6. Amores que matan

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"Al mal paso darle prisa" pensé durante toda la noche y al día siguiente me desperté muy temprano a pesar de aun no habituarme al nuevo horario. Iría a Mousse Rabbit, la cafetería de Yesung, probablemente no estaría allí, pero dejaría una carta para él y le diría que mi vuelo de regreso a México sería en siete días ya que mi pez se había muerto y quería darle cristiana sepultura... o cualquier excusa que se me ocurriera y que sonara convincente.

¿Qué debería usar? ¿Debería maquillarme? Quizá él podría llegar y entonces nos veríamos y... moriría o me delataría yo sola, se acabarían todas mis mentiras. Definitivamente verlo, no era la mejor opción, aun cuando mi corazón anhelaba ver su rostro de ángel. Tomé mi bolso que había preparado con la carta dentro de éste, unas gafas oscuras "por si se ofrecía" y un cuaderno con 500 cartas que había escrito para él durante su estadía en el servicio militar obligatorio.

No tenía idea de cómo llegar, así que definitivamente resultó imposible estar durante los primeros minutos que estuviera abierto, era pasado medio día y había ya algo de gente dentro, no quería que nadie me viera ¿Y si me reconocían? Mis piernas temblaban mientras entraba y tomé una mesa totalmente lejana al mostrador, dejé mi bolso, llevando la carta conmigo y fui a formarme para hacer mi pedido. Inesperadamente me encontré con que la mamá de Yesung estaba allí en la cafetería. Un nudo se me formó en el estómago y al cruzar las manos sobre el, sentí mis anillos de boda y compromiso, sabía que no era correcto pero me los quité y los guardé rápidamente.

Faltaban dos personas para poder hacer mi pedido cuando todos comenzaron a murmurar y sentí escalofríos, "Ha llegado mi fin", dije para mis adentros, pero no, el cielo me había brindado una oportunidad de morir aún más ridículamente. "Hola" escuché esa voz por la que bajaría al mismo infierno a abrazar al diablo. Todo el mundo comenzó a sacar sus celulares y grabar de forma discreta. Era él, estaba allí y la sangre se heló en mis venas. No quería mirarlo pero fue directamente al mostrador a hacer su propio pedido... Y resultó que era mi turno, lo tenía de frente, a menos de un metro de distancia. Levantó unos segundos su vista, nuestras miradas se encontraron y una cálida sonrisa se dibujó en sus labios. Su piel tan blanca e hidratada no pasó desapercibida, pero esos ojos, esa mirada felina de tonos café claro, las diminutas pestañas que adornaban con gloria sus alargados ojos. Su cabello castaño claro caía lacio a cada lado de su rostro y sus labios tenían un tono rosado claro, como si llevara puesto algún tipo de bálsamo.

-Creo que la conozco de algún lado. –Susurró mientras volvía su mirada a la computadora. Mis ojos se habían llenado de lágrimas y dentro de mí todo era calidez y paz. En esos momentos yo podía morir y lo haría agradecida con la vida.

-No, no nos hemos visto antes, es la primera vez que vengo aquí... -levantó su rostro, sorprendido supuse yo, de que hablara fluidamente su idioma. Mi voz sonaba cortada y ni siquiera sabía de dónde habían salido esas palabras.

-Ah, lo siento, tus ojos me resultaron familiares... Uh, ¿Cuál será tu pedido? –Era algo que había soñado tantos años, algo que no creí que sucedería. Su voz era algo ronca y sus labios hacían muchas muecas al hablar.

-Uh, té helado de durazno. –Quise bromear con él, pero los nervios me traicionaron, debí haberlo dicho en inglés en lugar de hablar en coreano.

-La broma no funciona así, era en inglés. –Sus ojos se volvieron una línea delgada y su sonrisa se ensanchó. Aquello hacía alusión a la vez que una fan le había pedido un "Peach Iced Tea" o un té helado de durazno y él, en su poco conocimiento de inglés en ese entonces, le entregó un té caliente de durazno.

-Si hablo en inglés no entenderías... ¿Cierto? –agregue aquella última frase en inglés e hizo cómo si no me hubiese escuchado, quizá aún no aprendía tanto sobre ese idioma. No podía dejar de mirarlo, de querer grabarme de memoria cada línea de su rostro, sus ojeras, sus labios abultados al hablar y sus pequeñas manos adornadas con diferentes anillos. Quería también hablar, decirle que él era mi todo en ésta vida, pero me estaba perdiendo en mi propio silencio, tal cual lo hacía en mis propias mentiras, no podía hacer que sospechara.

-Listo. –Me entregó aquél artefacto en forma de círculo que me avisaría cuando mi pedido estuviera listo. –Vuelve pronto, espero que Mouse Rabbit de paz a tu corazón afligido. –Y caí en cuenta de que todo ese rato había desbordado algunas lágrimas.

Desde mi lugar y ya con mi pedido lo observé de lejos, iba con algunos amigos que reconocí de fotos que subía a Instagram, estaban pasando un rato agradable, él tranquilo y ajeno a que continuaba llorando. Era tan precioso que dolía estar cerca de él, tenía consigo un aura de elegancia que seguramente lograría cohibir a cualquiera que estuviera a su lado. Poco a poco el lugar se iba llenando de gente, era probable que la razón fuera que Yesung estaba allí, así que en cuanto terminaron sus bebidas todos salieron y muchas chicas quedaron decepcionadas ya que iban llegando. Calmé mi llanto y fui a pedir un café americano para poder permanecer más tiempo allí y dedicarme a tomar unas buenas fotos y apreciar el lugar. Ningún concierto al que había asistido y en los cuales estuve en primera fila se comparaba con haberlo visto tan cerca, incluso de forma sutil había notado su aroma tan embriagador y a la vez tan natural, cómo si usara lo suficiente de colonia para no pasar desapercibido pero sin exagerar cómo para dejar su aroma por todos lados. ¿Podría existir alguien más maravilloso y guapo hasta lo indecible? Lo dudaba, el simple hecho de existir lo hacía glorioso.

Los días pasaban y formé una rutina que me encantaba hasta lo indecible, por las mañanas iba a desayunar a Mouse Rabbit, permanecía allí mientras revisaba mi correo o me postulaba para distintos empleos relacionados al arte y al diseño. Si tenía entrevistas iba a ellas o si no, iba a distintos museos o lugares turísticos dentro de Seúl, por la tarde-noche iba a Café Armoire a comer algo y así regresaba a casa, dónde Sebastián llegaba en punto de las nueve, siempre, sin falta, pero yo para esa hora  "estaba dormida" y así, sólo lo veía durante las mañanas, cuando él se alistaba para su jornada laboral.

Corea era bastante competitivo al hablar de buscar trabajo, si yo tenía en México ya algo de reconocimiento como diseñadora textil e ilustradora, aquí mis trabajos eran demasiado básicos o alguien sabía hacer mil cosas más que yo. Así que mi parte favorita del día era ir a Café Armoire, porque había menos personas y el lugar iba más con mi estilo, algunas veces Jongjin rondaba por allí o a veces en Mouse Rabbit, pero seguido iba a ambas cafeterías. En ese primer mes solamente había vuelto a ver a Yesung dos veces y mi reacción era la misma, verlo de lejos, siendo feliz y yo, llorando en silencio y sintiéndome afortunada por siquiera poder verlo. Algunas veces Jongjin me miraba fijamente cuando lloraba y yo desviaba la mirada.

La última semana comenzó a ser un tanto difícil para mí, todo se juntaba, no encontraba trabajo, los pocos ahorros que tenía se iban agotando en comidas en ambas cafeterías, ELF, el nombre del fanclub dedicado a Super Junior, el grupo a dónde pertenecía Yesung, cada día estaba buscándome por todos lados y para sumarle un bonus glorioso, Yesung no había vuelto a escribir... ¿Estaba saliendo con alguien? ¿Había descubierto todas mis mentiras?... Esa semana entera no había dejado de llorar durante las mañanas y las tardes, hasta que un día de esos dónde la mamá de Yesung iba a visitar Mouse Rabbit, me regaló una galleta y me dijo un "Vendrán tiempos mejores" simplemente asentí y limpié mis lágrimas.

Y pasó una semana más, que resultó ser peor que la anterior, Yesung fue todos los días a Armoire y aunque agradecía poder verlo, el no poder acercarme a decirle quien era, me mataba lentamente. Lloraba cuando él estaba, lloraba demasiado cuando se iba, pero sabía que era mi propio castigo por no pensar lo que hacía de mi vida. Todos esos días habían estado tanto Yesung, cómo Jongjin y su mamá, quien cordialmente me obsequiaba una galleta después de que Yesung se iba y mi llanto se intensificaba. "Que ridícula" podía imaginarme que pensaba al verme.

El lunes siguiente fui nuevamente a Mouse Rabbitpor la mañana, estaba tomando tranquilamente mi café americano cuando se acercóla madre de Yesung y se sentó frente a mí. Me quedé totalmente paralizada, ni siquiera encontré mi propia voz para poder saludar de forma debida. ¿Sería que ya nopodría ir a las cafeterías? ¿Pensaría que era una acosadora? "Por favor, no,estar aquí es lo único que me hacía la vida más llevadera", pensé para misadentros. Su rostro tenía cierta seriedad que no supe descifrar, pero rogaría deser necesario si ella me pedía que no fuera más a desayunar y comer allí. 

Ever Lasting ¿Friend?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora