Capítulo 2: Nuevo hogar.

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Camille.

La lluvia caía con fuerza en la ciudad.

Afuera los habitantes trataban de refugiarse de ella lo mejor y más rápido posible, muchos corriendo para esquivar a los pocos carros al cruzar las calles.

Oí pasos acercándose y poco después vi como un vaso de refresco era puesto ante mí, volteé y vi a una sonriente camarera de rubio cabello y brillantes dientes quien puso otro vaso frente a mi hermano.

-La pasta es para ella- informo, sin siquiera voltear a verla, y la joven mujer coloco el plato rebosante de comida frente a mí, para después servirle una hamburguesa a él y retirarse, sin dejar en ningún momento de sonreír.

Volví a voltear a la ventana, notando como mi aliento empañaba el cristal.

-Come- La voz de Andrew me hizo separar la vista una vez más. Tomé el tenedor y comencé a revolver la pasta, sin apartar la vista del plato esta vez.- ¿Cuánto tiempo piensas seguir así?- su voz no era más que un suspiro.

-No sé de qué hablas- admití, sin voltear a verlo.

-Quiero decir... ¿Cuánto tiempo más tendré que aguantar esta actitud ausente tuya? ¿Cuándo va a acabar esto? ¿Cuándo va a volver mi Camille alegre y divertida?

No le conteste y seguí moviendo la pasta en mi plato.

No tenía hambre realmente pero Andrew había decidido salir esa noche a cenar porque aún nos faltaba mucho por desempacar en la nueva casa.

La nueva casa... Era de dos plantas, con una barda blanca al frente y un pequeño jardín, ubicada en uno de los suburbios más grande y tranquilos de Nueva York, lejos del bullicio de la gran manzana.

Llevábamos tres días en la ciudad y aun no conocíamos a ninguno de los vecinos, aunque tampoco quería hacerlo.

-¿Gustan algo más?- la camarera joven, de cabello rubio, siempre sonriente, se nos acercó una vez más sin que me diera cuenta.

-No, gracias. Estamos bien- asintió a lo dicho por mi hermano y se volvió a retirar- Mañana iremos a conocer nuestra nueva escuela.

Levante la mirada de forma rápida.

-No, nunca me dijiste que tendría que ir a una escuela- reclame.

-Tienes 17 años y yo 19, Cam. Lo normal es que vayamos a la escuela.

-No me importa... no iré.

-No empecemos, Camille.

-No estoy empezando nada. Ya dije que no iré y es mi última palabra.

-Se te olvida que aun eres menor de edad y legalmente soy tu tutor así que debes hacer lo que yo decida- Espetó para después tomar un trago de su refresco. - Te permití dejar la escuela después de la... la muerte de Liam, pero ya es momento de que la retomes. Está decidido.

-No eres mi padre, Andrew... No puedes obligarme a hacer nada- me levanté de la mesa y comencé a alejarme pero él me tomo del brazo.

-No seré tu padre, pero te he cuidado como tal. Liam murió, no tú.

Jale mi brazo y salí del restaurante, dejando que la lluvia golpeara mi rostro.

Pero mientras caminaba por las calles la culpa comenzó a apoderarse de mí, lo que le había dicho en el restaurante a Andrew me dolía y sabía que también le había dolido a él.

Desde el día de mi nacimiento mí hermano había cuidado de mí, siempre protegiéndome y procurando mi seguridad y felicidad, éramos muy unidos, siempre lo habíamos sido y velábamos el uno por el otro, y cuando mis padres murieron él había asumido el peso de cuidar de mí, aun cuando mi abuela había estado con nosotros en ese entonces. Pero cuando ella murió mi hermano no dudo en aceptar mi custodia legal.

Pacto De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora