Secret Night

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La tempestuosa lluvia caía pesada sobre mí.

Detuve mi andar.

El precioso traje que vestía se empapaba por las gotas gordas y abundantes que me impedían, además, ver más allá de un metro de distancia.

Debía regresar a mi hogar, debía correr y a guarecerme de la lluvia.

Estaba temblando por el gélido viento y la poderosa neblina que comenzaba a bajar de las montañas. Caminé directo desde donde venía, envolviéndome con mis propios brazos para conservar el poco calor que quedaba en mi cuerpo y no comenzar a tiritar de frío. El camino de tierra se había vuelto resbaladizo y los árboles a mí alrededor se agitaban como movidos por un gigante. 

Apresuré mi paso con cautela mientras la oscuridad a mí alrededor me cubría. No traía ninguna luz para poder alumbrarme, dejé que la luna guiara mi camino en este bosque ennegrecido.

La espesa maleza me llegaba hasta las rodillas y el crujir de las ramas secas me avisaba que, para mi desgracia, aún no llegaba al río. Ese era mi destino final, pero esta lluvia me detuvo, como un augurio del futuro que evitaba que me fuera a aventar a sus aguas para morir ahogado.

El suicidio lo contemple desde que comprendí que él me estaba usando para complacerse, para sentirse vivo, para robar con cada beso y caricia, el poco aliento que mi alma conservaba. Me deje cautivar por sus palabras colmadas de las mentiras que quería oír, me lleno de roces tan profundos que la piel se me volvió girones de carne cuando me privó de ellas.

La vida me pareció nada, me cegué por el desconsuelo y dejé que la esperanza abandonara mi pensamiento que estaba plagado de su sonrisa, de sus movimientos y de la lluvia de estrellas que me provocó todo su cuerpo.

Ahora estoy aquí, rodeado de oscuridad, llorando en medio de la montaña y gritando al cielo que me arranque la vida y me permita dormir eternamente consiguiendo un poco de paz.

Lo amaba como nunca creí amar a nadie, me hacía sentir el amor profundo de dos personas que no tienen a nadie más, más que a ellas mismas. Me juró que sería eterno, que seríamos inseparables, que moriríamos juntos, que me salvaría de mi pasado y me daría un mejor futuro, pero todo eso se pudrió en su boca al besar los labios de alguien más.

El sonido del cauce del río sobresalía a pesar del tronar de los relámpagos que el cielo me mandaba, impulsando mi débil alma al fondo de esas aguas.

Llegue a una orilla y lo ví. La fuerte corriente pasaba frente a mis ojos con una velocidad intimidante, el río estaba crecido y se mostraba profundo a pesar de verse pequeño ante la enormidad del bosque que continuaba siendo empapado por la lluvia.

De mi boca salía vapor de agua con el calor que escapaba de mi cuerpo. Me acerque un poco más.

Ví el agua correr y trate de ver que tan profundo era. La negrura era perpetua, pero por el movimiento, parecía que había pequeñas almas nadando junto a la corriente.

Di un paso más, me resbalé un poco pero sin peligro. Mi corazón dolió, me ví rodeado del anochecer que se ceñía ante mi recordándome el porque estaba ahí.

Evoqué su sonrisa y el espectro de mi tristeza me abofeteo, tumbándome.

Un trueno iluminó el bosque y su estridente ruido aceleró más mi corazón.

Mi mente me llevó a la primera vez que nos amamos sin permiso y disfrutamos de nuestros cuerpos, esa primera vez que me sentí amado y que obtenía fuerzas para luchar contra esta horrible y penosa vida, pero su maldad, entonces desconocida por mí, me arrojaron a un abismo lleno de innumerables desgracias que fueron reduciéndome a nada hasta que poco a poco ya no pude más.

Anochecer || Yizhan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora