Capítulo 1

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Filadelfia, Pensilvania. Actualidad.

Emily había estado todo el día hablando sobre lo fabuloso que era Dean, sobre el empleo que había conseguido, sobre la universidad a la que asistía, y sobre algunas otras cosas que no eran agradables de escuchar. Gabrielle era igual a Emily, otra más que encontraba el amor en el último año de escuela. Gabrielle había estado parloteando casi las mismas cosas que Emily, solo que sobre alguien más, Ky, su misterioso novio universitario que jamás había hecho una aparición en mi presencia o en la de cualquier persona que conociera a Gabrielle. Ella ni siquiera quería mostrarnos una foto de él, así que, por mí parte, no le creía del todo.

Mis dos mejores amigas tenían novio, y no solo eso, salían con sus novios, platicaban con sus novios, se acostaban con sus novios. Y eso era todo el tiempo. Emily y Gabrielle habían cambiado demasiado el último semestre y era cosa de minutos antes de que yo explotara por algo de atención de parte de ambas.

- Entonces, ¿Sí vendrán hoy luego de la escuela? - pregunté mientras intentaba comer mi ensalada en el comedor y escuchar a Emily hablar sobre el nuevo carro de Dean.

- ¿Ir dónde? - Ambas me miraron ladeando la cabeza. La castaña, Emily, volvió su vista a su plato mientras que la pelirroja, Gabrielle, agarraba su teléfono.

- A mi casa, llevo semanas intentando organizar una noche de chicas. ¿Van a plantarme de nuevo? - gruñí. Ninguna respondió. - ¡Chicas!

- Ah...- Gabrielle miró a Emily de una manera cómplice.

- Es el cumpleaños de Dean - respondió la castaña. Yo rodé los ojos.

- Vale - gruñí. - ¿Qué tal el sábado por la noche?

- Iré al billar con Ky - Gabrielle hizo una mueca. - Lo siento Cass, lo había olvidado completamente. ¿Por qué no hacemos algo en mi casa el viernes que viene? - miró a Emily, quien asintió. Yo suspiré.

- Vale - dije por fin. - ¿Tienes algo que hacer hoy por la noche Gabrielle? - le dirigí una mirada de cólera a Emily, quien solo soltó una risa antes de agarrar el móvil para responder un mensaje de su novio. Gabrielle se mordió el labio.

- Papá quiere que le acompañemos a la casa del lago luego de la escuela. Volveremos el sábado por la tarde. De veras lo siento, Cassie.

- Grandioso. ¿Pasaré mi viernes por la noche... sola?

Ambas me ignoraron por estar respondiendo a sus novios, estúpidos mensajes cursis. Me di por vencida y me puse de pie dispuesta a volver a clases. Ser ignorada no era mi actividad favorita.

- Eh, Cassie. - Gabrielle me detuvo y le dediqué mi mirada de: "Mas te vale que sea algo importante". - Hoy habrá una fiesta en casa de Stan, ¿Por qué no vas? Irá un montonazo de gente del instituto, podrías pasarla bien.

- Suena interesante. - me encogí de hombros. - Lo pensaré.

- ¡Te vas a divertir un montón! - gritó Emily antes de que me alejara lo suficiente de ambas como para no oírlas más.

Se podría decir que la consejera escolar era algo así como mi amiga. Era la única persona que me dejaba hablar sobre mis cosas sin interrumpirme cada dos segundos. Y ya había estado sintiéndome muy tonta últimamente por no tener novio, así que decidí hablar con ella sobre eso.

- Pareces cansada. - dijo cuando atravesé el umbral de su oficina y me dejé caer en la silla. La señorita Benson era joven, bastante bonita y sumamente agradable. Siempre llevaba una cola en el cabello y un pañuelo de diferente color cada día.

- Lo estoy. El último año es más duro de lo que creí.

- No es tanto - se encogió de hombros. - Deberías relajarte un poco. ¿Té de manzanilla? - preguntó. Yo negué con la cabeza. - Te haría bien, podrías borrar esa horrorosa mueca de tu rostro.

- No estoy haciendo muecas...

- Oh, Cassie - ella me tendió el espejo de su cajón y al verme ahogué un grito. Sí estaba haciendo muecas, una que claramente decía: ¡No me toquen! - Deberías tomarte un descanso.

