3 de Agosto, 2011

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    —¡BÁJENMEEEEEEEEEE! ¡MAMÁAAAAA!

    —¡LO ESTÁS HACIENDO BIEN HIJO, TÚ PUEDES!

    —¡ME QUIERO BAJAR!

    —¡NO SEAS UN BEBÉ LLORÓN, SAM! ¡TE VA A TIRAR SI SIGUES ASÍ!

    —¡HARRY!

    —¿Qué? ¡Pero si es verdad!
   
    A lo lejos se escucharon las carcajadas de Tom y Paddy.

    El rostro severo de Nicola fue torpemente enfocado antes de regresar al espectáculo principal, donde el menor de los gemelos se encontraba sentado arriba de un elefante que caminaba a una velocidad poco moderada dentro de los límites del terreno, siendo observado por su familia que estaban resguardados detrás de una valla.

    Tom fue el tercero en subir a uno de esos animales en compañía de uno de los instructores y luego subió un muy sonriente Paddy.

    Todos lo estaban disfrutando, menos Sam.
   
    —Ya, ya, ¡ya! ¡YA BÁJENME! —exclamó al ver como el elefante aceleraba y hacía movimientos más bruscos.

    —¡Niño, si sigues así lo vas a asustar y te vas a caer!

    —Sam es todo un exagerado, tampoco es tan terrible —bufó Harry, quien había sido el primero en subir.

    —Aún así no puedes decirle llorón, Harry.

    —¡Mira mami! ¡Hola! ¡Hola papá! —gritó Paddy saludando entusiasmado desde su asiento, recibiendo el mismo entusiasmo de sus padres.

    —¡Lo estás haciendo muy bien, cariño!

    —Shh Paddy, la vas a asustar.

    —Oh, lo siento mucho, no nos tires, ¿sí? —murmuró acariciando al animal con delicadeza, haciendo sonreír a Tom.
   

    Cinco minutos después Sam al fin pudo bajar con suma dificultad del animal, corriendo lejos de él para esconderse en los brazos de sus padres, quienes comenzaron a sobar su espalda para calmarlo.

    Harry suspiró.
   

    —Si sabes que él estaba más asustado que tú, ¿no?

    —¿De qué hablas? ¡Él puede aplastarme si quiere!
 
    —Pero jamás lo va a hacer a menos que le des motivos o se sienta amenazado —dijo Harry apuntando a sus otros dos hermanos, quienes le daban de comer a la elefanta que les había dado el paseo— Tú estabas todo gritón arriba de él, ¿crees que no se asustó el pobrecito?

    —¡Paddy no te comas eso! ¡Es para ella, no para ti! —gritó Nicola alarmada al ver como el pequeño se llevaba a la boca una de las raíces, asustando a los gemelos.

    —¡Pero tengo hambre!

    —¡Luego comeremos, ahora escúpelo! —demandó la mujer acercándose a sus otros dos hijos, dejando al resto con su esposo.

    —¿Crees que el golpe lo haya dejado tonto?

    —¡Harry!

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