Yon Hee
El aula de dibujo está fría y tiene el suelo de piedra lleno de pedazos de papel y trocitos de bloques de parafina. Las paredes están bordeadas de quemadores y fregaderos porque hace mucho tiempo era el aula de hogar, antes de que el centro decidiera que era sexista enseñar a los niños a cocinar. Supongo que no importa. Sustituyeron aquella asignatura por dibujo y yo de todos modos no sé cocinar. Son las seis y media de la mañana del viernes, así que el instituto está casi en silencio absoluto, salvo por el suave zumbido de la enceradora del conserje mientras pule el suelo unos pasillos más allá. Un profesor grita a un compañero de trabajo detrás de mí y yo me sobresalto por el sonido de la voz. El hecho de estar preocupada porque un genio pueda aparecer en cualquier momento no va muy bien para los nervios. Tampoco había beneficiado en nada a mi sueño, puesto que ayer por la noche había dormido una hora como mucho.«Para. Olvídate de él. Olvídate de los deseos y concéntrate en pintar.»
Saco varios caballetes y coloco en ellos los cuadros en los que estoy trabajando para la exposición de arte del colegio que tendrá lugar dentro de poco. El tema de este año son los paisajes y no puedo convencerme de que mis montañas no necesitan más árboles o... algo. Me echo hacia atrás y mis ojos se alejan hacia unos caballetes que están al otro lado de la clase, los cuadros de Kim So Jung.
Estoy celosa, lo admito. He estado pintando pantanos, desiertos y montañas para la exposición. Están bien, pero no tienen nada especial. Los cuadros de So Jung, en cambio, son muchísimo más creativos. Ha pintado dormitorios en las montañas, salones bajo el agua y televisores en las orillas nevadas de un lago. Me levanto y camino hacia ellos. So Jung ha usado rojo, rosa y naranja fosforescente. Yo he usado verde oliva y colores apagados porque pensaba que así mis pinturas tendrían un aspecto más natural. Cada vez que intento ser atrevida y pintar con los colores de ella, mis cuadros parecen baratos y horteras, como imitaciones de los originales de Kim So Jung.
No importa que siempre ganemos los mismos premios ni que estemos en las mismas clases de dibujo. So Jung es una artista. Es como si ella misma fuera un cuadro, una obra importada de una sala de exposiciones de Manhattan, con aros en las orejas y pañuelos en la cabeza y todo.
Y pinta con naranja fosforescente.
Y sale con Park Chanyeol. Son el rey y la reina de la Familia Real. So Jung es otra de esas personas maravillosas que forma parte de todo, que flota con gracia entre los grupos de gente que la adoran. Paso una mano por los colores, son despreocupados, sensuales, irresponsables.-¿Otra vez? ¿En serio?
Me muero de vergüenza al oír la voz.
-No tengo un deseo -refunfuño y me vuelvo hacia el genio.
Se impulsa con los antebrazos, que se doblan como ámbar flexible, para subirse a la encimera y se encoge de hombros.
-En realidad tienes muchísimos, lo que pasa es que te niegas a cumplirlos.
-No voy a usar un deseo para una estupidez -digo entre dientes. La verdad es que no sé qué es peor, si tener el deseo de un peinado bonito, ropa y formar parte de algo o que un desconocido lo sepa-. ¿Vas a estar... bueno... vas a estar otra vez todo el día apareciendo y desapareciendo?
-Sólo vengo cuando tú quieres o cuando tienes un deseo.
-Entonces... ¿me lees la mente? -digo y se me pone la carne de gallina en los brazos por los nervios.
El genio pone los ojos en blanco.
-No. Eres mi ama, así que estamos conectados hasta que pidas los deseos. Cada vez que quieras que esté contigo o que tengas un deseo, aquí estaré; ni siquiera tienes que llamarme en voz alta. Yo siento cuándo quieres que me presente. Es difícil de explicar, pero no leo la mente.