Capítulo ocho.

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Haber dicho eso ha provocado el caos.

La mayoría empieza a chillar a los Alfados, otra chica llora desconsoladamente tirada en el suelo, y otros como yo nos quedamos analizando y asimilando lo que nos acaban de explicar.

Una gran bola de fuego sale disparada desde un chico, y todos nos callamos a la vez . -¿Cómo has hecho eso?- dice una chica de raza china que se encuentra a su lado -Yo... Yo no lo sé.- responde confuso.
-Ese tipo de cosas son las que nadie más excepto vosotros podéis hacer. Eso es lo que hemos hecho en vosotros. Si os tranquilizais de nuevo, responderemos a vuestras preguntas.- Todos nos sentamos de nuevo rápidamente con lágrimas en los ojos o furia esparcida por todo el cuerpo. -¿No podemos volver a ver a nuestras familias?- dice Daniel. El no parece muy afectado aunque su cara está roja. Sé que él está furioso.  -Ellos no os conocen. No quiero repetirlo más.- Le responde un Alfado seriamente. Todos nos quedamos en silencio. De alguna manera u otra, a todos nos ha afectado demasido esto. Lauren, Sylvia, mi madre, nunca existí para ellas a pesar de que ellas lo fueron todo para mí. No soy de llorar, pero no puedo evitar no hacerlo. Nada volverá a ser como antes.

-Parece que no tenéis muchas ganas de hablar, por lo que lo haré yo- dice tranquilamente el otro hombre Alfado que hasta ahora no había hablado -Seguramente todos os habréis preguntado por qué antes de entrar en fase, no podíais ver la hora: cuando estáis listos para entrar en fase, tenemos que colocaros en un espacio irreal, idéntico a los lugares donde estáis, por lo que no hay hora. Cuando un Creado despierta, tenemos que mandarlo a dicho espacio, al que llamamos Diánesis.- explica. -No lo entiendo. ¿Por qué nos mandáis ahi?- pregunto. -Bueno, si no lo hiciéramos, provocaríamos escándalosen el mundo real M13, y nadie puede saber de nuestra existencia.- explica con risas con los demás Alfados. -¿M13?- suelto con un tono seco y bajo. -M13, lo que tú eres, Mac. Ahora mismo os lo iba a explixar. Los Creados pueden pertecer a un grupo de cuatro totalmente distintos.- dice, siempre con el mismo tono de voz. -Todos os habréis extrañado por vuestro nuevo color de ojos. Eso, es exactamente lo que os va a identificar durante el resto de vuestra existencia. Aquellos que tengáis ese atractivo color cobalto en los ojos, habéis sido creados para tener un nivel de coeficiente intelectual mucho más alto que cualquier persona de la faz de la tierra.
Aquellos que poseeis esos ojos color verde esmeralda, podréis controlar cualquier elemento climático, y los que poseéis ojos color amarillo dorado, habéis sido creados para tener poder sobre casi todos los elementos de la tabla periódica. Y el último grupo, los que serán los más potentes, aún sin dejar de lado a los demás, los que poseéis los ojos color gris, como los nuestros, podréis hacer cosas que jamás podríais haber imaginado: vuestro cerebro será vuestro gran tesoro, vuestra gran arma, vuestra vida. Os separaremos según vuestros dones para explicaros todo sobre vuestro poder.- Todos nos encontramos totalmente impactados. -Por favor, todos los que nombre ahora, que se sitúen en la plataforma situada en la parte de atrás. - Me giro para ver una plataforma que no había observado antes. -Daniel, Johan, Carly, Mac.- Cuatro de catorce. La única chica, Carly, avanza con lágrimas en los ojos por delante de mi, con las manos sobre sus ojos, secando sus lágrimas. Daniel avanza por detrás de mí, con la mirada perdida. El otro chico aún sigue sentado, con las manos sobre la cara. Le identifico por la camiseta de baloncesto que lleva, con su nombre a la espalda y rajada como la mía. Sé que si no se levanta, tendrá problemas con esos hombres, por lo que me dirijo rápidamente hacia el aunque no tengo ninguna obligación a ello, pero si yo fuese él, me gustaría que alguien me ayudase. -Oye, tienes que salir de aquí con nosotros. Vamos, no puedes quedarte aquí, si lo haces puede que...- -¿Qué qué, que se deshagan de mí? Eso seria lo mejor que me puede pasar.- dice apartándose las manos de la cara enrojecida. -No puedes hacer otra cosa. Tu familia... No puedes hacer nada. No puedes volver con ellos, aunque duela. Tienes que venir.- Al pensar en lo que fue mi familia, se me quitan las ganas de vivir, las ganas de andar y de seguir con todo esto, pero lo único que puedo hacer es obedecer, por mí. Johan se levanta y avanza hasta la plataforma. Voy detrás de él, viendo como los demás chicos están igual de tristes e impactados que nosotros. Nadie asume lo que está pasando.

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