Pocos días puedo ver tanto azul, por un lado estaban las diversas tonalidades respectivas de un cielo poco antes del atardecer, después las estelas azules que emanaban constantemente de la gente combinadas con sutiles brillos rojos de otros individuos los cuales aún no lograba identificar, y por último, pero no menos importante, las plumas de un herrerillo que canturriaba junto a la ventana, de este último azul, por irónico que parezca, emanaba otro color, amarillo, un dulce y brillante amarillo, tan delgado y transparente que de no ser por tanto azul me sería imposible verlo.- ¿Seguirás soñando despierto o ayudáremos a estas personas?- Señaló el bufón bastante irritado mientras golpeaba la mesa.- Te estoy hablando.-
- Me estás gritando, lo cual por cierto, es muy distinto, ademas ¿que quieres que hagamos?
- ¡Salvar a las mujeres! ¿que no escuchaste su historia? con tus pócimas seguro podemos hacer algo.
Abro ambos ojos de golpe y miro perplejo al bufón sin terminar de creer lo que me está diciendo - No es un juego Bufón, el duque obtuvo "legalmente" a las mujeres de aquí con el sagrado permiso del rey, levantar siquiera la mirada en torno a él significará nuestra muerte en el peor de los casos.
- Pero ¿y si lo logramos? y si con tu magia llegamos de algún modo y las rescatamos sin que se den cuenta tal vez...
- Entonces no solo nos matará a nosotros, si no además a cada hombre, mujer y niño en Riftwood.
- Pero...
- Pero nada, se acabó la discusión, nos iremos apenas salga el sol.- Sentencio finalmente mientras veo marchar furioso al bufón.
Los murmullos resurgen después del silencio, me olvidé por un segundo de todos los aquí presentes, probablemente me odien, si ellos tuvieran la más mínima oportunidad de salvar a sus esposas e hijas lo harían sin dudarlo, solo espero que comprendan.... un silencio atrae mi atención, el silencio casi indistinguible de un ave que no canta, de un herrerillo contaminado por la tristeza del hombre.
Mentiría si dijera que no quiero intentarlo, tal vez se deba al amor que ingerí por accidente pero de verdad me aflige todo esto, como si presionaran mi pecho con fuerza, tal vez debería hablar con el bufón, planear algo, quizás el conde devuelva a las mujeres a cambio de algo de felicidad.
- ¿Es cierto que puedes salvar a mi hija?- Preguntó un hombre de mediana edad bastante más alto que yo, sus ojos estaban enrojecidos y ojerosos, producto de múltiples noches en vela, de él brotaba el azul más denso y oscuro de todos, tanto que era difícil incluso moverme.
- No puedo hacerlo, lo siento.- trato de retroceder pero el se acerca aún más y toma mi mano. - Discúlpeme buen hombre pero de verdad no...
- ¡Se lo imploro!- grita él hombres estallando en lágrimas mientras se arrodilla- Oro, seda, incluso mi vida si es necesario, le daré lo que sea, pero porfavor, salve a mi hija, mi pequeña, desde que murió su madre yo... yo...
Todos me miraban expectantes, sus rostros parecían querer ocultarlo pero compartían el mismo dolor de este hombre, humillado y arruinado a mis pies, suplicante por el bienestar de una pequeña, en ese momento mis labios, contra todo sentido común, se movieron ignorándome por completo.- Todo estará bien, te prometo que la traeré a casa.
Cada una de las personas en el bar levantó la jarra y gritó con fuerza, algunos aplaudieron y otros me desearon suerte, las estelas azules no desaparecieron, pero si se vieron eclipsadas por un verde parecido al del césped y un amarillo semejante al licor, todo cambió tan rápido que me dolieron los ojos -"Montón de idiotas doble cara"- pensé, -"de verdad los extrañaba".
- ¡Bufón! ¡Bufón!- gritabas por toda la aldea pero no podía encontrarlo, necesitaba disculparme y además, no podría hacer esto solo.- ¿¡Donde estás mujeriego de cuarta!?
Lo busqué por cada calle hasta volver de nuevo a la posada y encontrar la tela de mi carruaje abierta, entre a esperando lo peor pero por desgracia no me equivoqué en lo absoluto; faltaban muchas botellas y la bolsa del bufón.
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El hechicero de emociones.
FantasyEl hechicero de emociones no es más que una obra para pasar el rato, podría acabar en un mes, una semana o incluso esta misma noche; en ella hablaré de las aventuras de un hombre que teme al vacío de su propio corazón y un chico cuya sonrisa jamás f...