En cierto castillo de un país sin nombre una noche nacieron dos niños hijos del rey, pero de diferente madre. Una de las madres era la esposa del rey y por tanto la reina, una mujer de gran belleza, pero de un corazón manchado por el estigma del odio. La otra una plebeya de belleza aún mayor que la de la reina, y a diferencia de la última, contaba con un corazón puro, una mirada profunda y llena de luz.
Esa noche las puertas del palacio fueron tocadas por la vida y la muerte. Parecía interminable la espera por la llegada de los hijos del regente. El apesadumbrado monarca no podía hacer nada mientras aguardaba fuera de las habitaciones, su corazón se apretujaba con cada gemido de dolor de las madres que estaban dando a luz.
Entonces nació el primero, hijo del rey y la reina, el futuro rey. Cuando llegó el momento de que el rey viera a su hijo y esposa, la madre más calmada se dirigió al padre del recién nacido.
Reina: Esposo mío, hoy en esta noche de luna ha nacido el fruto de nuestra unión, tu heredero al trono y el futuro de este reino.
Sin poder responder a las palabras de su esposa el rey es avisado de que acaba de nacer su otro hijo. Dejando al príncipe con su madre el rey acude al encuentro de su segundo hijo.
Al entrar en la habitación la mujer sosteniendo al bebé no podía dejar de mirar al pequeño con todo el amor que una madre puede sentir por un hijo, sus ojos dejaban caer lágrimas de felicidad y tristeza por partes iguales. El rey tomó su mano y con ella en silencio contemplaron al recién nacido con amor.
Sierva: Mi señor, sé que no tengo derecho a pedir nada por mi condición, pero por favor lo único que pido es que cuide de nuestro hijo, que no le falte comida ni amor, sólo eso pido.
Esa noche horas más tarde murió la sierva por su frágil salud. El segundo hijo del rey perdió a su madre sin siquiera haberla conocido.
Después de esa noche la versión oficial fue que la reina había dado a luz a mellizos esa noche y así los dos hermanos fueron criados como hijos del rey y la reina. Y aunque la reina lo había visto crecer desde que nació, siempre guardó en su corazón un resentimiento en contra del segundo príncipe.
Así crecieron los príncipes en igualdad de condiciones, pero el menor parecía sacarle ventaja en todo a su hermano, en sus estudios, en sus practicas de arquería, esgrima o lucha cuerpo a cuerpo. Por supuesto los príncipes no le prestaban la menor atención mientras eran niños. Por el contrario, la reina enfurecía al ver como su hijo era sobrepasado por el bastardo del rey.
A la edad de 10 años, empezó a hacerse más evidente la indiferencia de la reina hacia su supuesto hijo menor. Llenándole la cabeza a su hijo de ideas arrogantes tales como su derecho al trono como primer príncipe y por ello todos le debían respeto. De tal forma que, para la edad de 15 años, quien antaño era un niño alegre y sin malicia se había convertido en un jovencito arrogante, prepotente y malcriado. Por el contrario, su hermano menor había cultivado actitudes propias de un príncipe justo.
Para entonces el rechazo de la reina por el segundo príncipe era muy evidente y muy consciente de ello el joven sabía que había perdido el amor de quien para él era su madre.
Poco a poco las malas enseñanzas de la reina y sus continuas derrotas antes su hermano menor calaron en el corazón del joven heredero al trono, haciendo que desarrollara envidia y recelo hacia su hermano.
Tiempo después habiendo cumplido 18 años los hermanos corrieron con la fatal suerte de fijar su interés en la misma chica. Para descontento del mayor, la chica quedó prendado del segundo príncipe. En ese momento el sentimiento de recelo por su hermano menor se volvió odio, tanto que oscureció y endureció su corazón.
Durante la práctica de esgrima de una tarde el príncipe enloquecido de ira y odio retó a su hermano a un duelo a muerte por el amor de la chica. Por supuesto que el menor se negó sabiendo que además de ser absurdo podría terminar dañando a su hermano que a pesar de todo aún quería; era consciente de que era mucho mejor que su hermano mayor con la espada.
Haciendo oídos sordos a los llamados a la razón de su hermano y a sus peticiones de parar la locura, le lanzó la espada a su rival poniéndose en guardia. El más joven sin poder hacer más se defendía del ataque violento de su hermano, quien intentaba matarlo de verdad. Luego de unos momentos la superioridad del menor era evidente y no paraba de pedirle a su hermano que pare con todo eso. Tratando de desarmar al atacante para parar la batalla, conmocionado por las circunstancias, lo desarmó, pero no sin antes cortarle el dedo meñique al primer príncipe.
Entre gritos el príncipe fue llevado a que lo atiendan, mientras que el menor fue apresado por orden de la reina quien fue testigo del desenlace mientras daba su paseo de la tarde.
Ante el escándalo la reina aprovechó para pedir la pena capital para el traidor que osó atacar al futuro rey.
Inútiles fueron las súplicas y explicaciones del acusado, su suerte estaba echada. Sin embargo, el rey no podía ordenar su ejecución sin más, después de todo era su hijo. Haciendo uso de hasta la ultima pizca de amor por su hijo evitó la pena de muerte, pero el escándalo sería demasiado si quedara impune.
Fue así como el segundo príncipe fue despojado de su nombre, apellido, estatus y todo lo que el exilio conlleva perder.
Así empieza el viaje de la alguna vez príncipe, despojado de todo, hundido en vergüenza e infamia. Habiendo perdido todo lo que tuvo y pudo haber tenido.
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¿Cuánto debe perder un hombre para ser feliz?
RandomUn príncipe desterrado y hundido en pobreza y olvido, experimenta de primera mano una vida llena de privaciones, angustias, pérdidas y desesperanza; todo esto sin haber hecho nada en su vida que amerite tal castigo. ¿Qué tanto podrá resistir en busc...