Aquel momento fue la clave exacta por el cual Gallardo siempre se mantuvo distante, aún que en su primera visita también lo era, esta es más diferente que nunca.
— Esa es la causa de por qué nunca intento abrirme con alguien.
—Oh vamos pequeño. — hablo una de las chicas equinas que había en el establo.
—Si pequeño, muchos sufrimos algún día una ruptura.
—Pero supongo que unos tienen mucho más suerte que otros.— Mencionó Max para luego salir caminando del establo. — Muchas gracias... Por tratar de ayudarme.
—Pobre...
Así que dejando el establo, solo camino hasta llegar a la pequeña casa de color marrón y dónde parecía que alguna vez era de color blanco, ya que con los tiempos se desgasto, así que solo bajo la mirada y con los colmillos jalo aquel pañuelo hasta quitarlo.
Así que lo dejo encima de aquel colchón cual al aspirar profundo se persigue aquel aroma.—Supongo que ya no soy tu aprendiz. Necesitarás esto por qué creo que no tienes más para obsequiar.
Así que dejando ese lugar comencé a correr de manera para perderme un rato y que no me pudieran encontrar, inclusive la idea de restregarse por el suelo fue la idea que tuve, así disipar mi olor por si duke o gallardo tratarán de encontrarme.
Y así fue cuando llegué hasta llegar a un pequeño claro dónde había un pequeño lago y con los rayos del sol se veía precioso.
—Al fin estoy solo.
Y una pequeña risa a apareció, así que sentándose seguía riendo y su respiración se hacía pesada. Y manteniendo los ojos cerrados de ellos comenzaron a salir lágrimas, y una tras otra comenzaron a humedecer ambas mejillas.
—Soy patético. Llorar por alguien.
—Supongo que sí.
Hablo una voz entre las sombras que hizo que Max saltará del terror lo que provocó que se pusiera en ataque a la defensiva, mientras miraba de donde provenía aquella voz.
Y mirando a un costado por el rabillo del ojo noto la figura de alguien, parada observándolo, y al momento de acercarse un poco y ser iluminado por los rayos del atardecer. Pudo ver de quien se trataba.
—Gallardo... — Dijo este nervioso, al ver aquel perro el cual mostraba una mirada sería.
—Quiero hablar contigo. Ven conmigo.
Dijo el perro de mayor estatura y los dos perros se dirigen hacia el borde del claro, ambos se mantenían en completo silencio, hasta salir y adentrarse nuevamente en el bosque, pero solo tardo unos minutos hasta salir por lo que parecía un acantilado. El sol se estaba escondiendo tras unas montañas boscosas lentamente. Los rayos dorados bañaban al cielo azul y pintaban a unas nubes de colores naranja y rosa. Era una vista realmente hermosa. Era el final perfecto de un día caluroso de verano.
Max y Gallardo se sientan uno junto al otro a mirar la puesta del sol
—Esto es muy hermoso.— dice max sonriente.— ¿Siente el aire?. Es fresco y huele genial. Es sin duda un momento perfecto ¿no?.
—¿Enserio eres así ? .—Mostrando una sonrisa burlona.
—Soy de la ciudad, y ver momentos así solo los vemos en esa pantalla extraña que tienen los humanos. Nunca uno real como esto.
—Supongo que es un buen punto, así que como hiciste una pregunta, tú mereces mi respuesta. Es que si es algo bello ver esto.— Dice gallardo. acercando una pata a la del terrier y tocándola
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Hilo Rojo ©
KurzgeschichtenCuentan aquellos. Qué todos nacemos con un hilo rojo, invisible a la vista, el cual está atado a alguien más. A la otra mitad de la naranja, ser que amaremos por siempre y sin importar el tiempo o adónde nos lleve la vida. Aquel hilo puede estirarse...