En medio de lotos, renacemos.

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Desde el punto de vista del Yo, no hay nacimiento ni muerte, no hay cielo ni infierno, y no hay reencarnación.

- Ramana Maharshi

"¡Líder de Secta!"

Jiang Cheng sintió los gritos demasiado lejos de sí, mientras que su atención estaba completamente en cómo la bestia Yao lo destrozaba. De alguna forma, no pudo evitar recordar sus años de infancia donde jugando con Wei Wuxian solían romper pequeños soldados de madera por la mitad a base de una historia heroica donde morían luchando por sus ideales.

Oh, la ironía. Este desgarro se sentía como entonces.

Bueno, morir durante una cacería nocturna en protección de las aldeas que están bajo la jurisdicción de una secta es una realidad que todo cultivador asume desde el momento en que entra a una secta o decide dedicar su vida al cultivo y a la justicia. Sin embargo, piensa Jiang Cheng con cierta simpatía, hubiera preferido morir de una forma más decente o menos sangrienta para evitarles la vista traumática a sus discípulos.

¿Esto cuenta como suicidio? Ausentemente desvió su vista hacia un lado mientras sentía su cuerpo ser sacudido, el hecho de que ni siquiera evito un ataque mortal, porque está realmente cansado de todo esto.

Tampoco es que muriera joven, se consoló mientras su sangre era, innecesariamente, sacudida a los arboles de los alrededores y probablemente en los discípulos que no podrían hacer nada por él. Él ya tenía sus años, había logrado reconstruir su secta y dejarla a buen pie, um, realmente esperaba que los ancianos escogieran a un buen líder entre sus mejores discípulos, Jiang Lihui era una opción...

Como sea, estaba más preocupado por Jin Ling quedándose solo, pero él ya era un adulto y sinceramente, a pesar de la mierda de tío que ha sido al menos no ha sido una mierda completa como Jin Guangyao y nunca atentó contra su vida. Esperaba ser más extrañado en cierta forma.

¿Lo sería él?

Nunca ha sido un niño que hizo saber a los demás que estaba ahí, usualmente callado y escondido entre las piernas de su padre mientras recorrían entre otros líderes de secta cuando había algún tipo de conferencia en Muelle de Loto, o si no entre las faldas de su hermana; y cuando Wei Wuxian llego a sus vidas, solo era el didi que seguía a su shixiong por todas partes para poder ignorar el hecho de que su padre no lo quería. Fue una actitud que su madre siempre había desaprobado, siempre con un rizo de desdén en sus bonitos labios o un fruncimiento entre los valles de sus cejas. Nunca supo que era peor, si sus gritos o los pequeños gestos de desprecio hacia él. Sin embargo, el no sería recordado por eso ¿no es así? Solo por ser el líder de secta que reconstruyo su hogar con solo furia y odio, el que destrozo y destruyó a quienes llevaban el camino hereje, aquel que crio al heredero Jin, aquel que perdió todo y solo quedo con su miseria, una secta hecha cenizas y un bebé que ni era suyo.

El que asesino a su propio hermano sin siquiera escucharlo alguna vez.

Pero estaba bien, él estaba acostumbrado a ello, y por primera vez entre el negruzco fondo de su conciencia lo acepto y deseó, sin importarle el dolor que traían consigo, volver a verlos una vez más.

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Cuando abre los ojos, el techo de la habitación de su infancia se burla de él y hace que sus ojos parpadeen una y dos veces solo para comprobar que no está jodidamente loco. Se levanta demasiado rápido, demasiado aturdido y, cuando sus pies –demasiado pequeños, joder- tocan la fría madera tropiezan y vuelven a andar hasta que esta frente a un espejo y puede observarse a sí mismo.

Grandes esperanzas (no son suficientes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora