t h r e e

122 11 16
                                    

salieron corriendo de ahí como si nada, como si en realidad las calles oscuras y vacías de seúl fueran en realidad un campo de flores sin fin al que recorrer sin parar.

gritaban y reían, extendiendo sus brazos como si fueran a volar. jaemin estaba ebrio, a decir verdad, y aunque jaeno no, solo le seguía la corriente, pues, nada malo pasaría. eran solo dos chicos jóvenes cayendo de a poco en las trampas del amor, carbonizados por el mismo hasta convertirse en cenizas de rosas que se enviarían en cartas el uno al otro para demostrarse cuánto se querían.

pero eso, por más hermoso y ligero de soñar que suene, no pasaba aún. así que sí, solo eran un ebrio y un sobrio siguiéndole la corriente al ebrio.

como unos locos sueltos, se tiraron en medio de la calle a apreciar las estrellas. por alguna razón, la ciudad parecía menos iluminada esa madrugada, así que jaemin aprovechó para enseñarle algunas constelaciones a jaeno, quien reía por algún que otro balbuceo sin sentido que se le escapaba al mayor.

jeno comenzó a escuchar un motor, como de una moto, pero se oía tan lejos que ni siquiera creyó que fuera en la misma calle en la que estaban acostados.

creyó.

el sonido se iba haciendo cada vez más fuerte detrás de ellos, lamentablemente, cuando jaeno quiso voltear, la moto no se encontraba a una distancia considerablemente larga.

—¡JENO!— gritó jaemin.

se abalanzó sobre el menor y rodaron hasta el cordón de la acera.

jaeno levantó la cabeza enfurecido. sabía que el tipo que conducía no lo escucharía, pero si no gritaba, iba a explotar.

—¡MALDITO HIJO DE PUTA! ¿¡QUIÉN DEMONIOS TE CRE-

jaemin no lo aguantó más. calló a jaeno con un beso, el cual fue correspondido casi al instante.

—conozco estas calles, mi departamento queda cerca de aquí. vámonos— se levantó y ayudó al menor a hacer lo mismo.

caminaron, entre sonrisas charlas y miradas pícaras pero avergonzadas. sus dedos meñiques fueron los primeros en tocarse, casi desde el principio. tímidamente se acercaron hasta enredarse, luego fue toda la mano y todos sus dedos enredados en un acto de cariño y confianza que comenzaba a crecer y pronto podrían cultivar como amor. amor que ya existía, por supuesto, pero intensificarlo no estaba de más.

llegaron al lugar. subieron y entraron. los últimos pasos antes de ingresar habían sido en silencio, así que su entrada también lo fue. jaeno observó el lugar, era la primera vez que estaba ahí, y sentirse conforme le hacía bien.

—es muy lindo, acogedor.— sonrió el menor. aún no habían soltado sus manos, entonces aprovechó para sujetar la ajena con más fuerza.

—es como cualquier otro.— rió jaemin. —he vivido en otros tres y solo uno ha sido diferente, los demás eran todos iguales pero ubicados en distintos ángulos.— jaeno rió con él, luego de eso...

silencio.

pero no era incómodo, al contrario, era maravilloso porque se sentía bien poder estar ahí con el otro, con el tiempo a su favor al estar la noche haciéndose muy larga.

esta vez fue jaeno quien se acercó, lentamente y aún sin soltar su mano. comenzaron un beso que ardía, que los quemaba hasta fundirlos.

jaemin soltó sus manos al fin, las puso a ambas en el pecho de jaeno y fue empujándolo hasta tirarlo en el sofá. el menor quedó sentado, jaemin se separó solo para acomodarse y sentarse en el regazo ajeno y proseguir con el beso.

r a c i s t  |  nomin  [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora