Parte 6.

288 49 27
                                    

Derek no volvió a hablar con Stiles después de aquel incidente.

Y era obvio que eso pasaría, tanto Derek como Stiles estaban abrumados por lo ocurrido.
Derek se sentía como el ser más despreciable del universo, y Stiles sólo se estaba lamentando en su habitación por haberse enamorado del culpable de su próxima muerte.

Ambos habían cometido un error. Pero aún así, el error de Derek seguía siendo el más grave, y el que era menos fácil de olvidar.

Pasaron más de un mes sin siquiera encontrarse en ningún punto de la nave. Era como si Stiles tomara atajos para evitar coincidir con Derek en algún pasillo, o una sala. Sobretodo en la cocina, que era el lugar que más frecuentaban pero que aún así, nunca coincidían.

Efectivamente se habían convertido en dos fantasmas que sólo vagaban por la nave en busca de comida. Ya no se divertían, ya no iban a la piscina ni a las canchas de básquet. Ya ni siquiera iban al bar porque, del coraje, Derek había desactivado a Arthur, y sin el droide, era más molesto hacerse su propio trago.

Sin embargo, un día, cuando las luces de la nave se encendieron, sus rutinas dieron un giro inesperado.

Derek se encontraba en el vestíbulo principal de la nave, sacándole medidas al suelo con la intención de llegar a construir algo ahí.
Con una pijama blanca, y los pies descalzos, Derek se sentó a mitad del vestíbulo, importándole poco que el suelo estuviera frío.
Se sentía cansado, medir un terreno tan grande no era algo sencillo, mucho menos con esa gravedad artificial con la que vivían.

– Joder – murmuró él, suspirando con algo de exageración antes de escuchar claramente cómo la puerta del vestíbulo se abría.

Con prisa, Derek miró hacia la puerta, no pudiendo evitar sonreír al ver que era Stiles el que entraba al vestíbulo. Pero, para sorpresa de Derek, el castaño venía corriendo, usando ropa deportiva y un par de audífonos.

Era lógico, Stiles no estaba ahí para buscar a Derek. El castaño solamente empezaba una rutina de ejercicio, la cual incluía el correr por unos cuántos salones de la nave.

Stiles fingió no ver al azabache. Tan sólo pasó a su lado y siguió corriendo, concentrándose en la música que sonaba en los audífonos.

– ¿Más ley del hielo? – bramó Derek, creyendo que Stiles no lo escucharía. Sin embargo, lo hizo.

El castaño detuvo sus pasos a unos cuántos metros de distancia de Derek, y sin pensarlo se volteó para mirarlo.
La mirada de amor se había ido, sólo había desprecio reflejado en esos ojos castaños, sin ilusiones.

– Perdón – se disculpó Derek, y cuando quiso acercarse a Stiles, éste alzó una mano en señal de que se alejara.

– No es tan malo pasarla solo, ¿Sabes? – empezó a decir el castaño –. Llevamos seis meses andando por aquí, solos. No me he vuelto loco, ni...ni me ha dado la necesidad de buscarte – en eso último mintió –. Pudiste pasarla así, toda tu miserable vida. No tenías por qué meterme en esto.

– Stiles...

Obviamente Stiles no iba a escuchar lo que Derek tenía que decir. Por eso decidió darse la vuelta y seguir con su rutina.
Y Derek tampoco quiso insistir. No porque no quisiera, sino porque aún no tenía su excusa tan bien estructurada como debía.

Había despertado a Stiles porque se enamoró sin pensarlo. Le había gustado escucharlo hablar. Le gustaron sus ideas, sus sueños. En cuanto lo vio en aquella entrevista, Derek deseó abrazar ese cuerpo blanco. Y lo hizo, pero no como debía ser.

Ellos debieron conocerse en el planeta planeado. Cuando iniciaran con sus sueños, y tuvieran toda una buena vida por delante. Rodeados de amigos, no de una nave vacía.

La historia de una galaxia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora