Saciado e insatisfecho

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Aquella mañana... La luz le hizo abrir los ojos verdes al capitán. Las cejas estrujadas... como siempre. Era la jaqueca, el vino, la mala racha al final de la noche. Su mente se reanudó.
Los ojos azules del esclavo, brillando bajo la luz de la luna y sus largas pestañas empapadas, goteando al balneario.
Recordó su boca doliente... no la propia, sino la del chico. Abrió sus ojos arrepentido. Se puso en pie de prisa y de sus aposentos, a los que no recordaba cómo llegó, salió presuroso a encontrarlo. Hubo pasado por varios pasillos perdido, cuando un sirviente le indicó el camino al gran faraón.

El toque de una puerta por un par de guardias detrás de los cuales aguardaba puesto en pie, El Capitan estaba a punto de entrar a la sala privada del Gobernante de Egipto.
Ambos portones de oro y otros minerales, se abrieron y cerraron a su espalda una vez dentro. Desde un balcón a un lado, el paisaje de la ciudad allí a lo alto, hizo deslumbrar los ojos del joven guerrero. El sol permitía que el agua del Río brillara con la intensidad de miles de diamantes sobre la superficie. Las pirámides a lo lejos daban la vista perfecta. El horizonte más bellos aguardaba detrás, en el desierto.

Faraón: Es bello... caliente y muerto, pero hermoso.

El hombre de piel rosa se volteó detrás. El Faraón le miraba desde un trono pequeño con un cojín más grueso que el del chico a su lado. Era el esclavo...

Su labio estaba partido en una esquina, pero eso solo le incomodaba poco al capitán, lo que más le incomodaba, era que evitaba sus ojos al contacto. Su mirada se dirigía al suelo, a los pies de su amo.

Kevin: Buenos días tenga su alteza. Yo...

Faraón: Tardes...

Le corrigió el hombre descuidadamente sacándose de encima el cinturón dorado de su vestidura elegante

Kevin: Perdóneme su alteza, el viaje por el desierto fue extenso y bastante hostil.

Faraón: Claro que no te reprocho por eso. (Contestó el superior) Solo te oriento en el tiempo.

Kevin: Le agradezco a su alteza.

Sus ojos iban y venían del rostro apático del hombre sobre las sedas en el cojín del suelo

Faraón: Sin embargo... (Continuó el hombre poniéndose en pie y dejando caer sus vestiduras al suelo. Ahora solo estaba envuelto por sus calzones)
Me preocupa la herida en su boca. (Kevin abrió los ojos y llevó su mano a esta) Debería reprocharle algo por ella? (Agarró el cabello del chico sobre el suelo, solo un poco fuerte y levantó su rostro para mostrar así el golpe en el labio inferior del hombre)

Se hizo un breve silencio y entonces el pelirrojo abrió la boca para hablar, pero antes que el sonido de su voz saliera por ella, El esclavo responde por él.

Edd: Me le he ofrecido esta noche... (El capitán quedó en silencio. Estaba sorprendido)

No sabía que decir, pero era claro que por alguna razón el esclavo mentía, no sabía el por qué, sin embargo, no le llevó la contraria... Aunque quería hacerlo, creía que de algún modo el chico podía meterse en problemas mayores que los de él, debido a su irrespetuosa acción hacia la propiedad privada del faraón. No obstante, sentía en aquella mirada enojada del esclavo de ojos azules, la confianza suficiente... Sabía que llevaba las riendas de algo. "Él tramaba salvarle el cuello" pensó.

Faraón: Es eso cierto capitán? (El faraón volteó a verle a los ojos)

La presión se intensificó más aún para la frente, de repente sudorosa, que el pelirrojo llevaba. El esclavo abrió sus ojos grandes. Intentaba convencerle, de seguir con la mentira.

Kevin: Es... cierto. El esclavo se me ofreció.

Faraón: No le gustó la oferta? (El hombre lograba confundirle más)

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