Capítulo 1

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     Feliz cumpleaños, Demian.

Juro que cuando abrí los ojos escuché la voz de mis abuelos desearme un feliz cumpleaños. Fue como un eco del sueño de la noche anterior. Pero cuando desperté, mis abuelos no estaban ahí y me sentí vacío.

"Parece que tenías una pesadilla." Comentó el hombre en la litera de arriba.

José Vivas, mi compañero de celda, era un hombre que rodeaba los sesenta años. Estaba condenado a cuarenta años en prisión por compra y trafico de blancas. Es decir, era un hombre que compraba mujeres y niñas de países pobres y las vendía a un buen precio para tipos nefastos, como por ejemplo políticos de altos cargos o la élite del entretenimiento.

Si. Un hijo de puta, pero uno muy suertudo. El señor Vivas llevaba solo dos meses en este lugar y mañana sería liberado. Tenía muchos contactos ahí afuera y gente que estaba interesada en mantener sus productos a mano. Así que alguien le había comprado la libertad y esa misma tarde estaría fuera de aquí para volver a hacer lo que siempre hizo, sin haber aprendido la lección.

Bueno, no es como si mi destino fuera a ser muy diferente cuando salga de aquí. No conozco otro tipo de trabajos. Si, ya se, debería alejarme de las drogas y las malas compañías tan pronto como sea posible, pero tengo miedo. No conozco nada aparte de eso. Es como...mi zona de confort.

"Si, bueno..." Le reste interés mientras me envolvía de nuevo en las sábanas. Ese hombre y yo nunca habíamos intercambiado palabras en el tiempo que llevamos compartiendo la misma celda, no voy a empezar a hablarle ahora.

Cerré los párpados porque los sentía pesados e intente volver a dormirme. Debía ser bastante temprano, porque no escuchaba a los guardias caminar por los pasillos. Mejor para mi, un tiempo más de descanso.

Pero no pude dormirme de nuevo. No podía dejar de pensar en que ese día era mi cumpleaños y era el primero en el que no recibía un pastel. Si, sé que un pastel no es lo mas importante ahora mismo, pero no podía dejar de pensar en eso.

Hace unos días, una amiga de mi abuela me aviso que mi madre había sido internada en un instituto de rehabilitación estatal y mi abuela había muerto en el hospital. Es decir, estaba jodido. Ahora no tenía a nadie que me pudiera sacar de aquí y aunque saliera no tendría a nadie que conozca. Estaba seguro que incluso la gente del barrio había usurpado mi casa.

¿Que? ¿Pensaban que iba a estar triste por la muerte de mi abuela? No. Ni por la de mi padre, ni por la de mi abuelo. Y no, no es porque sea una persona sin corazón o porque sea algún tipo de sociopata. Solo pienso que están mejor ahí donde quiera que estén que aquí sufriendo.

Al final, me perdí tanto en mis pensamientos que cuando los guardias vinieron a ordenarme que salga, José Vivas se había ido junto con sus cosas. Bien por mi, ya no iba a tener que escuchar como se masturbaba durante las noches.

Salí de la cama y fui directo a las duchas. Al principio yo le tenía pavor a ese lugar, durante los primeros meses era el foco de todas mis pesadillas, pero ahora todo era mucho más tranquilo.

Vi a Elías entre los reclusos, rodeado de un grupo de hombres asiáticos. Elías hablaba muchos idiomas de manera fluida y a veces me llamaba la atención su facilidad con ellos. Seguro estaba haciendo negocios.

Antes solía escuchar silbidos y comentarios cuando me sacaba la ropa, ahora nadie se atrevía a mirarme siquiera. Aún de espaldas, sabía que el único que me miraba era Elías.

Vamos a aclarar algo, la mayoría de los hombres aquí adentro no son homosexuales. Solo quieren un agujero donde meter su pene. A veces, los tipos como yo, delgados y jovenes, somos los más desafortunados.

Me alegra mucho que a Elías no le gusta compartir. Es bastante territorial y posesivo, sus mordidas, chupetones y rasguños están marcados en toda mi piel. No me importa. De hecho estoy feliz por tenerlos porque son mi escudo.

"Abre las piernas." La voz de quien se auto denominaba mi dueño me dio una orden y lo hice. "Parece como si estuvieras ansioso porque te lo haga aquí, adelante de todo el mundo."

"Tomalo como desees." Solté por lo bajo, sin mirarlo.

"No me provoques." Elías soltó su aviso pero no me hizo nada, simplemente se fue hacia otra de las duchas.

Con el tiempo que llevaba junto a él podía decir que  lo conocía casi perfectamente. Era un sádico. Le encantaba humillarme delante de todo el mundo con tal de que le llevara la contraria y buscara un motivo para castigarme. Por suerte, aprendí que el orgullo en este tipo de situaciones no sirve para nada.

Solía aburrirse cuando era obediente.

Tome mi ducha de manera rápida, limpiando los lugares más importantes y tuve que salir. Teníamos un tiempo limitado para ducharse, decían ser cinco minutos pero los he contado y eran apenas tres. Los carceleros daban órdenes desde la puerta de las duchas, como si fuéramos alguna especie de perros.


No voy a quejarme. Si lo vemos de otro punto de vista, aquí solo está la escoria de la sociedad. Somos mucho menos que perros.


Salí del lugar para dirigirme al comedor. El desayuno era una mierda, pero al menos era comestible. Suelo comer solo porque a Elías no le gusta que haga sociales y al mismo tiempo le molesta que este junto a él. Soy una persona bastante conformista, no me importa estar solo. No es como si quisiera hacerme amigo de alguno de esos criminales. A pesar de que técnicamente yo también sea uno.

El día se paso rápido. Aburrido. Elías apenas me miro hoy. Mejor para mí. Nadie me molestaba, así que podía tomarme mi tiempo en el trabajo comunitario, en la biblioteca, en el lavadero. A veces, mis días eran así de tranquilos, a veces no, por suerte hoy si.

Llegue a mi celda luego de la cena y Elías no me llamo para visitar la suya, así que me aliste para la cama. Ahora que José Vivas se había ido podía sentir mucha más tranquilidad. No me costo para nada dormirme.

Fue un cumpleaños mucho más agradable de lo que había pensado.

Al día siguiente me desperté por el sonido de un forcejeo. Una voz masculina completamente incomoda que decía ser inocente. Abrí los ojos con pesadez mientras las rejas de mi celda se abrían y los guardias metían a un nuevo recluso.

Genial, un nuevo compañero.


Levante la vista para ver al tipo nuevo y juro que al verlo pensé que mi abuelo me había enviado un regalo del mas allá.


Tengo algo que admitir: soy gay.

El joven estaba entre lágrimas, temblando entre los brazos de los guardias que lo empujaban aquí adentro. No lo había visto en meses, pero lo podía reconocer en cualquier parte. No todas las personas tenían el cabello de ese color.

 

Nunca me imagine que me sentiría tan contento y horrorizado de ver a George Danielson en prisión.


Mi ángel había caído.

Preso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora