River.

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Avisos:
- Los de siempre😏🔥

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Ha comido con la tensión del que espera algo jugueteando con su estomago, no quiere mostrarse ausente pero no puede pensar en nada que no sea la llegada de Agoney a esa reunión; las cosas en su vida están cambiando desde el CCME y aún sabiendo que necesitan tiempo, Raoul no ha podido evitar tirarse a la piscina.
En cuanto Agoney se fue a las islas él recolocó toda su existencia, se habían prometido hablarlo, escribirse, pero lo cierto es que no sabían nada el uno del otro, desde entonces, salvo dos o tres mensajes que no habían llevado a nada y realmente eso le cabreaba y le había llevado, en los últimos días, a replantearse si de verdad Agoney quería lo mismo.
Pero en cuanto lo ve llegar todo a su alrededor se para y sólo tiene el negro de los ojos del canario donde agarrarse así que se queda allí, desconectado del mundo, conectándose a Agoney y el moreno le deja; tienen mucho de que hablar pero le gusta tener a Raoul anclado en su mirada, él tampoco puede dejar de nadar en la miel de la mirada contraria.

El encuentro va bien, es raro cuando se hace público porque las vidas de ambos vuelven a aparecer y tienden a cambiar el peso en la balanza. Las cosas se complican en la vida que los dos han construido, si se puede llamar así, a pesar del otro, del hueco que siempre van a ocupar en el cuerpo, el corazón y la mente del contrario así que se lo pasan bien y dejan que exista un nuevo comienzo pensando solo en ellos y dejando de lado el resto; una y otra vez no pueden dejar de buscarse.

Esa misma noche Agoney aparece frente la puerta de casa de Raoul, llama al timbre y sube como lo ha hecho todas y cada una de las veces anteriores, tranquilo. Llega hasta la puerta del piso del catalán y sonríe al verle allí, esperándole; Agoney odia que Raoul siempre sepa cómo va a reaccionar, cuales van a ser sus movimientos.

– Hola. – Saluda flojito.

– ¿Quieres pasar?

Agoney asiente y sigue los pasos de Raoul desde la entrada hasta el salón, acomodándose junto a él en el sofá.

– Siento...

– Ya...

Se miran y se sonríen.

– ¿Nunca perderemos la capacidad de leernos la mente verdad?

Vuelven a reír.

La velada es cómoda, bonita, Raoul es todo un anfitrión y Agoney se siente tan bien en esa casa, de nuevo, que le asusta. Hablan de nada, rodeando el tema principal y su beso de septiembre pero es que da miedo, da mucho respeto saber que entre ellos siempre existirá ese hilo rojo.
No saben cómo hacerlo, ambos son conscientes de las situaciones ajenas que los dos han comenzado y eso se lo pone un poquito más difícil.
Están a principios de octubre y las cosas, las que no son entre ellos,  no les están saliendo tan bien como pensaban.

– ¿Tendremos que hablar no? – Rompe el silencio la voz de Agoney. Raoul no puede hacer más que asentir e intentar tragarse el corazón y los pulmones que amenazan con salirse por su boca. Se gira sobre su cadera y se apoya con el codo en el respaldo del sofá, natural, encarándose al canario que lo mira desde su sitio en la misma posición.

– Hablemos.– Responde casi en un susurro.

– Raoul yo...

– Vamos a intentar hablar solo de nosotros ¿si?– Pone como condición el rubio.

Agoney se muerde la sonrisa. – Vale.

– Ya veremos cómo evoluciona esto. – Dice alternando su dedo índice entre los dos. – Se trata de saber si sí o si no, ¿no? Lo demás...

You, you, you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora