Capítulo 34

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"Por eso las jefas no son amigas"

Bailey sabía a dónde conducía pero entendía absolutamente nada. Hasta donde era consciente, había mandado a su mejor amiga Tris a buscar su carro e ir por Wade, mientras ella seguía el camino en la camioneta para recuperar a Hollie que se encontraba secuestrada en casa de ¡wow! Decca. Su jefa Decca.

Sencillamente absurdo.

Decca había sido la mujer que le había ayudado, a ella y a las otras dos, desde que la locura con su familia y el pueblo se desató. Habían quedado prácticamente en la calle y Decca le brindó trabajo, incluso ofreció su techo, comida, medicinas y todo lo que estuviese a su alcance. Aquella muchacha de pelo azul había puesto su mano al fuego por Bailey muchísimas veces y la había defendido en cada cosa que podía. Era como, su mano derecha y viceversa... Por eso no podía creerlo. Ella no había secuestrado a Hollie, pero sí.... ¿Cómo...?

¿Y por qué?

Acelerando el paso en su auto y aumentando los latidos del corazón, Bailey frotó sus dedos contra el volante y terminó por dar esa bendita vuelta en la esquina, antes de encontrarse con el BROKEN RECORDS delante, señalándole en penumbras frente a sus ojos. Horrible. Ella casi tuvo que parpadear varias veces para poder reconocer el espacio que, hace apenas un suspiro, era sólo vida, luces de neón y libertad donde trabajaba pero que ahora, justo esa helada noche se cernía en una oscuridad casi de ultratumba.

Aparcando el vehículo y maniobrando para bajarse, Bailey observó detenidamente la fachada de aquel lugar y sin dudarlo fue directo hacia la entrada lateral. No era tonta, menos ilusa, y aunque había sido sádicamente invitada en aquella fotografía de asesino serial o arte de Burton, ya había visto demasiados programas de crímenes como para saber; que la primera puerta nunca es la acertada.

Por eso, y conociendo la estancia como la palma de su mano, se lanzó hasta la derecha del edificio, pateando con sus tenis una basura mientras corría, y apartando un viejo póster publicitario de zapatos, encontró aquel pequeño agujero por el que se zambulló, esquivando los oxidados y rotos alambres. Alzando su cabeza y observándolo todo como si fuese una pesadilla, Bailey se limitó a saltar los escalones de la destartalada escalera hacia el piso siguiente, vigilando cada detalle a su pisada. La casa de Decca se hallaba en el suelo sobre el club. Ahí debía llegar.

-¿¡Hollie!?

Gritó empujando la puerta de metal del apartamento y abrió sus perlas como platos por la densa negrura. Temblorosa, alzó sus dedos en busca de un interruptor que le permitiera encender la luz y al tocarlo junto a la entrada, ésta jadeó por el cegador brillo que ofuscó su vista y de inmediato visibilizó la habitación entera.

Una habitación completamente vacía de vida.

-¿¡Hollie..!?

Llamó devuelta, pero no salió nadie en respuesta. Asombrada, echó una ojeada en su entorno y se dio cuenta de que no habían más puertas ni ventanas en las sólidas paredes a excepción de una, que había sido por la cual las ropas que Decca tiraba habían caído en el camino de Sanders, el día que la conoció y que hoy, estaba sellada con maderas y clavos que por alguna razón, desconocía. Como si hubiese sido a propósito, como si ella nunca hubiese existido allí.

-¿Decca...?

Intentó por instinto otra vez, y en esta ocasión el ruido de la brisa nocturna que se colaba por la puerta abierta la arropó con recelo. Con escalofríos, Sanders pisó dentro del lugar y maldijo en silencio, sabiéndose caída en la trampa. Sólo habían muebles, un televisor y una mesa pero Hollie obviamente no estaba en ese lugar y quien quiera que fuese el maldito acosador, le había tomado el pelo y muy bien.

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