformidad en los labios del lobo, quien miraba a la quimera con detenimiento, al mismo tiempo en que se esforzaba por regular su agitada respiración y controlar su errático pulso.

Theo estaba por terminar de limpiar la última gota de sangre que se hallaba en sus labios cuando volvió a enfocar por completo su atención en Liam; este último permanecía de pie frente a él, a centímetros de distancia. No obstante, bastaron un par de segundos para que la quimera observara cómo el lobo se alejaba apenas un par de pasos, de forma más bien dubitativa; Raeken alzó una de sus cejas debido a ello, a medida que, en su mente, se preguntaba la razón de tal acción por parte de Dunbar. Y, sin darse cuenta, de pronto se encontraba detallando incluso los pequeños gestos.

—Estaba preocupado...

Musitó Liam, quedamente, sintiendo la boca seca conforme las sílabas eran pronunciadas. En algún punto, aunque por breves instantes, no pudo evitar desviar la mirada hacia el suelo; quizá, solo quizá, un tanto avergonzado por su reciente actitud. Pero eso no significaba que se arrepintiera del todo; tenía la convicción de que Theo Raeken se merecía cada uno de esos puñetazos.

Theo apenas atinó a asentir con la cabeza, ligeramente, y con cierto aire de resignación; incluso pareció que dejaba escapar un suave suspiro en medio de aquel acto.

Destinos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora