"Tortuga y Conejita""

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La mañana estaba algo fría, era Noviembre ya. Habían pasado dos semanas desde que Lena Luthor había visitado el " Danvers Khafe" y no había regresado. Un viaje imprevisto de negocios hacia una semana y media a Metrópolis la había sumergido en trabajo día y noche.

La apertura de un par de nuevos hospitales auspiciados por la fundación Luthor y la adquisición de nuevas pequeñas empresas la habían obligado a ir en persona hasta allá. Ahora de regreso en Ciudad Nacional, volvía a retornar su rutina diaria en su oficina.

Lunes, 8 de la mañana, su personal llegaba hasta las 9 en punto, pero Lena tenía hábitos difíciles de cambiar. Cómo despertar a las 5 de la mañana, ejercitarse 45 minutos, bañarse , desayunar a las 6 de la mañana, checar su agenda del día, leer la sección financiera del Periódico Local y el de Metrópolis, alistarse a las 7 y media hora después ir rumbo hacia su oficina.
Habitualmente encargaba a su secretaria, Jess, un café negro, sin azúcar y cargado, proveniente de una de las mejores cafeterías y la más frecuentada por ejecutivos que reconocían el sabor de un buen café. Lena no era experta en ello, sólo quería un café que la despertará y la mantuviera lista para lograr tener un buen día.

Por azares del destino, la casualidad, o la teoría del caos, esa mañana Frank, su chófer, detuvo el auto unos momentos por el tráfico en una calle que le pareció conocida, mejor dicho, junto a un callejón conocido. No pudo evitar estirarse para mirar hacia ahí y tratar de ver si el " Danvers Khafe" ya estaba en servicio. Notó entonces una figura de mujer, alta, rubia, con gafas oscuras y vestida con leggins negros, calzado deportivo blanco, gorra  negra y sudadera gris con capucha pasar corriendo junto al auto y entrar al callejón. Vió que esa persona se detuvo frente al " Danvers Khafe" y hacia algunos estiramientos con brazos y piernas. Al parecer, la rubia, no había notado a la persona que la miraba desde un auto. Lena miró maravillada aquella figura. Largas y poderosas piernas, esos leggins no dejaban nada a la imaginación de ese trasero tan bien formado. Por un momento Lena trago saliva. Se giró a mirar a Frank, no quería ser descubierta mirando a esa atractiva mujer. Segundos después vio a una pelinegra muy atractiva que también entro al callejón, no muy alta, vestía con traje sastre de pantalón pegado y saco ajustado color azul marino. Su caminar derrochaba confianza. Se acercó a la rubia por la espalda e inesperadamente la hizo girar,  jalándola del brazo. Lena pensó que le echaría la bronca o algo así pero se sorprendió de ver qué tomó a la rubia del cuello de su sudadera para poder plantarle un beso. Vio a la mujer alta zafarse de ese agarre, dar dos pasos atrás y alejarse de la azabache que la había besado.
El auto entonces comenzó a avanzar y ya no pudo ver más. La rubia se le hizo conocida pero no recordaba donde, la gorra y las gafas oscuras se lo dificultaban.

Cuando comenzó su rutina en LCorp tardó en concentrarse. La imagen sexi de esa rubia no se alejaba de su mente. Pero recordar el beso de esa pelinegra rompía el encanto. Jess había llegado puntual a las 9 de la mañana, su café y su agenda venían de la mano de su empleada más leal.

- Buenos días, señorita Luthor.- Jess educadamente le sonrió y depositó su agenda y su café sobre su escritorio.- Espero su estadía en Metrópolis haya sido bien remunerada. He leído en el diario que el Emporio LCorp se ha extendido en dos hospitales más a beneficio de los que menos tienen, la felicito.

Lena desvío la mirada. Los elogios de Jess, como su café, siempre eran bien recibidos porque sabía que lo hacía sinceramente y sin doble intensión.

- Muchísimas gracias, Jess, pero a la próxima te llevaré conmigo. La asistente que me dieron en la sede de Metrópolis deja mucho que desear. Terminé haciendo yo sola todo. Es un fastidio que no haya gente competente como tú.

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