El sueño y la realidad

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Eran las 5:40 de la mañana y ya estaba en la villa. Dentro del carro, esperaba impacientemente ver el sol asomarse por el horizonte para salir en búsqueda de mi niña. Cuando finalmente vi el cielo teñirse de claridad, empecé a dar vueltas en el lugar, con la fe de que encontraría algo que me ayudaría a comprender cómo era que mi pequeña había desaparecido.

Cuando la policía finalmente llegó, ya eran las 8 y algo de la mañana. Para ese entonces ya había dado dos vueltas al lugar y no había encontrado nada. Los policías se unieron a la búsqueda, pero al igual que yo tampoco encontraron nada. Poco después del mediodía, agotado y casi sin esperanzas de encontrar alguna pista, empecé a recordar el sueño del lago. No podía ser casualidad que me hubiera hecho ese sueño justamente la noche anterior a la desaparición. Me acerqué a uno de los encargados del cuidado de la villa y le pregunté:

—Señor, ¿hay algún lago por aquí cerca?

—Bueno, hay uno, pero no ta tan ceica no mi don, pa' podei llegai u'te tiene que cruzai esa loma que se ven allá. Ei lago ta dei lotro la'o.

Miré hacia la dirección en la que el hombre señalaba, y las montañas parecían estar a más o menos un kilómetro de distancia. Le di las gracias y, sin pensarlo dos veces, empecé a caminar hacia allá. Mientras caminaba, me preguntaba qué tipo de relación podía haber entre el sueño y la realidad. La existencia del lago ya era otra prueba de que había algún tipo de conexión; no podía ser una simple coincidencia. Pero ¿por qué soñarlo cuando ya prácticamente no podía hacer nada? Al llegar al lago, ¿qué encontraría? ¿Acaso llegaría tarde, como parecía haber llegado en el sueño?

Me tomó unos 15 minutos abrirme paso entre los matorrales y llegar hasta la primera montaña, luego otros 10 acercarme al lago, el cual se encontraba detrás. Mientras me iba acercando, el temor de hallar algo horrible crecía cada vez más, pues no podía quitar de mi mente el recuerdo de haber visto a Emely flotando inmóvil en el lago del sueño. Me llené de valor y no me detuve. Al estar allí, observé durante un largo rato y caminé varios metros alrededor del mismo, pero no había nada. Era como si fuera la primera persona en años en estar por ahí. Recorrí los alrededores y ya eran las 5 y algo de la tarde cuando decidí rendirme y descartar la posibilidad de encontrar algo en ese lugar. Pronto oscurecería y no tenía caso seguir buscando ya siendo de noche.

Al marcharme, decidí rodear las montañas por el lado opuesto al que había llegado, ya que por allí podría subir un poco y echar un vistazo desde lo alto. Me detuve unos minutos y observé con ansias de ver algo, pero no vi nada. Sin esperanzas, me marchaba casi arrastrando los pies. Ya alcanzaba a ver el camino por el que había llegado desde la villa hasta la montaña, y fue justo en ese momento cuando vi algo que llamó mucho mi atención.

EmelyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora