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-¡Mierda!- Un trueno me había despertado.

Y mi grito había despertado a SeoJoon.

-¿Que pasó?- Frotó sus ojos ligeramente con el dorso de la mano.

-La tormenta me despertó, lo siento.- Quité las sábanas que me cubrían y me liberé del abrazo de mi esposo.

Sorpresivamente nos habíamos quedado en la misma posición con la que nos dormimos.

Bajé las escaleras con la intención de ir a la cocina. El sonido de las gotas de lluvia inundaba la casa. Me preparé un té de limón con miel que, según mi madre, era el mejor remedio para un resfriado y el insomnio.

No se lo discuto, aquella bebida me hacía dormir en cuestión de minutos.

-¿Me puedo servir?- Ni siquiera había oído sus pisadas.

-Sin embargo no queda mucho, te haré más.- Me detuvo antes de que pudiera poner a hervir más agua.

-No hace falta, con esto estoy bien.- Sonrió.

Me senté en la barra con la taza en manos. Frente a mi, estaba SeoJoon de espaldas.

-¿No quieres que te traiga una camiseta? Hace frío, yo voy a subir por un suéter.-

Lo pensó un momento antes de contestar.

-¿Puedes traerme una sudadera por favor?-

Asentí a pesar de que no pudiera verme. Subí rápidamente las escaleras y busqué en el closet que compartíamos. La mitad de su ropa eran trajes y la otra mitad era ropa de calle. Su pijama consistía en un pantalón simple, nunca se ponía camisa.

Tomé lo primero que encontré y yo me puse una de mis gabardinas. Mis suéteres casuales no son muy calientes.

Bajé de nuevo. SeoJoon había tomado asiento a un lado de donde estaba yo.

-Aquí tienes.- Volteó a verme mientras me sentaba de nuevo.

-¿Que tienes puesto?- Rió ligeramente.

-Es muy abrigado.- Me excusé.

-Es para ti.- Me extendió la sudadera blanca que anteriormente había bajado.

-¿No tienes frío?-

-Para nada.- Me ayudó a quitarme la gabardina.- Levanta los brazos.- Introdujo mis brazos y cabeza por los agujeros de la sudadera.- Si tienes frío puedes ponerte algo mío, he notado que tus suéteres no son de mucha ayuda.- Peinó con delicadeza mi cabello.

-Gracias, pero no quiero incomodarte.-

-Me incomoda mas verte con abrigos de calle, me da ansiedad.- Nunca antes habíamos sostenido una conversación tan larga e informal.

-En ese caso, te dejaré sin sudaderas.- Doblé las mangas del abrigo hasta que estuvieran a una altura decente.

Tengo un esposo con brazos larguísimos.

Tomé mi taza y comencé a sorber el líquido. Crucé las piernas sobre el banco para estar más cómoda.

-Oye, el viernes hay una cena de negocios ¿puedes venir?- Lo volteé a ver.

Agarraba la taza con la mano izquierda, por lo que pude ver que tenía su anillo de bodas puesto.

-¿Por qué no te quitas el anillo para dormir?- La pregunta salió de mis labios antes de poder detener a mi imprudente lengua.

-Que cambio de tema tan repentino.- Enredó los dedos en su cabello.- No me gusta quitármelo, mi padre nunca se quitaba su anillo, decía que era su posesión más preciada.-

Fallen Star. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora