Capítulo Uno

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Las gotas de lluvia caían al igual que tus lágrimas, veías por la ventana tu reflejo corromperse cuando estas llegaban a mezclarse en el pequeño charco que poco a poco se había ido formando en el piso.

Veías con detenimiento ese cristal delgado y frágil,  llegando a la conclusión que si este era maltrado o siquiera por error fuese golpeado de forma leve se agrietaria incluso llegaría a romperse por completo.

Sus partes solo quedarían con la fácil tarea de dañar a quienes tratasen de recoger sus pedazos buscando protegerse de todo el que les había echo el mal.

Sonreíste aún con los ojos completamente irritados, uno de tus párpados de color morado se veía en el reflejo de la ventana, tocaste tu vientre con delicadeza, sollozaste nuevamente en tu intento de ser fuerte.

-No eres.. para nada afortunado..perdóname mi pequeño retoño.

Lloraste abrazándote, nunca lo llegarías a tener entre tus brazos aunque siempre había sido tu mayor sueño tener un bebé, una familia, por fin no estar más sola en este mundo frío y dañino.

Suspiraste ondo, te limpiaste las lágrimas y subiste los escalones para llegar a la cocina, quisiste probar por si encontrabas algo para comer ya que hace bastante tiempo no probabas algún tipo de bocado.

-Vete.

Ordenó el, tan frío y cortante apenas escuchó el sonido de tus pizadas encima del piso viejo de madera.

-No me hagas perder la poca paciencia que me queda.

Temblaste al verlo tomar uno de los cuchillos en su mano izquierda amenazandote con este.

-Tambien llevate tu mierda de aquí.

No pudiste evitarlo, tus ojos se volvieran a llenar de lágrimas y sin previo aviso estas cayeron por tu mejilla creando tu propia tormenta, lentamente te arrodillaste y tomaste del piso el pequeño zapatito de bebé que habías tejido con mucho amor e ilusión, este se veía sucio, con arena y quien sabe que más  sin embargo te encargarías de que quedara reluciente nuevamente, guardandolo en uno de tus bolsillos volviendo por dónde habías ido.

Te sentaste ensima de aquella colchoneta vieja que utilizabas para descanzar, con cuidado tratando de no hacerte daño o más de lo que el ya te había echo.

Sentiste tu estómago dar un vuelco por lo que quitaste el pequeño pedazo de pan que tenías guardado en el feo y descuidado armario, estaba algo duro y rancio pero no tenías otra cosa que comer más que esto, ni siquiera sabías en cuanto tiempo volverías a masticar, siquiera si volverías a probar un alimento en buen estado, uno nunca se sabe y más en tú caso.

Corregido el 09.03.23
Hora 11:07 a.m.

Perdón - Gaara X LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora