Capítulo #2

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Mi madre se encontraba en un estado de sobriedad psicológica, pero totalmente alcoholizada, unos días después de mi nacimiento volvió conmigo en sus brazos a París, ella vivía en el barrio latino, en una calle sin retorno llamada «Cour Delepine» donde era bastante conocida, mi madre se veía como una mujer sin sentido de existencia, perdida en el mundo, tambaleando por un callejón angosto con un niño llorando a todo pulmón en los brazos, pisando charcos de agua sin remedio y callándose al suelo cerca de la basura. Al verla, sus vecinos que se llamaban Diego y Esteban corrieron hasta su encuentro, Esteban me tomo en sus brazos y Carlos tomo a mi madre, nos llevaron a su departamento, intentaban reanimar a mi madre que estaba casi inconsciente, pero sin ningún signo de fatiga, le hacían muchas preguntas acerca de todo lo que había sucedido, hacia mucho tiempo que no sabían algo de ella y  de la nada aparece un día desvirtuada con un recién nacido en su regazo, muerto del hambre, de sed y de inocencia ante la situación. Le dieron agua, le dieron de comer, la ducharon, la acostaron, la acobijaron y la dejaron dormir hasta el día siguiente mientras hacían lo mismo conmigo...

     Al día siguiente ella despierta con signos de fatiga y además con un malestar corporal bastante severo, era totalmente natural que le sucediera esto, había pasado mucho sereno y no se había alimentado bien, no tenía nada de fuerzas, hace apenas unos días había salido de un parto un poco complicado, y el organismo le estaba pasando factura de todos esos días, pero su mente no dejaba que los signos de malestar se hiciesen sentir hasta que realmente pudo descansar en paz esa noche donde Diego y Esteban la acobijaron como si fuese su hermana. Ellos estaban preocupados por el estado de mi madre, y se sorprendían de que mi estado de salud fuese normal, no presentaba ningún signo negativo, lo cual era impensable puesto que no sabían cuanto tiempo había divagado mi madre conmigo en la calle, sola, perdida en su mundo de agonía, desamor y oscuridad. Parecía que Dios, quien le había dado luz a mi alma hace unos días puso ese par de ángeles de la guarda para ayudar a mi madre que seguía siendo tan solo una jovencita de 19 años de edad, totalmente ingenia en su momento y con la mirada perdida en la desilusión, el desencanto y el “a donde se fue un tal hombre llamado…” No supe su nombre hasta mucho tiempo después.

     Con mucho tiempo de reposo, cuidados minuciosos de ese par de ángeles que no pedían nada a cambio por cuidar a mi madre, - y en cambio le daban todo - mucho te negro, infusiones relajantes, mucha proteína en los alimentos y fibra, muchas frutas cargadas de vitaminas, muchos biberones y pañales, muchos silencios de una madre y chillidos de un pequeño, logramos pasar el primer mes desde mi nacimiento, sobre todo mi madre quien aun se reusaba a decir muchas palabras acerca de lo acontecido. Diego y Esteban hicieron todo lo que podían hacer para avivar a esta mujer que evitaba llorar, sentir o pensar. También se percataron de algo que no habían notado. Ella no parecía entender de mi existencia, no me miraba, no me cargaba, no me hablaba, ni siquiera me amamantaba, a lo cual les resultaba sumamente preocupante e incomodo porque debían sacarle manualmente la leche materna de los senos mientras ella dormía para poderme alimentar. Entonces un día se armaron del valor del que parecían carecer y decidieron enfrentarla.

— ¡Maríe! Maríe por favor, eres como nuestra hermana, necesitamos que nos digas que paso con tu vida todos estos meses, necesitamos que entiendas cosas que pareces no comprender, necesitamos que nos escuches. –Dice Esteban–

—Maríe, eres la jovencita mas lista que conocí en esta ciudad, lograste salir adelante sola y tienes muchas cosas por las que vivir, por favor, Maríe, escúchanos. –Dice Diego con gran angustia–

—No hay mucho que explicar amigos…

–Se hace una pausa bastante acentuada, es la primera vez que ellos escuchan a mi madre con una voz tan grave, franca y firme desde que la encontraron tambaleándose por el callejón–

MaríeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora