Cogí mi saco y me miré una vez más al espejo. Me veía decente, no extraordinaria como hubiese querido, pero era suficiente para mí.
Mis tacones resonaban en el piso de madera de la casa. Me hubiese gustado decirle a mi madre: ¡Eh Ma, volveré de madrugada, no me esperes despierta! Pero mi madre había salido hacía rato, y era probable que para cuando yo volviera, ella todavía estuviera bebiendo en algún club.
- ¿Dónde vas? – dijo mi hermana. Vale, eso no me lo esperaba. Candace estaba sentada en la mesa de la cocina, con los ojos puestos en una revista vieja mientras tomaba café.
- Por ahí.
- ¿A una fiesta? – preguntó ladeando la cabeza. Sus ojos tenían un dejo de desconfianza. Pero no sonó para nada acusadora, así que decidí decir la verdad.
- Sí – respondí. Reprimiendo el impulso de preguntarle qué pensaba de mi atuendo. Ella, como buena hermana mayor que-no-era, se puso de pie y caminó hasta mí. Alzó las manos y desordenó un poco mi cabello. ¿Eso hacían las hermanas acaso? Me hubiese gustado saberlo, para haber reaccionado de algún modo.
- Así está mejor – medio-sonrió. Se volteó otra vez y volvió a sentarse frente a su revista. – ¿Qué? ¿Te vas a quedar ahí toda la noche? ¿No tienes que ir a una fiesta?
- Emm… Claro. Gracias. – me mordí el labio y no pude mover mis pies ni un centímetro. – Candace…
- ¿Qué? – gruñó sin levantar la vista.
- ¿No te apetece acompañarme? – alcé una ceja y ella se volteó lentamente a verme.
- ¿Tengo cara de querer ir a una fiesta de adolescentes odiosos? – respondió. Yo resoplé.
- Olvídalo. Los veinte te pegaron feo, hermana.
- Cass – suspiro pesadamente. – ¿No van tus amigas?
- Están muy ocupadas, con sus novios.
- ¡Auch! – hizo una mueca. – Teniendo en cuenta que no tengo nada mejor que hacer… vale, iré contigo.
- ¿En serio?
- Sí, solo no me hables demasiado, y si alguien pregunta, no te conozco. – se puso de pie y se perdió en el corredor. Quince minutos más tarde reapareció en la sala, vestida con unos jeans oscuros y una blusa azul con detalles brillantes. Era muy linda cuando se lo proponía. El cabello rubio-anaranjado le caía suave y liso y sus pecas la hacían lucir de mi edad. – ¿Y bien? – se dio media vuelta.
- Luces… bien.
- Gracias – pasó por mi lado y salió de la casa delante de mí.
Medio confundida por la actitud de Candace, la seguí y me subí al viejo carro negro que papá me había dejado antes de irse de la casa.
“Estás yendo a una fiesta, Cassandra. Esto está mal” me dije mentalmente. “Si no lo hago, habré dado por perdido mi último año en el instituto” rebatí contra mí misma, puesto que no tenía a nadie más para discutir ese asunto, y mi hermana no era una opción.
Yo conduje, puesto que Candace no conocía la dirección. Ella se dedicó a escuchar música a todo volumen y no habló ni una sola palabra. La miré de reojo un par de veces en el camino, y me sentí mal por estar envidiando su aspecto. Candace siempre fue la clase de chica por la que todos los chicos se peleaban en el instituto, era de las que se saltaban clases a diario y recibían castigo todas las semanas sin falta. Aun así, siempre tuvo calificaciones brillantes y fue aceptada sin problemas en la Universidad de Pensilvania, donde asistía gracias a una beca por sus notas.
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Kyle | 1ra parte
Fiksi RemajaPor azares del destino, Cass termina en una fiesta con su rara y antipática hermana mayor, algunas semanas antes de que termine el instituto. Esa noche en una competencia organizada por adolescentes ebrios, en la que es obligada a participar, besa a...