Capítulo uno.

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-¿Qué página ha dicho?- Me pregunta el chico que tengo al lado en la clase de Matemáticas. -Creo que la 86.- -Ah vale, gracias Mac.-

Salgo disparado en cuanto la campana empieza a sonar. El día fue extraño, frío y aburrido, al menos este fin de semana va a compensar toda esta penúltima semana de agobio y exámenes. Me pongo a pensar que tengo que hacer hoy, mañana y pasado mientras me dirijo a la parada del autobús para volver a casa. Lo único que quiero es zamparme un buen plato de macarrones y pegarme un buen baño.

Estoy a unos 60 metros de la parada del autobús cuando lo veo venir por la avenida y empiezo a correr. Por suerte un semáforo más adelante de la parada se ha puesto en rojo, así que perfectamente cojo el autobús y me subo. "Genial" pienso, al ver que el bús está hasta arriba. Busco un hueco en el que al menos pueda respirar sin oler una axila ajena.

Cuando llego a mi casa no hay nadie, y es raro, ya que mi madre y mis hermanas suelen venir antes que yo. Dejo la mochila en el suelo del pasillo principal al mismo tiempo en el que me froto las manos rápidamente para entrar en calor y me dirijo al baño que tenemos en él, me lavo las manos y al salir veo una pequeños trozos de papel de colores. "Están aquí" pienso y me voy directo a la cocina.

No puedo evitar esa sensación caliente de susto. -¡Sorpresa!- Gritan mi madre, Sylvia y Lauren. -Felices 16 hijo mío, te quiero muchísimo.- Me lo dice mientras me da un abrazo tan cálido que se me quita el frío. -Gracias mamá, yo también te quiero.- Le digo a la vez que ella me da un abrazo. -¿Dónde están Sylvia y Lauren? Hace un momento estab...- A los segundos veo que se asoman por la otra puerta que une la cocina con la sala de estar. Las dos están sujetando un paquete medianamente grande. -Felicidades hermanito.- Me dice Lauren con una sonrisa de oreja a oreja. Veo como sus ojos color marrón avellana se entrecierran por sonreír. Sus ojos hacen contraste con su color de piel café con leche. La noto diferente, parece más mayor que hace unos días, a pesar de que tiene 12 años. Aunque es verdad que ella está más desarollada y madura que el resto de sus amigas. Sylvia me suelta un abrazo. Me encanta el olor de su pelo negro y rizado. Ella es muy diferente a Lauren. Es esbelta, con una mirada dulce, aunque sus ojos son tan oscuros como el cielo a las tres de la madrugada y de piel más oscura que Lauren, pero un poco menos que la mía. -Esto es para ti- Me dice Sylvia mirando el paquete que ambas sujetan, envuelto con un papel azul oscuro. Lo cojo, y la verdad es que pesa. Lo dejo encima de la mesa de la sala de estar y empiezo a abrirlo. Una cremallera se asoma, y veo que es una maleta. La abro y veo que esta llena de ropa de invierno, perfecta para esta época. -Supongo que necesitabas una maleta llena de ropa que abrigue para irte de viaje a Londres ¿no?- El año pasado vinieron estudiantes ingleses de intercambio a mi instituto. Este año es el turno de ir algunos alumnos de mi instituto a Londres y los voluntarios para poder ir a Londres tuvimos que presentarnos en un examen de inglés, que para mi no fue realmente difícil, pero el nivel estaba muy alto. Eso fue a finales del curso pasado, en Junio. -Me llegó la notificación de que fuiste el segundo mejor de catorce del examen, así que me dijeron que si querías ir tendría que ingresar el dinero del viaje y de todos los gastos. Me dediqué a ello toda la mañana.- Supongo que las tres estarán viendo toda mi dentadura ahora de la gran sonrisa que tengo. -Muchísimas gracias- les digo mientras las abrazo a las tres a la vez -este es el mejor regalo que podría haber tenido.- ¿Te ayudo a subir la maleta?- Me dice Sylvia. -No hace falta, pero si me haces el favor de subirme la mochila que está en el pasillo te lo agradezco.- -Claro, ahora subo.-

Cojo la maleta y me dirijo a las escaleras. Dejo la maleta encima de mi cama. En la estantería de arriba veo un nuevo marco. Sonrío al ver que es una foto muy graciosa de cuando Sylvia, Lauren y yo éramos pequeños. Lauren tiene la lengua sacada y los ojos cerrados mientras que Sylvia y yo nos reímos con ella. Lauren ha cambiado mucho: de pequeña era rubia, pero ahora es castaña, del mismo color que sus ojos. -Aquí está tu mochila, y yo que tú el lunes le quitaba al menos dos ladrillos. ¡Anda! La foto. Supuse que te gustaría.- -Pues supusiste bien.- La digo sonriéndola. -Aquí tenías 7 años, en el cumpleaños de papá, cuando se le cayó encima la tarta a mamá, ¿te acuerdas Mac?- -Cómo olvidarlo, si parece que fue ayer. -Le echo de menos.- Nuestros padres se divorciaron hará unos 5 años. Hace 4 años que no le vemos. Sylvia y el tenían algo especial, una buena relación padre e hija. Es normal que le extrañe, ella únicamente tenia 11 años cuando él se fue. Para siempre. -Bueno, nosotras nos vamos que llegamos tarde a la actuación de baile de Lauren.- La verdad es que no quiero salir ahora mismo de casa, a parte de que hace frío y yo odio el frío, tengo que estudiar para un examen de química el lunes y preparar mi fiesta de cumpleaños. -No, tengo que estudiar para un examen de química y es el lunes.- -Bueno- dice Sylvia -pues disfruta de tus dieciséis y de la tabla periódica, nos vemos más tarde.- Me da un abrazo y se va.

No sé por qué, pero quiero darme un buen baño antes de comer. Me meto a mi baño, después de un duro viernes de ejercicio, matemáticas y aburrimiento.

-¡Nos vamos Mac, tienes la comida en el micro, volveremos sobre las 10, estate preparado a esa hora, te quiero!- Grita mi madre desde el rellano de abajo, después, oigo el ruido de la puerta principal al cerrarse. Me meto a la bañera con el agua calentita, la espuma, y el vapor. "Al fin y al cabo, el frío también da sus cosas buenas."

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