- ¿Bromea? No puedo relajarme ahora, esta semana entregan las respuestas de las postulaciones a la universidad, estoy hecha un manojo de nervios.

- El té de manzanilla serviría, pero eres terca como una mula. - me escudriñó con sus ojos verdes y yo rodé los míos.

- Mis amigas me han abandonado. - solté sin más. Vale, quería con urgencia hablar de ello. Ella me miró cual madre mira a una hija.

- ¿Han roto contigo? - sonrió.

- Algo así. Me han dejado por sus "perfectos novios". Emily por el tonto de Dean y Gabrielle por Ky, el chico que nadie conoce. - me crucé de brazos y ella soltó una risa.

- Consigue un novio. Asunto arreglado.

- Es fácil decirlo. Pero no quiero un novio, no tengo tiempo para cursilerías. La universidad...

- La universidad será el año que viene, Cass, deberías entender eso. Tus calificaciones son perfectas, te aceptarán sin siquiera pensarlo dos veces. Y preocuparte en exceso no te llevará a ninguna parte. Si tus amigas te han abandonado por chicos, puedes conseguir nuevas, eres agradable y divertida, no será difícil.

- ¿Usted cree? - ladeé la cabeza intentando relajarme un poco.

- Estoy segura. Podrías salir a divertirte o algo. Conocer gente, estar abierta a nuevas posibilidades. Disfrutar antes de que sea demasiado tarde.

- De acuerdo - suspiré. - Voy a divertirme. Hoy habrá una fiesta en casa de Stan, e iré. Ya lo he decidido. - asentí más para mí que para ella y una sonrisa se formó en su rostro.

- Me alegra, que te diviertas Cassie. Ahora ve clases.

- No quiero ir a clases - rodé los ojos. Luego miré el reloj que colgaba de la pared. - Me saltaré la que viene, tiene razón tengo que relajarme.

- Pero Cass, no puedes saltarte las clases - regañó.

- Me acaba de decir que no me preocupe, que disfrute. Solo me he saltado una clase en la vida. Debo hacerlo ahora. Gracias por el consejo. - me puse de pie, dispuesta a irme.

- No me refería a eso - gritó antes de que cerrara la puerta tras de mí. Pero no me importaba realmente. Las clases me ponían histérica.

Me hubiese gustado poder decir que mi hermana Candace era una hermana genial, agradable y divertida, pero la verdad era que mi relación con ella no pasaba de frases cortas y asentimientos con la cabeza. Sé que podríamos habernos llevado mucho mejor si nuestros padres no se hubiesen divorciado y que un año luego de ello mi padre muriera. Quizás las cosas entre nosotras habrían sido diferentes, pero tampoco era como que nos odiáramos a muerte. Simplemente éramos conocidas que compartían mesa y baño. Y ni hablar de mi madre, ya quisiera yo que ella hubiese sido preocupada y cariñosa, pero Marjorie distaba mucho de ser la madre perfecta. Siempre fue muy descuidada, salía constantemente, fumaba y bebía demasiado y había engañado a nuestro padre con un criminal doce años menor que ella. Y la cosa se ponía peor, porque acababan de despedirla hacía un par de días por llegar ebria al trabajo.

Así que de alguna manera las únicas personas en las que podía confiar, estaban ocupadas con sus novios, con sus vidas y familias perfectas, mientras que yo estaba soltera y condenada a esperar a cumplir dieciocho antes de escaparme de esa pocilga a la que llamaba casa. La universidad era mi único escape, mi única oportunidad, mi esperanza.

Me encerré en mi cuarto, mi guarida. Ese era el único lugar en el mundo donde nadie podía molestarme, ni mamá, ni Candace, ni mis amigas. Éramos yo... y mis reglas.

No era un cuarto extravagante, era más bien sencillo. Tenía una cama de dos plazas, con un cobertor que había estado viéndome crecer. Un armario de dos puertas muy antiguo, junto a él estaba la ventana que daba al río tras la casa; tenía un escritorio que mi padre había comprado para mí seis meses antes de fallecer, y tenía un sofá rojo, o rosa... había sido rojo en sus mejores años. De las paredes colgaban fotografías, de todo tipo, mías, de mi padre, de mis amigas, de mis bandas favoritas, de viajes y una que otra de actores guapísimos con los que me gustaba fantasear.

Fantasear era la salida fácil, supongo.

Kyle | 1ra parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora