Novia por contrato

Capítulo 1 - Un nuevo trabajo

Mía

Siempre he creído que el destino tiene una forma curiosa de juntar a las personas. Si me hubieran dicho hace un par de años que terminaría compartiendo mi vida en Londres con dos chicas tan diferentes como Cler y Mar, probablemente habría soltado una carcajada. Pero aquí estoy, con 19 años, una cámara colgando de mi cuello y un gato gris llamado Lenteja que, por cierto, tiene más actitud que cualquiera de nosotras, aunque ahora mismo este está con mi hermana.

Yo soy Mía, pelirroja de nacimiento, con un pelo largo y ondulado que parece tener vida propia. Mis ojos son verdes, aunque a veces, bajo la luz adecuada, parecen más claros, casi como si quisieran reflejar los paisajes que tanto me gusta fotografiar. Siempre he sido delgada, con una figura que a veces se siente como un palo de selfie (mis amigas suelen decirlo entre risas), y con una estatura de 1,70 que me hace destacar un poco más de lo que me gustaría en algunas ocasiones. La fotografía y la música son mis refugios, mis pasiones. Hay algo mágico en capturar momentos que no se repetirán y en perderme en las melodías que llenan mis auriculares mientras camino por la ciudad.

Luego está Cler, nuestra pequeña amante del color rosa. Si algo tiene ese color, ya sea un bolígrafo, una funda de móvil o incluso un simple cuaderno, es casi seguro que terminará en sus manos. Su pelo castaño cae en suaves ondas hasta sus hombros, y sus ojos, una mezcla entre azul y verde, parecen cambiar según su estado de ánimo o la luz del día. Cler es la más joven del grupo, con 18 años, pero no deja que eso la detenga. Está estudiando derecho a distancia desde la Universidad de Madrid, algo que me parece admirable porque, sinceramente, no sé cómo encuentra tiempo para todo. Su cuerpo es rellenito, pero perfectamente proporcionado. Siempre se ha cuidado, aunque sin obsesionarse, y su confianza al vestir ropa que resalta sus curvas es algo que admiro profundamente.

Por último, está Mar, la soñadora del grupo. Su pelo castaño oscuro, que siempre lleva suelto, enmarca unos ojos marrones caramelo que parecen tener una chispa constante de curiosidad. Tiene la misma edad que yo, 19 años, aunque es mucho más bajita, algo que a menudo usamos como motivo de bromas cariñosas. Su cuerpo es delgado y menudo, casi como si fuera una muñeca. Mar estudió un curso de manicurista en España antes de unirse a nosotras en Londres, y su pasión por las uñas es innegable. Puede pasar horas creando diseños intrincados y detallados, y siempre tiene un esmalte de uñas en su bolso, "por si acaso". Además de eso, ama la música tanto como yo y es capaz de devorar libros en un abrir y cerrar de ojos.

A pesar de nuestras diferencias, formamos un equipo perfecto. Cada una de nosotras aporta algo único al grupo, como piezas de un rompecabezas que encajan a la perfección. Cler con su faceta protectora y amor por el orden, siempre sabe cómo calmarnos cuando las cosas se complican. Mar, con su creatividad y su sentido del humor, nos recuerda que la vida es más llevadera si la enfrentamos con una sonrisa. Y yo, bueno, supongo que soy quien documenta todo, quien se asegura de que cada momento quede inmortalizado en una fotografía o en un recuerdo.

Ese día, mientras nos preparábamos para una nueva aventura en Londres, no podía evitar pensar en lo lejos que habíamos llegado. Dejamos todo en España para venirnos juntas y creo que esa fue una de las mejores decisiones que podríamos haber tomado.

Buscábamos lugares en los que pararnos para hacer algunas fotografías. Nos aburríamos en casa y tuve la brillante de idea de sugerirle a las chicas hacer una sesión de fotos. Además, necesitábamos nuevas imágenes para nuestros portfolios.

No era la primera vez que hacíamos algo parecido y la verdad que ya casi habíamos estado en media ciudad, pocos sitios nos quedaban por recorrer. Después de andar casi una hora de reloj, llegamos a Tower Bridge, un puente precioso en medio de la ciudad de Londres.