C A P I T U L O VII

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"Los muggles también tienen gnomos en sus jardines, ¿saben?" dijo Harry a sus amigos mientras atravesaban el césped.

"Sí, ya he visto esas cosas que ellos piensan que son gnomos" dijo Ron, inclinándose sobre una mata de peonías "Como una especie de papás Noel gorditos con cañas de pescar..." 

Se oyó el ruido de un forcejeo, la peonía se sacudió y Ron se levantó, diciendo en tono grave: "Esto es un gnomo"

"¡Suéltame! ¡Suéltame!" chillaba el gnomo. Desde luego, no se parecía a papá Noel: era pequeño y de piel curtida, con una cabeza grande y huesuda, parecida a una patata. Ron lo sujetó con el brazo estirado, mientras el gnomo le daba patadas con sus fuertes piececitos. Ron lo cogió por los tobillos y lo puso cabeza abajo.

"Esto es lo que tienes que hacer" explicó. Levantó al gnomo en lo alto («¡suéltame!», decía éste) y comenzó a voltearlo como si fuera un lazo. Viendo el espanto en el rostro de Harry y la sonrisa divertida de Draco, Ron añadió "No les duele. Pero los tienes que dejar muy mareados para que no puedan volver a encontrar su madriguera" 

Entonces soltó al gnomo y éste salió volando por el aire y cayó en el campo que había al otro lado del seto, a unos siete metros, con un ruido sordo.

"¡De pena!" dijo Fred "¿Qué te apuestas a que lanzó el mío más allá de aquel tocón?

Harry aprendió enseguida que no había que sentir compasión por los gnomos y decidió lanzar al otro lado del seto al primer gnomo que capturase, pero éste, percibiendo su indecisión, le hundió sus afiladisimos dientes en un dedo, y le costó mucho trabajo sacudirlo...

"Caramba, Harry..., eso habrán sido casi veinte metros..."observo el rubio a su lado, sacándole una sonrisa orgullosa al azabache.

Pronto el aire se llenó de gnomos volando.

"Ya ves que no son muy listos" observó George, cogiendo cinco o seis gnomos a la vez "En cuanto se enteran de que estamos desgnomizando, salen a curiosear. Ya deberían haber aprendido a quedarse escondidos en su sitio." 

Al poco rato vieron que los gnomos que habían aterrizado en el campo, que eran muchos, empezaban a alejarse andando en grupos, con los hombros caídos.

"Volverán" dijo Ron, mientras contemplaban cómo se internaban los gnomos en el seto del otro lado del campo "Les gusta este sitio... Papá es demasiado blando con ellos, porque piensa que son divertidos..." 

En aquel momento se oyó la puerta principal de la casa.

"¡Ya ha llegado!" dijo George "¡Papá está en casa!"  Y fueron corriendo a su encuentro.

El señor Weasley estaba sentado en una silla de la cocina, con las gafas quitadas y los ojos cerrados. Era un hombre delgado, bastante calvo, pero el escaso pelo que le quedaba era tan rojo como el de sus hijos. Llevaba una larga túnica verde polvorienta y estropeada de viajar.

"¡Qué noche!" farfulló, cogiendo la tetera mientras los muchachos se sentaban a su alrededor "Nueve redadas. ¡Nueve! Y el viejo Mundungus Fletcher intentó hacerme un maleficio cuando le volví la espalda" El señor Weasley tomó un largo sorbo de té y suspiró.

"¿Encontró algo, señor?" preguntó Draco con interés.

"Sólo unas llaves que merman y una tetera que muerde" respondió el señor Weasley en un bostezo "Han ocurrido, sin embargo, algunas cosas bastante feas que no afectaba a mi departamento. A Mortlake lo sacaron para interrogarle sobre unos hurones muy raros, pero eso incumbe al Comité de Encantamientos Experimentales, gracias a Dios"

"¿Para qué sirve que unas llaves encojan?" preguntó George.

"Para atormentar a los muggles" suspiró el señor Weasley "Se les vende una llave que merma hasta hacerse diminuta para que no la puedan encontrar nunca cuando la necesitan... Naturalmente, es muy difícil dar con el culpable porque ningún muggle quiere admitir que sus llaves merman; siempre insisten en que las han perdido. ¡Jesús! No sé de lo que serían capaces para negar la existencia de la magia, aunque la tuvieran delante de los ojos... Pero no os creeríais las cosas que a nuestra gente le ha dado por encantar..."

"¿COMO COCHES, POR EJEMPLO?" La señora Weasley había aparecido blandiendo un atizador como si fuera una  espada. El señor Weasley abrió los ojos de golpe y dirigió a su mujer una mirada de culpabilidad.

"¿Co-coches, Molly, cielo?"

"Sí, Arthur, coches" dijo la señora Weasley, con los ojos brillando.

"Imagínate que un mago se compra un viejo coche oxidado y le dice a su mujer que quiere llevárselo para ver cómo funciona, cuando en realidad lo está encantando para que vuele" 

El señor Weasley parpadeó "Bueno, querida, creo que estarás de acuerdo conmigo en que no ha hecho nada en contra de la ley, aunque quizá debería haberle dicho la verdad a su mujer... Verás, existe una laguna jurídica... siempre y cuando él no utilice el coche para volar. El hecho de que el coche pueda volar no constituye en sí..."

"¡Señor Weasley, ya se encargó personalmente de que existiera una laguna jurídica cuando usted redactó esa ley!" gritó la señora Weasley "¡Sólo para poder seguir jugando con todos esos cachivaches muggles que tienes en el cobertizo! ¡Y, para que lo sepas, Harry ha llegado esta mañana en ese coche en el que tú no volaste!"

"¿Harry?" dijo el señor Weasley mirando a su esposa sin comprender "¿Qué Harry?"

Al darse la vuelta, vio a Harry y se sobresaltó.

"¡Dios mío! ¿Es Harry Potter? Encantado de conocerte. Ron nos ha hablado mucho de ti..."

"¡Esta noche, tus hijos y Draco han ido volando en el coche hasta la casa de Harry y han vuelto!" gritó la señora Weasley "¿No tienes nada que comentar al respecto?"

"¿Es verdad que hicisteis eso?" preguntó el señor Weasley, nervioso" ¿Fue bien la cosa Qui-quiero decir" titubeó, al ver que su esposa echaba chispas por los ojos "que eso ha estado muy mal, muchachos, pero que muy mal..."

"Dejémosles que lo arreglen entre ellos" dijo Ron a Harry y Draco en voz baja, al ver que su madre estaba a punto de estallar "Venga, quiero enseñarte mi habitación" 

Salieron sigilosamente de la cocina y, siguiendo un estrecho pasadizo, llegaron a una escalera torcida que subía atravesando la casa en zigzag.

En el tercer rellano había una puerta entornada. Antes de que se cerrara de un golpe, Harry pudo ver un instante un par de ojos castaños que estaban espiando.

"Ginny" dijo Ron "No sabes lo raro que es que se muestre así de tímida. Normalmente nunca se esconde"

"y no me gusta que lo haga" murmuró Draco

Subieron dos tramos más de escalera hasta llegar a una puerta con la pintura desconchada y una placa pequeña que decía «Habitación de Ronald».

Cuando Harry entró, con la cabeza casi tocando el techo inclinado, tuvo que cerrar un instante los ojos.

Le pareció que entraba en un horno, porque casi todo en la habitación era de color naranja intenso: la colcha, las paredes, incluso el techo.

Luego se dio cuenta de que Ron había cubierto prácticamente cada centímetro del viejo papel pintado con pósteres iguales en que se veía a un grupo de siete magos y brujas que llevaban túnicas de color naranja brillante, sostenían escobas en la mano y saludaban con entusiasmo.

"¿Tu equipo de quidditch favorito?" le preguntó Harry.

"Los Chudley Cannons" confirmó Ron, señalando la colcha naranja, en la que había estampadas dos letras «C» gigantes y una bala de cañón saliendo disparada "Van novenos en la liga"

Ron tenía los libros de magia del colegio amontonados desordenadamente en un rincón, junto a una pila de cómics que parecían pertenecer todos a la serie Las aventuras de Martin Miggs, el «muggle» loco.

Su varita mágica estaba en el alféizar de la ventana, encima de una pecera llena de huevos de rana y al lado de Scabbers, la gorda rata gris de Ron, que dormitaba en la parte donde daba el sol.

°Segunda Temporada° /UHD/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora