Formulada

64 4 0
                                    

Una vez del otro lado de ella aún más preguntas surgen en mi mente. Todo es diminuto, aunque no tanto como la chica. Me encuentro en un pueblo pequeño. En cada pisada siento como el hielo que rodea mis pies se quiebra y un charco de agua lo reemplaza.

A lo lejos veo una población y siento un gran alivio Un hombre de un metro de largo, calvo y ancho, camina arrastrando los pies. Ahora sí, una pregunta más nítida surge: ¿El mundo será más pequeño o yo seré un gigante?

Al girar la vista veo un pie que me llega al hombro. Al subir la vista me encuentro con un hombre que me sacaba mucho más de algo que se pueda medir en metros. Su barba se balancea debajo de sus rodillas, y más allá de la distancia que me separa de ella resulta evidente que no cree que valga la pena pasarse tanto tiempo desenmarañándola.

El hombre barbudo toma entre sus manos delgadas una mujer que le cabe en la uña del dedo índice. Es calva, pero la obesidad le produce curvas que dejan claro que es una dama.

Imagine que tendrían bastantes complicaciones si fueran pareja; y no solo por lo que les costaría hacer un anillo de ese tamaño si llegaran a casarse.

Continuo caminando y me encuentro con una población muy heterogénea en su totalidad. Veo, también, construcciones adaptadas para todas las alturas. Entre ellas un bar gigante con mesas del tamaño del bar que se encuentra al lado.

Nadie parece notar mi presencia, paso desapercibido entre la muchedumbre. Pero al instante veo dos ojos clavados en mi, llenos de asombro, cariño y lagrimas. Mamá.

Corre hacia mí y me envuelve en un abrazo.

—Creí que no despertarías.

—Mamá —Le susurro con la cara pegada a su hombro. Toma mi cara entre sus manos y la separa para mirarme a los ojos. Ahora está llorando mucho más que antes y las lágrimas le bajan por las mejillas en chorros y se deslizan por la pera hasta caer al suelo. Niega con la cabeza y respira entrecortadamente.

—Ciro. Tenemos que hablar.

Ahora, con un receptor frente a mi concreto mi pregunta.

— ¿Qué está pasando?


Sindrome de la antonimiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora