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Capítulo 2: 

Perdiste.

El pequeño Hüseyin se había convertido en el consentido de su abuela, y todo el harén parecía adorarle, todos excepto su padre. Solo lo veía cuando la Valide Sultán se lo llevaba personalmente a la Hasoda. Y es que Mehmet no soportaba que cada que crecía el niño se parecía mucho más a Esma Hatun. Sin embargo, le quería mucho a pesar de no demostrarlo.

Estaba plenamente feliz, tenía un heredero, un harén tranquilo y un pueblo agradecido.

Pero todo estaba a punto de cambiar.

Ayşe sabía que se acercaba el día de su parto. Tenía calambres en las piernas y leves hormigueos en el vientre bajo. Solo deseaba que fuera un niño. Alguien que le diera poder en ese apestoso palacio, aunque luego de su cambio con Mehmet, ya no se la pasaba tan mal. Pensó que, con el nacimiento del niño, podría tener un poco de tiempo para ella, y así poder estudiar, pero su Majestad no le prestaba mucha atención a su primer hijo. Ayşe sospechaba que era porque ver al niño casi siempre significaba o ver a Esma, o ver a la Valide Sultán, con quien aun no arreglaban sus diferencias.

—¿Han hablado de nombres? —preguntó Süleyman. Los tres estaban en el centro del harén, pasando la tarde. Allí mismo, frente a ellos, estaba Esma con su bebé. Era una copia exacta de la mujer.

—Mustafa o Mohamed —susurró la pelirroja sin importancia, pero la mirada que se dieron sus amigos le pareció extraña—. ¿Qué? No me parecieron malos.

—Bueno —comenzó el eunuco—, así se llamaban sus hermanos.

—¿A los que asesinó? —ambos asintieron—. ¿Y por qué querría darle esos nombres?

—Pues no lo sé —respondió Mahpare—, su Majestad toma decisiones bastante extrañas.

—¿Y si es niña?

—Me dejará escoger —dijo arrugando el ceño, sentía algo extraño—. Me gusta Senay, una vez lo oí en el bazar de Manisa; así se llamaba una mujer rica de allí.

—Tu hija será más rica que...

—No puede ser —susurró Ayşe, y no fue necesario que preguntaran que había pasado. El sonido del liquido cayendo al piso indicó a todos que la mujer había roto fuente—. Dios mío, Dios mío.

Süleyman la ayudó, aguantándose las ganas de golpearla. Aun no le podían quitar las expresiones católicas. La llevaron a los aposentos de la pelirroja, que ya hacia días estaban listos para recibir a su bebé. Las parteras no tardaron en llegar.

—Más te vale que la Hatun sobreviva —dijo Süleyman mientras lo echaban de los aposentos— o te mataré con mis propias manos.

Pero lo último las parteras no lo oyeron. El eunuco en seguida corrió para avisarle a la Valide Sultán, tal como lo decían las costumbres.

Adentro, Ayşe trataba de recordar los ejercicios de respiración que tantas veces había practicado con Mahpare, pero el dolor era tan intenso que se le olvidaba hasta como pensar. Era como si rasgaran su piel a cada segundo, como si le quemaran desde dentro hacia fuera. Sabía que todas le estaban dando órdenes, que le gritaban, mas no dejaba de concentrarse solo en el dolor, en sus piernas entumecidas, y en que sentía que su ser la abandonaría en cualquier momento.

—¡VAMOS HATUN! —gritó una de las muchachas golpeándole la cara, mientras otra le empujaba el vientre—. ¡YA VIENE!

Ayşe no entendía qué pasaba, se sentía desorientada. Todo, hasta que escuchó aquel llanto, que le llenó los pulmones de aire, vida, valentía y temor. Las galenas se llevaron al bebé para limpiarlo, Mahpare estaba al lado de las mujeres, con lágrimas en sus mejillas. Sentía como si fuera de ella.

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⏰ Last updated: Aug 09, 2023 ⏰

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