Enfermo.

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Había pasado días, semanas incluso. Desde que había visto a Rin. La había salvado de aquel demonio insignificante, y no dejaba de pensar en su cambio. Era hermosa, debía admitirlo. Pero lo que más le molestaba a el demonio, era su necia personalidad.

"Le dije que no debía involucrarse en ninguna estupidez que la relacionara con demonios. Y ahora es sacerdotiza. Que fastidio. Si ella no puede protegerse, entonces yo..." Pensaba el demonio de cabellos plateados hasta encontrarse con sus sirvientes y su pareja. Ah-Un, Jaken y Kagura.

– ¡Amo bonito! –Gritó Jaken, corriendo hasta él– ¡Que bueno que ha llega...! –Fue interrumpido con una patada de Sesshomaru, quien no se encontraba de humor.

– Sesshomaru, ¿Que ocurre? No es típico en tí ese mal humor...

Dijo Kagura, acercandose peligrosamente a él. Con su abanico cubriendo medio rostro, dejando ver sólo sus ojos de color escarlata sin brillo. 

– Nada –Respondió con un tono frío.

– ¡Uh! Cuidado, necesito más ropa, por que aquí hace frío.

– ... –Un incómodo silencio formó una tensión entre los presentes.

– ¡Tranquilo! Era humor. H-u-m-o-r. Algo que careces, cariño. Me retiro, iré a tomar una ducha.

Sus ojos escarlatas fueron lo último en desaparecer. Su brillo color sangre, perseguía su camino. Era lo que más odiaba de ella. Siempre olía a Naraku. Puesto que es una extensión de él, después de todo. Y lo segundo, sus hermosos ojos color escarlata. Iguales a los Naraku, aunque los de ella no tenían brillo. 

"Rin... Espero que tengas una mejor vida con los humanos. Conmigo, correrías mucho peligro, aunque quiero que estes a mi lado".

Se recostó en un árbol, cerca de Ah-Un. Y se sentía cansado. Asique tomó una siesta, esperando que cuando despertara, se sintiera como nuevo.

Pasaron los días, y el demonio en su mansión se sentía desesperado. Solía ser muy paciente, pero en estos extremos, realmente, la paciencia no era una de sus virtudes. Quería ver a Rin. Y quería hacerlo ya mismo. 

Comenzó a dar vueltas por su habitación y morder sus uñas, algo que nunca hacía con frecuencia. Luego de un rato, se acostó en su futón. Puso su antebrazo en sus ojos cerrados, y respiraba con dificultad. Algo estaba mal. Se sentía cansado, derrotado, en mal estado. Se sentía vacío; como si esperara algo que nunca va a suceder. 

Un sirviente tocó sus puerta una ves y de inmediato pudo oir "Adelante". Cuando entró, vio a un Naraku sudado, con sus mejillas rojas y con una respiración entrecortada. Una mueca de desilución cruzo por el rostro del azabache, sorprendiendo al sirviente albino de cabellos blancos, cercano a Rin. Ya que solían hablar de temas variados y era un ayudante de la cocina, y Rin amaba cocinar. 

– Amo, ya está la cena.

Esas simples palabras obligaron a Naraku a ver atravez de su ventana, era de noche y la luna llena resplandecía las hermosas rosa que estaban saliendo de sus capullos. 

– ¿Esto se debe a la señorita Rin? –Preguntó el albino.

– Eso creo.

Fue lo único que pudo decir Naraku, antes de caer inconsciente en su futón. Sorprendiendo al albino quien rapidamente se apresuró en llamar a los demás. 

Todos estaban con la boca abierta y casi rozaba el suelo, y todos llegaron a la conclusión que dijo el albino.

– Hay que llamar a la señorita Rin.

Tu puro corazón me purificó (Naraku x Rin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora