De vuelta a su lado.

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Al día siguiente, Rin estaba apunto de marcharse. Tenía todo preparado desde la noche anteorir; puesto que no quería contra-tiempos. Tomó su arcos y sus flechas y se adentró en el bosque sin despedirse, ya todos sabían de su misterioso viaje. En el camino, muy largo, pensaba en Naraku. Tardaba horas, pero finalmente llegó. Vio el campo de protección que con el tiempo le llamó "Espejo". Sonrio para sí misma, y se adentró en el espejo.

Apenas puso un pie dentro, sintió una oleada de emociones. Corrió hasta dentro de la mansión, donde la esperaba Hikaru pacientemente sentado de forma reverencial en la puerta. 

Tenía ganas de verlo y saber de una vez por todas qué pasaba. La preocupación y dudas la estaban carcomiendo viva.

Entonces entró, y comtenpló una escena poco favorable. 

Naraku yacía empapado de sudor, sus mejillas rojas a más no poder, el calor salía de sus poros, su respiración era entrecortada y rápida. Sin mencionar que, su mano apretaba fuertemente su pecho. 

– ¡Oh Dios mío! –Exclamó, soltó su arco, flechas y equipaje y se sentó a su lado, puso su cabeza en sus piernas y tocó su frente– ¡Estás hirvierndo! 

Luego de decir eso, comenzó a tratarlo hasta mantener estable su salud. Se retiró un momento y comenzó a sermonear a Hikaru por no haberlo tratado bien, pero Hikaru insistía en que sí lo había hecho.

– ¡Pero sólo usted es capaz de controlar sus demonios! –Exclamó con una gota de sudor.

– ¿Qué demonios ni que ocho cuartos? Mejor me voy con Naraku –Dijo exhausta.

Rin entró en la habitación cuidadosamente, para no despertar a Naraku. Se sentó a su lado y acarició su mejilla.

Naraku sintió el toque, y aunque dolía, le gustaba. Sabía de quién era. 

– Rin –Mencionó, sin abrir los ojos.

– Así es, estoy aqui –Respondió con su voz angelical e inocente.

– Gracias por venir –Abrió los ojos y se encontro con una sonrisa, la sonrisa de Rin. 

– Hubiera venido aún si no me lo pidieras.

Esas palabras lo derritieron, más de lo que estaba. Sonrió plácidamente y tomó la mano de la sacerdotiza que se encontraba en aún en su mejilla.

– Te extrañé –Susurró, quedando dormido apretando la mano de la sacerdotiza.

– Yo igual –Respondió, acostándose a su lado– Recupérate pronto.

Le dió un pequeño beso en su mejilla y quedó dormida. 

Pasaron las horas, y se hiso de noche. Ambos cuerpos abrazados se encontraban dormidos, pero no pasó mucho para cuando uno de ellos se levantara. 

El demonio de cabellos azabaches se sorprendio con la maravillosa vista que tenía, no quería que se acabara. 

Pasaron minutos en esa posición, y naraku se levantó, fue hasta el jardín y contempló la luna llena. Recuerdos pasaron por su mente, y se repitía una y otra vez lo mismo. 

– Te vas a resfriar –Dijo una voz reconocible a sus espaldas. 

– Soy Naraku, no me enfermo por cualquier cosa –Respondió, giró su cabeza y allí se encontraba la sacerdotiza. A su lado, sentada.

– ¿Pero si con mi ausencia? –Agregó divertida.

– Tú no eres cualquier cosa.

La respuesta hiso de Rin, un completo tomate. Iba a responder, pero Naraku se adelantó dándole un beso.

Se sentía raro, no quería sentirse así, asique se repetía lo mismo de hace rato.

"Todo sea por la perla".

Tu puro corazón me purificó (Naraku x Rin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora