Parte 5.

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Desde esa noche...todo cambió.

La relación entre Derek y Stiles se reforzó; comenzaron a dormir juntos, a vivir en una constante compañía, a tomar una ducha en el mismo baño y, cómo no, a tener sexo sobre cualquier superficie cómoda.

Ahora parecían ser una pareja casada que vivía en una enorme nave espacial. Pero sólo parecían, pues a pesar de que los meses pasaran, y que su relación estuviera con el resplandor en lo más alto, ninguno de los dos se animaba a pedir matrimonio al otro.
Y no era porque no quisieran estar casados, al contrario, lo deseaban con todas sus fuerzas; solamente que todavía estaban esperando por el mejor momento para pedírselo.

O al menos Derek así lo hacía.

– ¿No se te ha venido la idea...de que alguien más también despierte? – preguntó Stiles repentinamente, captando la atención de Derek.

El azabache, que mantenía su cuerpo sumergido en el agua caliente de la piscina, sacó su cabeza a la superficie para poder observar a Stiles, el cual estaba sentado a la orilla de la piscina, tan sólo mojando sus pies.

– Lo he pensado – susurró Derek, pasándose las manos por la cabeza para quitarse el cabello húmedo de la cara –. Pero no le doy gran importancia.

– Quizá deberías de dársela – el castaño suspiró –. No sé tú, pero no me gustaría que alguien más anduviera por aquí, con nosotros – las últimas dos palabras las dijo en un tono demasiado bajo.

Derek alzó una ceja, y nadó hasta donde yacía su castaño para mirarlo más de cerca.

– ¿Te preocupa compartir todo esto con alguien más? – indagó él, casi sonriendo.

Stiles, avergonzado de su clara envidia, desvió la mirada e hizo una mueca.

– Tomaré eso como un sí – agregó Derek, tomando a Stiles de los tobillos para tumbarlo a la piscina con un jalón.

– ¡Idiota! – gritó el castaño, salpicando agua a la cara de Derek mientras se reía.

Acto seguido, la pareja comenzó una pequeña pelea de agua, chapoteando y jugando, hasta que Stiles se hundió en el agua y nadó con presura hacia él. Salió con tranquilidad, encontrando la cara de su azabache a pocos centímetros de la suya, lo abrazó por los hombros lentamente y con cuidado, sintió los brazos ajenos rodear su torso, acariciando piel en su paso y entonces Stiles le dio un beso a Derek sin dudarlo.

– Me gusta estar contigo...es como si estuviéramos viviendo en una casita en el campo...– dijo Stiles –. Con una huerta, entre montañas, con caballos y gallinas.

– Y comeríamos omelet todos los días – interrumpió Derek, siendo testigo de cómo las pupilas de Stiles se dilataban.

– Sí, me gustaría eso...– admitió el castaño, soñador –. Tal vez también podríamos tener vacas, ya sabes, para la leche y la mantequilla – sonrió aún más al pensar en esa fantasía.

Ahí fue cuando Stiles supo que quería estar con Derek para siempre, a cada momento, quería hacerlo reír, consolarlo cuando estuviese triste, dormir a su lado, peinar sus canas en algún momento; así como Derek quería acariciar las mejillas del castaño, besar esa nariz respingona, contar sus lunares repetidas veces, verlo dormir. Lo quería todo de él, y para tenerlo, estaba dispuesto a dar todo de sí mismo también.

– También me gustaría plantar árboles – habló Stiles, viendo los labios de Derek –. Y un árbol en específico...uno de manzana. Es mi fruta favorita.

Y a partir de ahí, Stiles ya no pudo decir más. Derek lo había vuelto a besar, sólo que esta vez se sintió algo más que amor. Logró sentir tristeza, casi culpa, como si Derek lo estuviese besando porque quería pedirle perdón por algo.

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