Capítulo I

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Veinticuatro  horas más.  La  aguja  del  reloj  había  vuelto  a  moverse  tardando  más de  lo deseado  pues parecía  estancada  entre  un  número  y  otro.

Cada  movimiento  suyo le parecía  a  ella  como  la  sangre  palpitando  debajo  de  un  cardenal.

Cuánto  más  pasaría? Cuánto  más  tendría  que  seguir  esperando  para  volver a  verlo?

Ese  día  estaba  siendo  especialmente  insoportable  pues no  había  podido  hablar  con  él, que  era  el  único  remedio  a  su tediosa  espera. 

Suspiró  frotándose  los brazos  mientras salía  fuera  intentando  conseguir  un  poco  de  calma  y  de  paso  pasar  alguna  que  otra  hora más. Ella  sentía  que  le  faltaba  algo, algo  importante.  Y  es que  lo  necesitaba  para  respirar,  él era  su  oxígeno. 

Una  lágrima  traicionera  resbaló  por  su mejilla  cuando  al  volver a revisar  el  móvil, cada  vez  con  menos esperanzas,  siguió  sin  ver  ningún aviso  de  llegada de  mensaje.

Se  mordió  el  labio  intentando  ser  fuerte. Cómo  lo  echaba  de  menos,  cómo lo  necesitaba…!

Cuando  estaba  a  punto  de  volverse  a  meter dentro, su  corazón  dio  un  brinco. 

Una moto  lacada  en  negro  se  paró  delante  de  su  puerta  con  un  suave  ronroneo.
Escuchando  los latidos en  sus  sienes,  observó  sin  creérselo  al  motorista.

Se  le  llenaron los ojos  de  lágrimas al  observar  los penetrantes  ojos oscuros de  su amado.

Él  sonrió  de lado, invitándola  a  subirse  al  vehículo,  con  el  corazón  a  punto  de  salirse  del  pecho  al  ver de  nuevo  la  belleza  de  su  amada, a  la  que  había  extrañado  como  nunca; ella  se  subió  sin dudarlo  agarrándose  a  su  espalda  como  un  náufrago  a  una  tabla. 

Su calor  la  reconfortó cuando  la  moto  comenzó  a  volar  por  el  asfalto  haciendo  que  el  pelo  de  ella  hiciera formas en  el  viento.  

Se  bajaron  de  la  moto  en  la  cabaña  vacía  que  él  había  pedido  a  sus padres cuando  había sido  su  primera  vez.  El  corazón  de  ambos comenzó  a  latir  con  fuerza  ante  aquellos bonitos recuerdos.

Se  miraron  por  unos minutos, las oscuridades de  sus  ojos líquidos se mezclaron  como  el  chocolate  líquido  con  el  caramelo, antes de  entrar  a  la  cabaña.

Pero él  no  le  permitió  a  ella  que  diera  un  solo  paso, pues  la  cogió  en  brazos,  apretándola contra  su cuerpo,  pues quería  volver a  sentir  su calor, su  cuerpo  menudo. 

Ella  entrelazó los brazos en  el  cuello  de  él  y  ya  no  pudieron  esperar  para  besarse. Cómo  habían añorado  los  besos del  otro!  

Al principio  el  beso  era  suave  y  sabía  a  añoranza.  Pero  en cuanto  entraron  en  la  casa  el  beso  se  tornó  pasional, animal, necesitado.

Él  cerró  la puerta  con  el  pie  y  chocaron  contra  la  pared. Él  la  sujetaba  por  los muslos, las piernas de  ella  enlazadas en  la  cintura  de  él, ambos gimieron  quedamente  cuando  sus  pelvis se rozaron.  

TIEMPO. // ONE SHOT Donde viven las historias. Descúbrelo ahora