37. Jamás haber entrado...

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Oh, atravesar los pasillos del Olimpo a sabiendas de que el regreso a mi reino era inminente, se sentía glorioso. Volvería al Inframundo después de tanto tiempo y quizá nuevamente me albergaría ahí por años, hasta que alguna nueva aventura necesitara de mí en la superficie. 

Por el momento, estaba satisfecho con la reciente visita al mundo.

—¡Mi Dios favorito!—exclamó Segury, solo pude poner los ojos en blanco antes de que él continuara pero en susurro—. No le digas a nadie que lo eres, pero sí lo eres.

—Quítate de mi camino.

—¿Por qué? ¿Hacia dónde te diriges?—inquirió curioso, siguiéndome el paso.

—Te importa un carajo—respondí y sonreí a labios cerrados, sin detener el paso.

—¿Tú crees? No, la verdad es que si me interesa saber. Ya sabes, todos están en el cuarto de las sillas enormes y creo que te están esperando.

—Pues se quedarán esperando.

—¿Por qué?

—¿Te han dicho que eres verdaderamente irritante?— solté y le miré con un poco de mucho fastidio.

—No, yo más bien pienso que tú eres un quisquilloso.

—¿Qué demonios significa eso?

—¿Eres un Dios que sabe todos los idiomas del mundo, pero no conoce el significado de "quisquilloso"?

—Los mortales inventan palabras estúpidas a veces.

—Creí que ustedes inventaban las palabras.

—Solo las de clase. Los humanos agregaron barbaridades gramaticales tales como "selfie" y "compañere".

—Entiendo. ¿Y a dónde vas? —insistió.

—Al Inframundo.

Mierda.

Me hizo decirlo.

—Ah, ¿y cuándo vuelves?—curioseó, como si tuviera el derecho de hablarme.

—Qué te importa.

—No irás al Inframundo. —Se agregó la odiosa voz altanera de Zeus, haciéndonos detener.

Decidí no decir nada, la verdad es que ya estaba harto de discutir, especialmente con él. Inicié mi camino de nuevo ignorándolo todo, al menos hasta que sentí cómo él mismo jaló de mi brazo, regresándome hacia ellos.

—Suéltame —pedí con tranquilidad, estaba tratando de ser un Dios bueno, tranquilo y sereno.

—Ve al salón de los tronos, te necesitamos. Y olvídate del Inframundo, aún no es tiempo.

Pero es que a mí nadie me ordenaba, carajo.

—Adiós, Zeus.

—Ya supera lo de Jade, ahora sí la tienes para ti solo, no sé qué demonios te molesta—bufó y yo no pude evitar soltarle un fuerte golpe en el rostro que se sintió maravilloso.—¡¡Hades!!—recriminó, tomando en puente de su nariz.

—Dije adiós—gruñí.

—Mi hermanita se va a poner muy triste si te vas —soltó Segury, y entonces, sus palabras captaron mi atención.

—¿Quién?

—Oh, ¿no lo sabes? —Viajo la mirada a Zeus y me señaló—. ¿No lo sabe?

—No, salió de la cabaña echando fuego antes de que explicáramos esa parte, recuérdalo —respondió mi hermano sin quitarme la mirada en un tono tan irritante, que mi cabeza quiso explotar.

El Olimpo: HADESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora