2.

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—¿Podrías cantarme Un Mundo Ideal mientras volamos? —soltó el rubio, sacando a (Nombre) de su pequeña burbuja cuando admiró la belleza del firmamento.

Ella rió, divertida y conmovida. Vestía un pantalón de mezclilla, sandalias y una camiseta negra, nada ostentoso o extravagante. Después de todo, el mismo Hawks le había dicho que pasearían un rato, solo que no se imaginaba que era de aquella manera—. ¿Así que tus alas reemplazan la alfombra mágica de Aladdín?

—Podría ser —contestó, su sonrisa sincera permanecía postrada en su fisonomía—, ¿quieres ser parte de esta aventura espléndida?

—Solo si prometes compartir ese mundo deslumbrante y nuevo conmigo, Keigo.

Toda máscara se caía, fragmentada en inútiles pedazos y la apariencia taimada, despreocupada y galante del héroe número dos se desprendía de él. Sin ninguna fachada de por medio, tampoco adornos de mentira e imágenes falsas, desnudaba su alma, mostrando su espíritu, dejándole que conociera su verdadero ser y de la manera más genuina que se pensó, desplegando sus majestuosas alas carmesí, surcando los aires y transmitiéndole esa convicción de libertad que jamás consideró experimentar de esa forma tan atípica, aunque debía saber que todo lo relacionado con Takami era inverosímil,  casi divino, causando vértigo y anhelo de ese cautivador encanto que solo un hombre como él tenía.

Prometió no precipitarse ni enamorarse, pero era inevitable, porque cuando lo observaba así, honesto, caballeroso y alegre su corazón no aguantaba otro flash de esa mirada tan dorada cual sol intenso. No quería compararlo con un príncipe, porque ese título le quedaba bastante pequeño  y es que ni siquiera podía ponerle su bello semblante a un personaje, a pesar de que la idea fugaz de ellos viviendo un cuento de hadas le removió una fibra sensible que no sabía que albergaba. Prontamente, su voz recitaba la lírica que le pidió y él atrapado por la hechizante vibra de (Nombre) entonó la parte del varón, siguiéndole el ritmo que la muchacha marcaba con una maestría envidiable.

Keigo no quitaba sus pupilas de ella, encontrando un paraíso personal y del cual no quería escapar. Pero la chica opinaba que este se hallaba en el ámbar vibrante de los orbes contrarios. Porque el tiempo se detenía, las horas dejaban de transcurrir y el universo era paralizado cuando sus irises se eclipsaban, descubriendo la octava maravilla en los sentimientos que fluctuaron en la atmósfera que habían creado sin atisbarlo. Como un secreto, apreciaba sus alrededores cual niña que persigue una mariposa y rozaba las nubes con la yema de sus dedos, risitas de azúcar derramadas de los labios femeninos que eran su más grande tentación y ella enteramente, en cuerpo y alma, su devoción.

—Ojalá estuvieras siempre para cantarme y poder dormir en paz, sin que hayan noches de insomnio —el comentario brotó espontáneo, el de singulares cejas había pensado en voz alta otra vez— o que al menos éstas sean contigo.

—Hoy estás muy poético, ¿eh?

—Hawks no lo es, Keigo sí —mencionó, descansando sus pies en la carretera y bajando a (Nombre)—, aunque esa es una habilidad que desconocía. Tú la despertaste.

Sus pómulos sonrojados le informaron de lo mucho que la había descompuesto, sentía las orejas calientes y tenía la certeza de que un brillo distinto relucía en su semblante. Estaba más que fascinada, al igual que el masculino, que en ningún momento soltó su mano y experimentó un deja vú al pisar la entrada de su casa. No recordaba por cual cita iban, en su cabeza nadaban los besos, abrazos y caricias que pintó en su armonioso rostro.

—Quizás te dedique una canción la próxima vez que vayas a escucharme en el bar —planteó, peinando las espesas cejas del rubio, pensativa porque divagaba.

—¿Me dirás cual es? —indagó, intrigado y emocionado por tal escenario.

—No sé si la conozcas, es un clásico en español y a mi mamá le gustaba mucho —aclaró, tarareando la melodía—. Me recuerda a ti.

Future Nostalgia ↳ HawksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora